miércoles, 1 de noviembre de 2017

POR: Gabriela Astudillo

Publicado en la Revista El Observador (edición 101, Octubre del 2017= 

Cuenca ¡Una mirada moderna!
Después de dar un vistazo por el Centro Histórico de Cuenca, atravesando de noreste a suroeste, las piedras talladas y labradas de las ruinas prehispánicas, apreciando más allá, la reminiscencia del mestizaje entre la tipología andaluza de patios y traspatios con las técnicas nativas de la teja y adobe -en la época de la colonia- llegamos a los edificios neoclásicos y republicanos que marcaron los rasgos franceses en nuestra ciudad, hasta los años 50, que sobresalen las intervenciones de ingeniería y morfología norteamericana. De esta manera, la producción arquitectónica se ha visto influenciada a lo largo de su historia por diferentes tendencias culturales, hasta entrados los años 60, que surge la Facultad de Arquitectura y aparecen los primeros profesionales en esta rama, quienes inequívocamente aportaron a la imagen de la ciudad.

Así, el desarrollo socio-económico, político y cultural del país se ha visto reflejado en cada espacio, marcando su identidad dentro del contexto de globalización al que nos vemos expuestos, del cual podemos decir que nuestra urbe ha mantenido su personalidad durante el transcurso de los años, ya que su arquitectura se ha convertido en un referente histórico, testimonio de procesos culturales, cuyo lenguaje habla de cómo fue concebida y ejecutada, de la transformación de sus funciones y simbolismo y su presencia en relación al entorno urbano y rural; expresando así los diversos estilos de vida y momentos históricos, recreando el pasado en el presente y condicionando el paisaje futuro.

En 1957, coincidiendo con los 400 años de fundación española, nuestra Santa Ana de los Cuatro Ríos se mostraba como una ciudad moderna, fundamentada en las corrientes racionalistas y funcionalistas, los nuevos materiales como el hormigón armado se encontraba en pleno auge, al igual que la geometría, y en cambio el ornamento era considerado como una transgresión, la urbe se vestía con la esbeltez de edificios modernos como el Edificio Municipal. La obra de la Catedral La Inmaculada se terminaba luego de casi 100 años.

El Plan Regulador de Cuenca determinaba sus nuevas áreas de expansión en sectores como El Ejido previniendo el modelo de “ciudad jardín” propuesta por el Arq. Gilberto Gatto Sobral, en donde definen lo que más adelante se denominaría como “Arquitectura Cuencana” representada con la tipología de las villas, cuyo apogeo se ve favorecido por el traslado de las clases pudientes que abandonaban las “viejas casas” del centro histórico, por el proceso de migración y comercio que estaba proliferando en el mismo por parte de la gente del campo.

Sobresale en esta época la construcción de viviendas unifamiliares conocidas también como “arquitectura neovernácula” evitando aquellos prototipos racionalistas y fortaleciendo la reutilización de materiales tradicionales como la piedra, ladrillo y madera, para las cubiertas se  retomaron los planos inclinados de teja; era el reintroducir rasgos tradicionales cuencanos a las necesidades contemporáneas, sumado a ello la habilidad de los artesanos nativos, contribuyendo al progreso de la ciudad e incluso del país con la recuperación de lo autóctono, lo cual adquiere gran valor, pues en palabras de Lucía Lippi “…se suponía que el ideal de esos años era dejar atrás la sociedad tradicional y agraria, familiar, afectiva y religiosa, y acceder a otra moderna y urbana, individual, racional y científica…”

¡OSCAR DEL TURISMO!
Después de haber echado un vistazo por nuestra Cuenca moderna, recorriendo cada uno de sus espacios, se puede leer una cultura determinada por su tecnología valorando aún más sus creencias, necesidades y costumbres, sin dejarse arrastrar por la globalización sino tomándola más bien como un desafío de identidad, no en vano la hermosa Cuenca se ha convertido en atractivo para propios y extraños, tal es el caso de la gran afluencia de jubilados extranjeros, quienes han encontrado aquí un remanso de paisaje y cultura. Por ello a los 197 años de independencia, está recibiendo su primer “Oscar del Turismo” como mejor destino de vacaciones cortas de Sudamérica; sin duda nuestra ciudad es un abanico de significaciones, donde es evidente que, en palabras de Carlos González, “…la historia enseña a respetar contextos, explicar procesos e indicar caminos…”  ¡Felicitaciones! a todos quienes tenemos el privilegio de haber nacido en este hermoso rincón ecuatoriano…

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