martes, 9 de agosto de 2016

Correa los persigue como ‘un perro con hambre’

  en La Info  por 
Un ciudadano llamado Rafael Correa, por medio de su abogado Caupolicán Ochoa Neira, demanda de presunción de insolvencia al ciudadano Fernando Villavicencio. Un juez, Edwin E. Cevallos Ampudia, la acepta al trámite, presume su estado de insolvencia y ordena que en tres días pague la deuda. ¿Cuál es el monto? No lo fija. Si no lo hace, el juez dispone la ocupación y depósito de sus bienes, libros… que serán entregados a un síndico y que se haga saber el estado de insolvencia de Villavicencio. Le prohibe administrar sus bienes, pide hacer saber de la insolvencia a los bancos, la Superintendencia de Bancos y Seguros, la Contraloría General del Estado, el Consejo Nacional Electoral, el Registrador Mercantil y de la Propiedad, el Director del IESS, del SRI y de la Agencia Nacional de Tránsito, del Registro Civil.
No puede salir del país sin permiso del juez… Es decir, el Presidente convierte en los hechos a un ciudadano en un ser sin derechos y sin posibilidad alguna de interactuar con la sociedad. Correa desaparece de la sociedad a Villavicencio y, muy posiblemente hará lo mismo con Cléver Jiménez y Carlos Figueroa. Los tres fueron contrademandados por él por injurias y una jueza, Lucy Blacio, los condenó a prisión, a pagar una multa y a ofrecer disculpas en medios públicos y privados.
El juez Cevallos Ampudia procede ante el pedido presidencial pesar de que los tres opositores gozan de las medidas cautelares de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Lo hace conociendo que la demanda de presunción de insolvencia es parte de un juicio político en el cual el poder usó a los jueces. Y atropelló el derecho puesClever Jiménez fue sentenciado, junto a Villavicencio y Figueroa, por injurias, sin que la Asamblea hubiese levantado la inmunidad parlamentaria. Lo hace conociendo que la demanda la hace el ciudadano Rafael Correa, pero el impulso dado al juicio lo dio el Fiscal General, después de que el Presidente de la República pidiera hacerlo en una sabatina.
Las demandas del ciudadano Correa, apoyadas y ejecutadas por el Estado que él controla, siguen atravesadas por irregularidades de forma y de fondo. Villavicencio está ante una medida sin saber cuánto tendría que pagar, pues la multa, determinada por una perito solo en junio pasado, es de $141000 pero se ignora si tiene que dividirla por tres. O cuánto debiera asumir cada uno de los sentenciados.
La asimetría en la forma como la justicia procede con los ciudadanos es total. Correa es Presidente: ordena al Fiscal, presiona a los jueces. Tiene la maquinaria para aplastar, como se nota que es su intención, a los opositores políticos. De hecho, su forma de proceder recuerda la frase que Gustavo Noboa Bejarano endosó a León Febres Cordero: “Te voy a perseguir como un perro con hambre”.
Aquí se trata ya no solamente de inventarse un delito y pretender meter preso a los opositores: se trata de convertirlos en parias sociales, en ciudadanos sin derechos políticos que, además, tienen que hipotecar por lo menos el 50% de sus ingresos para que vayan a los bolsillos presidenciales. Insólito, pero cierto.
Este caso, además de dramático para los afectados, ilustra la descomposición política, moral y ética de un régimen que, tras acaparar todos los poderes, se permite la mayor de las licencias: abstenerse de pensar en las consecuencias que tiene orquestar venganzas políticas desde el poder y dejarlas en manos del Estado que, como decía Nietzsche, es el “más frío de todos los monstruos fríos”.
El ciudadano Correa, protegido por el presidente Correa desde el Estado que él controla, cree estar haciendo un escarmiento con este caso. Lo cree desde abril de 2013 cuando ganó la contrademanda contra Jiménez, Villavicencio y Figueroa y logró que fueran sentenciados a un año de cárcel (Jiménez y Villavicencio) y seis meses para Figueroa. Además de la multa de $141000. El escarmiento no se ve. Se ve, en cambio, la mutación del hombre supuestamente pleno de valores cristianos al líder frío, calculador, inflexible, implacable y brutal en el manejo del poder. “Se ejercita en la intransigencia –escribe Stefan Zweig sobre Calvino– como si se tratara de un elevado arte”. Por ahí va Correa.
¿Quién iba a creer que este régimen, salido en buena parte de la Academia, de conciencias sensibles como la de Javier Ponce, Pabel Muñoz, Miguel Carvajal… iba a terminar creyendo que el poder es para reprimir, censurar, amordazar, encarcelar, perseguir y, ahora, pretender convertir en zombis a sus opositores?
Rafael Correa puede darse gusto y seguir usando jueces y fiscales para perseguir. No hay, nunca habrá rédito político u ético en ello. Lo que hace es retratar la descomposición tétrica del gobierno que él preside.

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