domingo, 1 de enero de 2017

Testamento

Francisco Febres Cordero
Domingo, 1 de enero, 2017 - 00h08


Ya me voy, ya me despido, y aunque ayer ya me quemaron desde el humo he renacido pues la hoguera no apagaron. (¡Y eso que cómo saltaron!).
Les leo mi testamento que agonizante escribí y les pido este momento que lo ejecuten por mí (¡Esperen quiago pipí!).
Al Correa yo le dejosin poder, sin dictadura, mirándose en el espejo como vulgar criatura (¡Ay Jesús, qué cara dura!).
Ya se le acaba el poder, se acaban su prepotencia, su eterno afán de jodery sus pujos de eminencia (¡Por fin se va Su Excelencia!).
Le dejo bajado el ego que infló sin razón, sin causa y su amor, su afán, su apego a tantos honoris causa (¡Otro pipí, y otra pausa!).
Le dejo sin sus aviones y también sin sabatinas y sin cientos de sayones que actuaron tras bambalinas (¡Todos buscando propinas!).
Le dejo sin tanto coro, sin tanta pompa y boato en que gastó sin decoro nuestra plata en su mandato (¡De jaguar pasó a ser gato!).
Le dejo, como él nos deja: pobres, lluchos y endeudados, sin arroz, pan ni lenteja y a la China hipotecados (¡Ayayay, qué desgraciados!).
Le dejo en meditación de lo que es la gran desgracia: el robo, la corrupción y la voraz burocracia (¡Todo eso por su autocracia!).
Que mire que esa falacia que fue su revolución hizo de la democracia una farsa, una ficción (¡Con tarima, canto y son!).
Y que lo juzgue la historia ques el mejor tribunal: no esa justicia, esa escoria que extrajo de su albañal (¡Lo espurio volvió legal!).
¿La Inquisición? ¡Pendejadas! Las sentencias contra ley se despachaban trucadas desde el palacio del rey (¡Dónde pastaba su grey!).
La venganza fue su norma, la iniquidad fue su abrigo y el odio sirvió como horma contra cualquier enemigo (¡Chuta madre, qué les digo!).
Le dejo con los diez años de su década perdida llevando los desengaños a su Bélgica querida (¿No siará belga enseguida?).
Que ahí gobierne su piso comprado con los “fonditos” que sacó hacia el paraíso igual que sus amiguitos (¡Esos que están profuguitos!).
Como yo ya estoy morido, solo la tumba me alcanza, mas les dejo un cometido: ¡Nunca pierdan la esperanza! Vuelvan la paz y armonía a la patria ecuatoriana que se merece ¡a porfía! un venturoso mañana.Con solo eso yo me alejo, pues aunque ya me morí de tener ganas no dejo de volver a hacer pipí (¡Última vez quiago, sí!) (O)

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