Rafael Correa viene a salvar su cabeza
Es posible que, tras tantas amenazas, esta vez sí venga Rafael Correa. Él lo anunció y los suyos promueven su retorno con motivo de la convención que la minoría de su partido citó para el 3 de diciembre en Esmeraldas. Gabriela Rivadeneira ya pidió al servicio de protección presidencial seguridad para Correa desde el 24 de noviembre hasta el 4 de diciembre.
Sus fanáticos fomentan su retorno como si se tratara de un gran justiciero. Su héroe viene a saldar cuentas con los traidores; con Lenín Moreno en primer lugar. Viene a defender el legado de la década, los programas sociales y los avances económicos que Moreno, aliado con la partidocracia, pone en peligro. Viene porque, según dijo la ditirámbica Gabriela Rivadeneira a Ecuavisa, Ecuador atraviesa una disputa entre dos visiones: una que respeta los principios y los logros de la revolución y otra opuesta y enfocada en menoscabar ese proyecto.
Correa se fue el 10 de julio. Hace tan poco tiempo que, quizá por eso mismo, él y sus seguidores siguen hablando de su realidad y la del país, como si nada hubiera ocurrido. Como si el Presidente no fuera Moreno. Como si nada se supiera del estado real en que dejó la economía. Como si los asambleístas que lo siguen no fueran ahora minoría. Como si Jorge Glas no estuviera preso. Como si la consulta para descabezar a Correa no gozara de alta popularidad…
En estas condiciones, atribuir a Correa facultades de justiciero es pensar con el deseo. Es creer que basta con que vuelva para recuperar los factores de poder que Moreno, con habilidad, ha ido poniendo de su lado. No vuelve Correa como justiciero pero tampoco, como lo quisieran muchos de sus opositores, en calidad de acusado: no viene a responder por nada, a pesar de la lista de irregularidades y corruptelas de las cuales es corresponsable; al menos en el campo político.
En este sentido, el regreso de Correa se antoja mas bien la coyuntura perfecta para que todos –tanto en la ciudadanía, como en Alianza País– pongan el reloj a la hora. Su venida zanjará, de una vez por todas, los factores de poder y ubicará el puesto que realmente ocupan Moreno y él en el nuevo momento político del país. Sus áulicos en todos los poderes, empezando por la Corte Constitucional, tendrán que definir en estos días si siguen amparando el autoritarismo que él representa o dan paso a una democracia sin dueño en el país.
La sorpresa de este retorno hay que buscarla en esa definición –que es clave y que interesa a todos los ciudadanos– y no en lo que hará Correa. Su agenda es obvia desde que se fue: sacar a Moreno, poner a Glas, retomar el poder, liquidar la consulta y arreglar cuentas con todos aquellos que le dieron la espalda. Para esto no escatimará esfuerzo ni discurso: en este viaje hará movidas públicas y soterradas, intimidará y no vacilará en dividir el país e incluso enfrentarlo. Correa sabe que tiene que frenar este proceso que persigue inhabilitarlo políticamente para siempre y que, pronto o tarde, lo llevará a las cortes. ¿Qué más hará en los diez días que estará en el país? Es sencillo colegirlo analizando sus mensajes en sus redes sociales: tratar de destruir a Moreno, victimizarse, reiterar el disco rayado de las bondades de su década, mentir sin límites y tratar de levantar las masas más vulnerables a su discurso contra su sucesor.
La sorpresa no vendrá de él: tiene que venir de Moreno y de sus estrategas que tendrán que hundir el pie en el acelerador: hoy citaron para mañana, 23 de noviembre, una sesión extraordinaria de la dirección nacional de Alianza País para encargar los puestos de Gabriela Rivadeneira y Ricardo Patiño, que fueron sancionados por haber destituido a Moreno de la dirección de su partido. Es una movida interna que modificará poco ese diferendo que ya está en manos del Tribunal de lo Contencioso Electoral. Nada sustancial que modifique el panorama que tiene ante sí Correa.
Moreno y sus asesores (¿quiénes serán?) tienen ahora sí un reto político portentoso ante la opinión: sacar adelante la consulta ante la cual la jueza correísta Tatiana Ordeñana y la Corte Constitucional correísta siguen arrastrando los pies. Y tiene que evitar que el pésimo manejo económico desgaste su capital político y termine incidiendo negativamente en el destino final de la consulta. Moreno, tal y como están las cosas, tiene que mostrar iniciativa política. Porque, en última instancia, es Correa quien está contra las cuerdas.
La venida de Correa quizá sirva, igualmente, para que ciertas elites (que ya pasaron la página del correísmo) hagan conciencia de que el expresidente y su proyecto autoritario han perdido espacio, están debilitados pero no, políticamente, muertos. Para esas elites quizá el regreso de Correa también se convierta en un cable a tierra.
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