sábado, 13 de agosto de 2016

Recordando a Jefferson Pérez

Publicado el 2016/08/13 por AGN

Alberto Ordóñez Ortiz
La noticia llegó volando. Cruzó los océanos. los archipiélagos, las islas, Las cordilleras, los continentes, las ciudades, para detenerse, titubeando, mitad con mitad de la línea equinoccial. El sol brilló como nunca antes y los ecuatorianos danzamos y lloramos hasta la misma extenuación. Creo que también brillamos. La noticia inundó los canales de televisión. Se la divulgó en las emisoras con la insistencia propia de un hecho inusual y, se escribió y reescribió una, otra vez y, otra, en los demás medios a lo largo y ancho del planeta. Ante la estupefacción de un mundo que se negaba a creerlo, un ecuatoriano de un pequeño país ”tercermundista”, -el nuestro-, del que se tenía poca o ninguna información, había obtenido una Medalla Olímpica made in Ecuador en una gesta Deportiva mundial. Desde entonces en nuestra bandera, entre los nombres tutelares de nuestros hombres ilustres, quedó escrito con letra indeleble, aunque no se vea, pero que sigue allí, el de Jefferson Pérez Quezada.
¡Si! el de Jefferson Pérez Quezada, otrora voceador de periódicos, huérfano de padre a muy temprana edad, sin disponer de otro respaldo que el que le procuraba su heroica madre, dueña de una imbatible capacidad espiritual y de una irreductible y sacrificada entereza para el trabajo. Las privaciones de que fue objeto, templaron su espíritu al tope de sus capacidades: muy por encima de la de sus coetáneos que eran dueños de una situación económica absolutamente superior a la suya. Ni su pobreza franciscana, ni ningún otro desafío, por más alto que fuera, pudieron con su indomable coraje. Es así, como actualmente, es Ingeniero Comercial, posee un Masterado en Administración de Empresas, es Diplomado en la misma especialidad y es dueño y conductor de dos importantes y voyantes empresas.
Pero en lo que a su capacidad atlética se refiere, en los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1996, se consagró con la medalla de oro. En los mismos juegos, celebrados en Pekín en el 2008, obtuvo la medalla de plata. Hay que recordar que en 1992 obtuvo el título mundial juvenil en Seúl, Corea. También fue Campeón Mundial de Marcha en los 20 km, en los años 2003, 2005 y 2007. Y queda pendiente la Medalla Olímpica que en 2008 le fue arrebatada en Beijing por el ruso Valery Borchin condenado como autor de dopping. Cruzamos los dedos porque a Jefferson se le entregue la nueva Medalla Olímpica que legítimamente le corresponde. Las autoridades deportivas deben cumplir con el papel que el Ecuador lo demanda de pie.
Tampoco podemos olvidar que es calificado por un amplio sector de comentaristas deportivos expertos como el mejor marchista de todos los tiempos, gracias a sus inalcanzables récords. La mayor lección de Jefferson es la de que el hombre por más desvalido que sea, es dueño y señor de un valor no mensurable. Entonces, en su caso, deseamos que la totalidad de los tiempos humanos le consideren con la mayor predisposición al respeto, a la admiración y al asombro. Fue un voceador de periódicos al que le salieron alas. Las alas de la inmortalidad. (O)

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