Presidente, ¿le sienta bien ser un mandatario descafeinado?
Presidente,
Las cifras de popularidad no lo favorecen y la tendencia es descendiente. Usted tiene que administrar la depresión nacional que se está cocinando y que se explica, entre otros, por tres grandes factores:
- La decepción que provoca en parte del electorado (que votó por Rafael Correa) descubrir las entrañas reales del correísmo con su procesión de barbaridades y corruptelas durante una década.
- La crisis económica que acaba con una etapa de bonanza y consumo. El ambiente de ajuste y pago de factura que hay en el país, tras el derroche correísta, produce preocupación, incertidumbre y frustración como lo registran los sondeos.
- El bloqueo de su gobierno que, tras haberse anotado a una apertura democrática (que los ciudadanos le premiaron con altos índices de popularidad), parece haberse quedado sin rumbo. Tampoco hay muestras de una real gestión política de la crisis económica. Su gobierno luce parqueado en un punto insostenible en el cual, si no hay un remezón, solo cabe una sola certeza: que usted siga bajando en los sondeos. Y eso puede traer consecuencias políticas impredecibles.
Su gobierno se ancló a una estrategia que, en su parte medular, tenía tres ejes: el anticorreísmo, no hacer olas en el campo económico y la obra social como señal inequívoca de su identidad política. El anticorreísmo le dio piso y viada durante casi un año. El volumen del hueco fiscal y de la deuda pública y las atrocidades que en parte documentaron la Contraloría y la Fiscalía, contribuyeron a perfilar el relato de un gobierno decidido a romper con el correísmo, reponer la democracia y transparentar la realidad. Esta tarea incluía profundizar la lucha contra la corrupción contra la cual usted prometió una cirugía mayor. Pues bien: tras algunas denuncias y la judicialización del ex presidente, su gobierno ha dado amplias muestras de querer pasar la página. Eduardo Jurado, secretario General de la Presidencia, lo dijo enfáticamente en diario Expreso: “Ya es tiempo de enfocarnos en lo nuevo y no en lo que dejó Correa”. Una declaración sin secuencia, porque nadie sabe qué es lo nuevo que vendrá a reemplazar ese déjà vu que Jurado y Usted –si él lo interpreta– quieren superar.
En el campo económico –que ofusca y desmoraliza a los ciudadanos– su gobierno ha hecho algunas movidas. Pero el hecho cierto es que no ha logrado pautar una estrategia creíble. El plan del ministro Richard Martínez ha sido saludado como una tarea que va en la buena dirección. Pero todos los economistas ortodoxos –entre ellos algunos que usted respeta– lo califican de incompleto. No es un plan económico integral y con piso político interno suficiente para ser aplicado, como exige el FMI para dar su aval. Tampoco alcanza para solventar la situación macroeconómica y perfilar con éxito el difícil camino de la reactivación económica. Ese plan tiene un operador económico (Richard Martínez) pero no tiene un operador político. No es Paúl Granda ni miembro alguno del ala tecno-empresarial liderada por Eduardo Jurado y Santiago Cuesta.
La tercera pata de su estrategia inicial es la obra social. En ese punto, el gobierno luce encasillado en un discurso falaz: hacer creer que su perfil, Presidente, está irremediablemente atado a un universo de programas sociales tan vasto como quepa en la imaginación: todos los planes del programa Toda una vida. Eso ha dado lugar a una gimnasia retórica que bifurca las políticas públicas del área social, que deben manejar ministerios e instituciones públicas, y aquellas de una suerte de para-Estado, que en algunos casos lucen dependientes de su señora esposa. Causa curiosidad oír a funcionarios del ministerio de Salud, por ejemplo, contar que ya suman 70 mil los ecuatorianos visitados por el “Médico del barrio”… Como si su tarea fuera el Plan Toda una vida y no la salud de los ecuatorianos en general. Lo mismo pasa en vivienda, en atención a las mujeres, a los adultos mayores, a las personas con capacidades especiales… Es tan ilógica esta visión que Usted fue a promocionar el plan “Toda una Vida” en la ONU como si se pudiera hablar de un modelo de políticas públicas en el campo social en Ecuador. Eso muestra hasta qué punto la estrategia de querer asimilar su perfil con el de un hombre misericordioso es una obsesión entre sus asesores. Esa es una apuesta equivocada. Porque se trata de equiparar y hacer ganar a Moreno (en plena crisis y sin plata) contra el recuerdo de Correa (populista exitoso gracias a la bonanza económica) en el campo social.
Ese desafío está perdido. Se inspira en la estrategia que lo hizo a usted popular cuando estaba en la Vicepresidencia (el policía bueno). Ahora se le ve todos los lunes, cual alcalde, entregando obras. Lo muestran a usted en el papel de hombre bonachón y acogedor, un Presidente descafeinado, que evade la política. La gente no sabe qué piensa el Presidente sobre los grandes problemas de los cuales parece usted ausente. Tanto que puede irse a Nueva York con seis ministros durante una semana, mientras los sondeos hablan de un país deprimido y sin certezas.
¿Por qué baja usted, Presidente, en forma irremediable en los sondeos? Porque el trípode político inicial en el cual se paró se ha desvanecido: abandonó el anticorreísmo (que podía traducirse en una lucha efectiva y sin cuartel contra la corrupción), no hace olas en el campo económico pero tampoco se ven las soluciones y su imagen oficial, Presidente, es la de un hombre misericordioso cuando el momento político requiere un liderazgo incluyente y vigoroso.
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