UNA REFLEXIÓN NECESARIA.
Un poder político, sin duda
secundario, transitorio y sobre todo fortuito, que sobrevive mientras el poder
central se mantiene en sus altas instancias, debe ser especialmente tolerante,
conocer sus limitaciones en la relación con sus conciudadanos y tiene la
obligación de abstenerse de recurrir a represalias infundadas.
Lo expuesto es a propósito de los
amagos y el planteamiento de un juicio que se pretende consumar contra el
director de la revista “El Observador” de esta ciudad, el periodista Sr. Jaime
Cedillo Feijóo, por el “delito” de haber reproducido una noticia-denuncia que cuestiona a un abogado en ejercicio público de
sus funciones, y vinculado por su
profesión al gobierno actual, no obstante que el aludido director ¡no es el autor de dicho documento! que,
por lo demás, ha circulado profusamente a través de las redes sociales, desde
su fuente original, los EE. UU. de Norteamérica. Hacia allá deberían dirigirse
las pesquisas.
Por lo brevemente anotado,
nos encontramos en el caso de que se quiere “golpear
en la albarda”, en lugar de dirigir las acciones legales en contra del
autor de dicho documento, siempre que el caso amerite, pues todo lo que se está
haciendo, de parte del rencoroso abogado, no solamente entraña un equívoco, una
precipitación, sino que, de consumarse ese peregrino plan de castigar a quien
no es el culpable, figuradamente hablando, agregará
más leña al fuego de las pasiones políticas, en víspera de elecciones,
situación que únicamente brindará nuevos argumentos a quienes, con o sin razón,
hablan de falta de libertades o de actitudes autoritarias.
Por lo expuesto, se requiere de personas sensatas,
respetuosas y prudentes en el ejercicio de importantes funciones de
la administración pública, ¡ni se diga si
se trata de un profesional del Derecho que representa o representaba!, -no conocemos
su situación de trabajo a cabalidad-, al primer ciudadano de la nación: tiene
la obligación ineludible de ser un profesional circunspecto, dotado de decoro y
gravedad en las palabras y ni se diga en las acciones…
Marco Robles López,
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