La desfiguración de Correa
Una explicación puede ser la falta de coincidencias entre los involucrados. Al parecer, no todos entienden el regreso del caudillo desde la misma óptica. Unos aspiran a retomar las riendas del gobierno o, al menos, las del partido. Otros están calculando sus eventuales candidaturas para 2019. Algún ingenuo todavía se tragará el cuento de defender la década ganada. También están los que se ilusionan con la reelección en 2021. Los más buscan cubrir con un manto de impunidad sus interminables rabos de paja.
29 de noviembre del 2017
POR: Juan Cuvi
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
A propósito de manipu-lación mediática,¿qué será de Vinicio Alvarado, que no aparece en las fotos familiares? Buena falta les hace a estos ineptos opera-dores políticos".
Hay curiosidad en el mundo de la política por descifrar las causas de la incoherencia de Correa y de sus obtusos seguidores. Se mueven con la torpeza de un borracho. De quienes se suponía que actuaban a partir de estrategias cuidadosamente planificadas, llama la atención tantas metidas de pata… y en tan poco tiempo.
Una explicación puede ser la falta de coincidencias entre los involucrados. Al parecer, no todos entienden el regreso del caudillo desde la misma óptica. Unos aspiran a retomar las riendas del gobierno o, al menos, las del partido. Otros están calculando sus eventuales candidaturas para 2019. Algún ingenuo todavía se tragará el cuento de defender la década ganada. También están los que se ilusionan con la reelección en 2021. Los más buscan cubrir con un manto de impunidad sus interminables rabos de paja.
Existe, además, una absoluta incongruencia entre la retórica correísta y la realidad. Argumentar que se deben salvaguardar los logros de la revolución ciudadana en el momento justo en que se está destapando la rampante corrupción de diez años no tiene sentido. Peor aun cuando el brazo derecho de Correa está tras las rejas. O mientras su compañero de fórmula de 2006, Lenín Moreno, denuncia que por donde se hurgue en el correato aparecen incumplimientos, derroche y coimas.
La dosis de irrealidad que funcionó durante una década empieza a provocar cortocircuitos. Y los correístas obtusos ni siquiera se percatan. Ya no hay dinero ilimitado, ni manipulación mediática a la carta para vender mentiras. (A propósito de manipulación mediática, ¿qué será de Vinicio Alvarado, que no aparece en las fotos familiares? Buena falta les hace a estos ineptos operadores políticos).
La patética fatuidad de Correa lo está llevando de la desubicación al ridículo. Cada intervención, cada acto público, cada entrevista son un acto de desfiguración. Si no fuera porque se está autodestruyendo políticamente, podría pensarse que le está dando una mano al gobierno. Porque su regreso, al contrario de lo que imaginan sus promotores, se ha convertido en un simple distractor para darle oxígeno al régimen.
Tal vez no comprenden que ya no tienen condiciones para atropellar la ley ni para violentar procedimientos constitucionales. Y que no disponen de recursos públicos para construir una tramoya de apoyo ciudadano. Con un dedo de frente cualquiera puede discernir qué significa que la casi totalidad de alcaldes del país (muchos de AP) se hayan manifestado en la Plaza Grande a favor de la consulta popular.
No solo que el poder de decisión cambió de manos y de rumbo. El correato empieza a apestar a pasado oprobioso. Y los correístas obtusos quieren reivindicarlo en sus aspectos más siniestros.
Una explicación puede ser la falta de coincidencias entre los involucrados. Al parecer, no todos entienden el regreso del caudillo desde la misma óptica. Unos aspiran a retomar las riendas del gobierno o, al menos, las del partido. Otros están calculando sus eventuales candidaturas para 2019. Algún ingenuo todavía se tragará el cuento de defender la década ganada. También están los que se ilusionan con la reelección en 2021. Los más buscan cubrir con un manto de impunidad sus interminables rabos de paja.
Existe, además, una absoluta incongruencia entre la retórica correísta y la realidad. Argumentar que se deben salvaguardar los logros de la revolución ciudadana en el momento justo en que se está destapando la rampante corrupción de diez años no tiene sentido. Peor aun cuando el brazo derecho de Correa está tras las rejas. O mientras su compañero de fórmula de 2006, Lenín Moreno, denuncia que por donde se hurgue en el correato aparecen incumplimientos, derroche y coimas.
La dosis de irrealidad que funcionó durante una década empieza a provocar cortocircuitos. Y los correístas obtusos ni siquiera se percatan. Ya no hay dinero ilimitado, ni manipulación mediática a la carta para vender mentiras. (A propósito de manipulación mediática, ¿qué será de Vinicio Alvarado, que no aparece en las fotos familiares? Buena falta les hace a estos ineptos operadores políticos).
La patética fatuidad de Correa lo está llevando de la desubicación al ridículo. Cada intervención, cada acto público, cada entrevista son un acto de desfiguración. Si no fuera porque se está autodestruyendo políticamente, podría pensarse que le está dando una mano al gobierno. Porque su regreso, al contrario de lo que imaginan sus promotores, se ha convertido en un simple distractor para darle oxígeno al régimen.
Tal vez no comprenden que ya no tienen condiciones para atropellar la ley ni para violentar procedimientos constitucionales. Y que no disponen de recursos públicos para construir una tramoya de apoyo ciudadano. Con un dedo de frente cualquiera puede discernir qué significa que la casi totalidad de alcaldes del país (muchos de AP) se hayan manifestado en la Plaza Grande a favor de la consulta popular.
No solo que el poder de decisión cambió de manos y de rumbo. El correato empieza a apestar a pasado oprobioso. Y los correístas obtusos quieren reivindicarlo en sus aspectos más siniestros.
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