lunes, 14 de mayo de 2018

¿Por qué María Elsa Viteri trabaja contra Moreno?

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¿Por qué María Elsa Viteri sigue disfrazando las cifras? ¿Por qué sostiene, contra toda evidencia, las razones dadas por Rafael Correa y los suyos sobre el monto de la deuda pública? ¿Por qué sigue diferenciando entre deuda agregada y deuda consolidada para dar la impresión de que el gobierno no superó la barrera del 40% del PIB, fijado en la Constitución? ¿Por qué no acata el informe de la Contraloría que ya impugnó el decreto Ejecutivo 1218, firmado por Correa, para bajar artificialmente el monto de las obligaciones que el Estado (en realidad la nación en su conjunto) tienen que pagar?
María Elsa Viteri lleva dos meses en el Ministerio de Finanzas y parece estar replicando el caso de María Fernanda Espinosa; una ministra que se ha dado permiso de desoír e interpretar lo que dice el Presidente en política exterior. En su caso, Viteri no solo contradice el informe de la Contraloría. Ha corregido las exposiciones que ha hecho el Presidente Moreno sobre la voluminosa deuda (disfrazada o abiertamente escondida) que heredó de su antecesor.
¿Cómo se entiende la actitud de la ministra de Finanzas que en la Asamblea dijo, este 8 de mayo, que estaba dispuesta a cumplir con la normativa, pero sin debatir su legalidad? Que la Contraloría haya otorgado 90 días al gobierno para cumplir sus recomendaciones, no significa que, durante ese lapso, ella puede repetir las violaciones en las que incurrió el correísmo.
Pero el tema no es jurídico sino político. María Elsa Viteri comete el peor error que un ministro de su ramo puede perpetrar: no decir la verdad al país y no obligar al poder legislativo a hacerse cargo del problema. Es un error por partida doble que, además, hace un flaco favor al gobierno: si no aterriza la realidad fiscal, si no le dice al país lo que esa deuda significa e implica, si no presiona para que la Asamblea la procese políticamente, compra la papa caliente y pone al gobierno de Moreno en la obligación de responder por todas las consecuencias. El gobierno de Moreno y no el de Correa.
Es inverosímil oír a Viteri torturar los números y caer en los sofismas del expresidente para apoderarse políticamente un problema de este tamaño. En general, un ministro de Finanzas achica las pretensiones de la clase política y de sus compañeros de gabinete, poniendo la realidad fiscal por delante. Viteri hace al revés: nutre la impresión de que no se ha gastado suficiente y de que la realidad no es tan dramática como el propio Presidente la mostró.
En vez de disfrazar las cifras, un ministro de Finanzas sensato no brega, como hace Viteri, para ganar tiempo: presiona a los asambleístas para que resuelvan legalmente el atolladero en que su predecesor dejó metido el país. Ayer Augusto de la Torre dijo, en Radio Democracia, que la ministra debería utilizar esta ocasión para proponer un canje: subir el techo del endeudamiento pero a cambio de compromisos concretos, efectivos y urgentes del gobierno de eficiencia, austeridad y absoluta responsabilidad en el manejo de la macroeconomía.
Viteri tiene la oportunidad perfecta para ayudar al país a entender dos cosas fundamentales desde su ministerio: el correísmo fue un sistema en el cual el caudillo autoritario robo y dejó robar. Dos: sus delirios de grandeza generaron un derroche monumental que ahora la sociedad tiene que pagar. Por ser la ministra que tiene que buscar la plata y girar los cheques, Viteri debería ser la más interesada en tender ese cable a tierra para que la sociedad entienda que las malas decisiones políticas también tienen un costo en el bolsillo. Pero no: se esfuerza en tapar las cifras y se adhiere al discurso falaz del caudillo que en sus cuentas sociales usa sus declaraciones para seguir mintiendo y acariciando su ego a propósito de la magnífica gestión económica que hizo.
Inverosímil resulta la actitud de Viteri. Inverosímil y absurda porque milita contra el principal activo que tiene un ministro de Finanzas ante los inversionistas y los mercados: su credibilidad. ¿Acaso que los agentes económicos, externos o internos, caen el juego pueril de diferenciar la deuda del Estado entre deuda agregada y deuda consolidada? ¿Acaso que ese juego da más seguridad jurídica que asumir la realidad, viabilizar un marco legal para regular las cifras de la deuda  y realizar un canje entre el gobierno y la Asamblea alrededor de un baño de verdad en el país?
No se entiende cómo la ministra Viteri milita tan fervientemente en contra suya y sobre todo del gobierno que la emplea.

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