La fórmula con la que ahora los políticos se defienden de las acusaciones de corrupción parece ser prefabricada y todos la usan como si fuera un genérico: soy víctima de una persecución política, mis acusadores no tienen respaldo popular, defiendo a los pobres y las acusaciones que me hacen son falaces. Ah, y si se meten conmigo ya van a ver lo que les pasa.
Esta es la fórmula que utilizó la asambleísta del bloque gobiernista Norma Vallejo durante su intervención en la Asamblea, cuando se discutía la creación de una comisión multipartidista para que investigue las acusaciones que se han formulado en su contra. Vallejo se hizo célebre hace dos semanas cuando apareció un audio en el que ella aparece exigiéndo a un asesor suyo que pague un diezmo (en efectivo como para que no queden huellas) bajo el argumento de que los cargos políticos tienen un precio. Luego de la intervención de Vallejo, la Asamblea aprobó conformar una comisión multipartidista para investigar las acusaciones que hay en su contra. Noralma Zambrano (AP), Ana Galarza (Creo) y Eliseo Azuero (Independiente) conformarán la comisión
En apenas cuatro minutos y medio que duró su intervención, Vallejo marcó los puntos sobre los que va a girar su defensa: las acusaciones son falaces porque quienes las han hecho son políticos que “no tienen apoyo popular” y no importa lo que diga la comisión ni cómo se pronuncie la justicia porque Dios sabe que las acusaciones son falsas. A este esbozo de defensa agregó advertencias veladas, en un evidente intento por amedrentar a sus posibles jueces. “De la forma que juzgas a otros serás juzgados, con la medida que mides a otros serás medido”, lanzó haciendo una cita bíblica muy al inicio de su intervención y como diciendo: si se meten conmigo por este tema, ustedes también pueden ser juzgados por lo mismo de lo que se me acusa. El chantaje es evidente. Vallejo jamás abandonó un tono amenazante y al cerrar su intervención anunció que su abogado defensor será el ex asambleísta Ramiro Aguilar. Ex candidato a la vicepresidencia con Dalo Bucaram, en las últimas semanas él ha defendido en redes sociales a las dos asambleístas que están bajo acusaciones: la misma Vallejo y la ultra correísta Sofía Espín, acusada de querer torcer la versión de una testigo protegida por la justicia.
La fórmula de defensa de Vallejo estuvo en la misma línea de las defensas que han expuesto figuras del correísmo que han sido salpicados en casos de corrupción. Por ejemplo no se niegan las acusaciones pero se desacreditan a quienes las hacen acusándolas de ser personas que no están “junto al pueblo”, por tener menor votación o por ser aliados de los banqueros. Vallejo en su discurso nunca negó las acusaciones aunque se declaró, paradójicamente, inocente. Para tratar de convencer a la audiencia de sus argumentos se colocó en una condición de superioridad moral sobre sus acusadores, afirmando que ella es defensora de los derechos de los trabajadores, tarea que dijo jamás dejará de realizar en su vida. Como si eso la eximiera de los cargos que tiene en su contra.
En los protocolos de defensa de Vallejo, al igual que en los de Jorge Glas, la asambleísta Sofía Espín u otros políticos acusados de casos de corrupción se trata de posicionar la idea de que lo que es materia de la acusación es algo normal. El “acuerdo entre privados” de los que habló Correa al tratar de defender a un ex ministro por haber recibido un millón de dólares de Odebrecht, se convirtió, en el caso de Norma Vallejo, en un en Alianza País siempre se ha cobrado diezmos. “Debemos decir cómo son las cosas, dijo, Alianza País se financia con los aportes de sus militantes y adherentes”.
Este recurso de normalizar el hecho imputado, que evidentemente es delictivo, es el mismo que la defensa del ex presidente Correa ha usado en el caso de Fernando Balda. Ahí, el secuestro no es un delito porque Balda es una persona sin legitimidad moral y enviar a traer a la fuerza de otro país a una persona que tiene una orden de caputura es una conducta perfectamente comprensible y legítima. O en el caso de Sofía Espín cuando afirma que visitar clandestinamente a una presa que es testigo protegido es una tarea perfectamente normal para precautelar los derechos humanos de la acusada. Además hay que agradecerle por su acto humanitario.
La asambleísta de gobierno también dedicó una línea a los banqueros, cosa que ciertas figuras del correísmo han impuesto como estrategia de defensa cada vez que se sienten arrinconadas. “Jamás, ni antes ni ahora, ni juntos ni separados hemos sido serviles con los banqueros”, lanzó Vallejo en un claro intento por recurrir al manido recurso de introducir a los “enemigos del pueblo” al centro del debate y así buscar empatía en los sectores que tienen prejuicios con los banqueros, especialmente desde la crisis de 1999. El correísmo ha acusado a Lenín Moreno y su gobierno de ser aliados de los banqueros y, por ende, traidores de la revolución y “vendepatrias”. La frase, sin embargo, también fue un guiño de ojo a sus ex compañeros que ahora están en la bancada correísta. Fue una forma muy evidente de decir, como para captar apoyos entre sus ex camaradas, finalmente ustedes y yo somos de los mismos, aunque por ahora estemos separados por temas políticos.
Si la mitad de su intervención fue para asegurar que es inocente, algo curioso si se toma en cuenta que nunca negó las acusaciones, la otra mitad la usó Vallejo para lanzar amenazas, unas veladas y otras no tanto. Al “de la forma que juzgas serás juzgado” con el que abrió su discurso, pasó ya en la segunda mitad de su intervención al “les digo de frente mirándolos a la cara: aquí estoy y aquí me quedo porque vengo del voto popular”. Para cerrar su intervención dio a entender que las acusaciones que se le han hecho y que cobraron fuerza con la difusión del audio se deben a que ella no quiso llegar a acuerdos que le propusieron y, amenazó, con denunciarlos si la sancionan: “No me presté para acuerditos como me propusieron”.
En tan solo cuatro minutos y medio, Vallejo fue capaz de resumir la fórmula de defensa que ahora usan los políticos del correísmo que se han visto salpicados con acusaciones de corrupción: la deslegitimación del acusador, la normalización del hecho imputado y la advertencia de que si se van a la horca llevarán a otros con ellos.
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