Presidente, ¿se juega por un acuerdo nacional mínimo?
Presidente,
Quizá usted logre lo que muchos antecesores suyos, puestos ante dilemas similares pero con realidades económicas más manejables, ni siquiera intentaron: un acuerdo nacional mínimo basado en pocos puntos (plan económico, empleo, reinstitucionalización, lucha contra la corrupción, seguridad…) y por el tiempo que le resta en el poder.
El país –lo sabe usted Presidente– no se dice la verdad y en su mayoría los políticos doran la píldora o mienten a los electores. Por eso el populismo se ha multiplicado como plaga atentando hasta contra el sentido común. En su gobierno también puede haber la tentación de obviar los más indiscutibles factores de realidad. Por ejemplo decirse que lo que cuenta es cuadrar las cuentas con remiendos y casi mes a mes, apostar a que suba el precio del petróleo, esperar a que la institucionalidad, como las cargas, se arreglen en el camino y que las elecciones, o una consulta electoral, mantengan entretenido al electorado.
Usted puede pensar que Ecuador no deja de parecerse a un rompecabezas en el cual siempre faltan piezas. O candidatos a armar el juego porque nunca es el momento para intentarlo. Total, Ecuador no acuerda. Hay un un nivel de desconfianza interpersonal que es motivo de estudio y la alegoría de país donde es posible vivir de espaldas a los demás está lejos de ser una ficción. Si se agrega la decepción que causó, en gran parte del electorado, sentirse engañado políticamente por el correísmo y el temor que despierta la crisis económica, usted puede aspirar solamente (y hasta sería legítimo) a que su gobierno sobreviva, tratando de limitar los costos que acarrean la incertidumbre y la depresión que registran los sondeos.
Usted ahora sabe que el correísmo, que manejó la mayor bonanza económica del país, agravó la certeza que habita grandes franjas de ciudadanos que ven al Estado como un proveedor de recursos. Que sienten, como un derecho connatural, que deben recibir bonos, subsidios… y hasta casas. Y usted sabe que esta actitud no es monopolio de los pobres ni los más pobres. Veamos los extremos. De un lado, los sindicalistas, cuyo privilegio es vivir de espaldas al futuro, creen que el Estado debe asegurarles de por vida empleo, también en el sector privado. Del otro lado, muchos empresarios que creen que el Estado debe protegerlos de la competencia y asegurar legalmente sus utilidades. Los movimientos sociales ahora salen a la calle a reclamar por la disminución del subsidio a la gasolina súper y Jaime Nebot también adhiere al discurso de ciertos grupos empresariales que dicen, como premisa legítima, que si el Estado les retira el subsidio al diésel, quiebran… Los eufemismos disfrazan el resto: un ejemplo es lo que ocurre con las estadísticas del empleo. Oficialmente se habla de apenas 4% de desempleo cuando todo el mundo sabe que 6 ecuatorianos sobre diez, en edad de trabajar, no cuenta con un trabajo. O trabajo adecuado como dicen los expertos… en eufemismos. El país real asusta.
Presidente,
Ese país parece sufrir de la ceguera blanca relatada por Saramago. Y a su gobierno le corresponde la responsabilidad de tener ojos –como en la novela del escritor portugués– cuando los otros los perdieron. Otra vez Ecuador vive en esa encrucijada en la que cada cual parece destinado a sobrevivir de espaldas al resto. Como si fuera imposible concebir un patrimonio de valores e intereses mínimos. Como si lo que se vivió en la década (y que es consecuencia de lo que se vivió antes) no arrojara lección alguna. Como si la política fuera el arte de lavarse las manos y construir alternativas sobre las cenizas del gobierno de turno, condenado a inmolarse en el altar de sus errores y en el cálculo mezquino de sus opositores.
¿No hay nada en común que defender en el campo de la democracia y el manejo económico destinado a producir riqueza y a proteger, mediante políticas sociales públicas (no caridad, no populismo, no manejos para-estatales) a los más desfavorecidos? ¿Es inconcebible pensar que el país dé un salto cualitativo (sigue discutiendo cómo equilibrar sus cuentas) y que la sociedad civil y la sociedad política se hagan cargo de la realidad, acuerden ciertas políticas y en el resto mantengan sus diferencias, las debatan y las zanjen en las urnas?
Guillermo Lasso, Jaime Nebot y todos los demás líderes nacionales o locales, de la tendencia que sean, ¿no se sienten concernidos con la factura del autoritarismo correísta que se ve en el déficit fiscal y la enorme deuda pública, la desinstitucionalización, el desempleo, la lucha contra la corrupción…? ¿Se pueden sentar a esperar que un gobierno políticamente débil arregle la situación cuando algunos de ellos lo chantajean o le niegan su apoyo?
Pero, claro, Presidente, para que este sobresalto nacional tenga la posibilidad de darse, para que la opinión empuje en el sentido de remar en la misma dirección en puntos debatidos y consensuados, su gobierno tiene que cambiar. Y usted tiene que mutar de político bonachón a líder de un período de acuerdos imprescindibles. Y, por supuesto, usted tiene que dar pruebas fehacientes de que quiere jugarse por ese plan mínimo que, además, requiere un capital ético para ser creíble y efectivo: en este punto, el gobierno debe señales inequívocas de su lucha contra la corrupción.
Le quedan 31 meses. Y si usted no tiene mucho que perder en ese intento, el país podría al fin aprovechar una oportunidad que quizá no tenga en otro gobierno.
Cordialmente,
JH
JH
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