El capitán Ortega quiere saldar la cuenta con Correa
Edwin Ortega sabe que la denuncia por delito de odio que ha puesto en contra de Rafael Correa, Ricardo Patiño y otros que se obsesionaron en destruir su carrera militar y su vida personal no tiene mucho futuro. Ortega, como buen capitán de las FFAA, conoce que el Fiscal, Carlos Baca Mancheno, profesa una lealtad casi militar con su ex jefe Rafael Correa y que, según dice, jamás lo acusará de haber ejercido “actos psicológicos de odio”, como dice en su demanda, en contra suyo.
Sin embargo, la fe en el derecho a la resistencia que Ortega dice profesar es más fuerte y ha presentado la demanda. Y lo ha hecho por coherencia con sus principios y porque cree que debe quedar constancia de que Correa y Patiño usaron el poder para destruirlo. Lo hicieron -dice él en una conversación con 4Pelagatos- gracias a su capacidad de atropellar la institucionalidad y las leyes militares. Y además, los dos dieron rienda suelta a su odio y perversidad para verlo fuera de la institución en la que aspiraba hacer una carrera. Su pecado fue haber sido consecuente con sus principios y con su profesión al haber respondido una carta que Correa envió a los militares por correo electrónico pasándose por alto los filtros institucionales que hay en las FFAA. Correa, en esa carta, daba explicaciones a los militares sobre su proyecto de seguridad social militar y sobre la venta de los terrenos de Los Samanes al Ministerio del Ambiente. Ortega, al ver que el Presidente envió directamente la carta, se la contestó y entonces ardió Troya.
Ese desafió a la autoridad ilimitada de Correa iniciaría, dice Ortega, una persecución implacable en la que hasta los medios públicos tuvieron un papel determinante porque se concertaron para acosarlo. Todo comenzó cuando alguien puso en redes sociales un audio grabado clandestinamente, de una conversación que él tuvo con sus superiores y en en que les informaba de la contestación que había hecho al Presidente y xpresaba su desagrado con el entonces ministro de Defensa, Ricardo Patiño. Ese audio de la declaración, que había sido hecho sin el consentimiento de Ortega, fue recogido por diario El Telégrafo, en ese entonces dirigido por Orlando Pérez y pocos días más tarde fue utilizado por los asambleístas María Augusta Calle y Mauro Andino. Ambos salieron a pedir que se castigue por traición a la patria a Ortega.
Edwin Ortega cuenta que durante los primeros días de la controversia por su carta y el audio, tuvo el apoyo de las FFAA. En los mandos más altos existía el convencimiento de que el audio había sido hecho ilegalmente y que no había nada de malo en la carta respondida a Correa. Pero cuando esos mandos vieron que el aparato de comunicación del Gobierno (que incluía a los medios gubernamentales e incautados) al troll center en las redes sociales y los asambleístas se unían para acosarlo, las cosas empezaron a cambiar. Dos sabatinas, con cerca de una hora en cada una de ellas, llenas de insultos y amenazas en contra de Ortega también tuvieron efecto.
Rafael Correa, a través de su ministro Patiño, hizo cambiar los mandos en la Armada para buscar gente más funcional a sus interés de hundirlo. Además, la Fiscalía que estaba, en ese entonces, bajo el mando de Galo Chiriboga, se sumó a la cacería. Según Ortega, cuando el correato vio que su intención no era secundada por la justicia ordinaria,decidió perseguirle mediante la justicia militar. El primer intento fue fallido pues el Consejo de Disciplina no halló elementos para castigarlo. Como Correa estaba insatisfecho con el fallo del Consejo, el entonces asesor jurídico Alexis Mera viajó a Guayaquil e interpuso una acción de protección ante Vanessa Wolf, una juez de lo civil que le dio la razón. Luego se instaló un nuevo Consejo de Disciplina con otros miembros y ahí sí se decidió sancionar a Ortega con diez días de arresto.
Ortega sostiene que Correa y Patiño alteraron todo el mando de la Armada con el fin de tener superiores funcionales para acabarlo. “Varias veces me mandaron a decir que si le pedía disculpas al Presidente y si dejaba de pronunciarme a través de las redes sociales me perdonarían todo pero eso iba en contra de mis principios. Jamás acepté hacerlo. Hubiera podido callarme, pero era morirme de muerte lenta”. Los otros seis oficiales que usaron su carta para responder a Correa no fueron sancionado porque pidieron perdón.
Ortega tiene poca esperanza en que Correa, Patiño y los mandos de la Armada que lo persiguieron sean castigados. Si hubiese el impuso fiscal, cosa que él lo duda, quisiera llevar la notificación personalmente a Correa. ¿A su casa? “No sé la dirección y además ahí deben haber ocho gorilas que seguramente me van a impedir acercármele. Pero al menos se lo llevaré a la Embajada para dejársela ahí”.
Pero como dicen que la esperanza es lo único que no se pierde, Ortega sostiene que quizá algún día la Corte Constitucional acepte su recurso extraordinario de protección y eso le permita iniciar un juicio de repetición.
La historia de Ortega es una más, en una larga lista, de personas que vieron sus carreras profesionales y sus vidas personales destruidas por el odio y la perversidad de Correa: el coronel César Carrión y el mayor Fidel Araujo luego del levantamiento policial del 30S; el capitán Diego Peñaherrera, edecán de su esposa; Fernado Villavicencio y Cléver Jiménez por sus investigaciones a la corrupción… Y hasta Galo Lara, por sus denuncias como asambleísta. Esta vez uno de ellos ha decidido presentar una demanda por delito de odio. Lo hace para que quede registro y constancia de lo que el odio y la perversidad pueden producir en manos de un gobernante cuyo poder no tiene límites.
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