Alexis Mera, el equilibrista que quedó de mentiroso
Terminar como mentiroso debe ser un triste final para una persona que, como Alexis Mera, utilizó las leyes, los decretos y los reglamentos para hacer aparecer como legal y correcto todo lo que se ocurría a Rafael Correa y a su círculo cercano.
Mera fue, durante 10 años, el centro de un sistema en el que la Secretaría Jurídica de la Presidencia -que él dirigía- era el punto por donde prácticamente todo acto de la administración pública tenía que pasar. Ahí se redactaban los contratos con las empresas encargadas de las grandes obras de infraestructura o prestaban dinero al Gobierno a cambio de pre-ventas petroleras. Ahí se elaboraban los decretos que extendían aún más el poder de Correa como aquel decreto 16 que castraba la participación social. Ahí se confeccionaban las leyes que más tarde la Asamblea votaba como si las hubiera parido. Mera fue, durante la Presidencia de la Correa, el abogado que todo solucionaba, que todo arreglaba.
Ahora, en cambio, el ex secretario Jurídico de la Presidencia atraviesa las que deben ser las horas más amargas de su vida. Hoy miércoles 28 de noviembre, Mera recibió un golpe que se suma a otros acumulados en los últimos días, que lo hacen aparecer como un mentiroso que trata de salvar su cabeza y la de otros involucrados, directa o indirectamente, en el caso Odebrecht. En una extensa y dura carta entregada a los medios, el ex ministro Coordinador de Sectores Estratégicos, Rafael Poveda, cuestiona con una lista de hechos y datos lo que Mera dijo el lunes 27 de noviembre dentro del juicio que se sigue a Jorge Glas y a su tío Ricardo Rivera.
Según Mera, el único funcionario responsable de las negociaciones y de los trabajos de Odebrecht en el Ecuador era el vicepresidente Jorge Glas que, a su vez, era jefe directo de Poveda que a la sazón era Ministro Coordinador de Recursos Naturales. Además, dijo que su ex jefe, Rafael Correa, consideró que la obra del poliducto Cuenca-Pascuales -que está en el centro del escándalo de Odebrecht- era cara y se había molestado muchísimo cuando supo el monto. Según Mera, a él y a Correa les pareció que ese poliducto era innecesario.
Rafael Poveda, en su carta, pone en jaque lo dicho por Mera. Obras como ese poliducto, dice Poveda en la carta, jamás son producto de la iniciativa de una sola persona. Se trata de obras que, por su envergadura, son parte de la Planificación Nacional y pasan por la aprobación y seguimiento de muchos organismos y funcionarios del Estado. Esa obra fue aprobada por los miembros del Directorio de Petroecuador en el que él era representante de Rafael Correa. El ex ministro da a entender, en su carta, que el ahora ex Presidente y todos los miembros del Directorio de Petroecuador estaban perfectamente al tanto de todo el proceso contractual.
Mera ya había hecho un papelón un día antes con ese mismo tema para cuando se publicó la carta de Poveda. Ocurrió casi inmediatamente luego de que aseguró que Correa no estaba de acuerdo con el poliducto en cuya construcción Odebrecht habría pagado coimas por 5 millones de dólares a cambio del contrato. No pasó mucho tiempo de aquello cuando en las redes empezó a circular el video en el que se ve a Correa hablando maravillas de la obra y dejando en claro que no solo estaba totalmente informado de la obra sino que, además, la conocía perfectamente.
¿Cómo llegó Mera a ser sorprendido en tanta mentira? Es un riesgo que corre todo equilibrista. Desde que estalló el escándalo de Odebrecht ha sido evidente que su estrategia es salvar su pellejo. Pero para salvar su pellejo tiene que estar dispuesto a sacrificar a alguien y ese alguien se llama Jorge Glas. Por eso, las declaraciones de Mera ante los jueces lo único que han hecho es hundir al Vicepresidente, algo que sabe le va a gustar a Lenín Moreno, y dejarlo a él aparentemente limpio. Es evidente, además, que el equilibrista no quiere comprarse una pelea personal con Correa y por eso también le ha tirado algunas boyas salvavidas. Si se quiere quedar bien con Dios y con el diablo, es normal que le sorprendan lanzando mentirillas. Ayer dijo a los periodistas que está fuera de la política y, por lo que se sabe, su ánimo es salir lo mejor librado de estos escándalos en el plano personal.
Los golpes de Poveda y del video de Correa llegan en un mal momento para la credibilidad de Mera. En enero, cuando aún se lo veía fuerte políticamente, hizo una defensa de Ricardo Rivera, el tío de Jorge Glas: dijo que lo había investigado y nada habían encontrado. “Como ustedes saben tras bastidores y tras las cortinas y en las redes siempre se habla que dizque el tío está tras los negocios de corrupción. En estas cosas, señores, pruebas, siempre pruebas. No podemos destruir la honra de las personas si no tenemos pruebas”. En ese entonces, Mera todavía ponía las manos al fuego por Glas. Pocas semanas más tarde, sin embargo, las evidencias que se mostraron durante la investigación fiscal en contra de Rivera dejaban sin credibilidad al ex secretario de la todapoderosa Secretaría Jurídica de la Presidencia.
Alexis Mera representa a la perfección el desmoranamiento del cinismo y la prepotencia de ciertos correístas que ahora están llamados a dar explicaciones a la justicia. Cuando el poder estaba en manos de los suyos y no había señal de que eso se fuera a revertir, hacía y decía cosas sin el menor rubor. Fue él quien envió una comunicación a los jueces adviertiéndoles que no fallen en contra del Estado. Fue él el operador fiel y diligente que presionaba a jueces y tribunales para que se haga la voluntad de su ex jefe. Cínico e indolente, Mera se atrevió a decir que las lágrimas de la pequeña hija del coronel Carrión eran “teatro” y sostuvo que las asambleístas de Gobierno no cumplían con ciertas exigencias del jefe porque eran unas “mal culeadas”. Cuando una ministra convertida ahora en rabiosa asambleísta correísta, como Marcela Aguiñaga, pagó un sobre precio enorme por unos terrenos en los Samanes, no tuvo empacho en decir que era un “error de buena fe”.
Ahora que el escenario es distinto, Mera aparece como una figura frágil y desamparada.
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