domingo, 27 de mayo de 2018

POR: Galo Muñoz Arce

Publicado en la Revista El Observador, edición 104, abril de 2018

Nicaragua
Rosa Murillo la heredera 
Rosario Murillo es un personaje peculiar. Su historia personal ha atrapado la imaginación de los nicaragüenses. De poeta que leía versos contra el somocismo en las gradas de los atrios de las iglesias pasó a controlar, con el triunfo de la revolución popular sandinista, los sindicatos de trabajadores de la Cultura y más tarde, con la caída del sandinismo, fue trabajando poco a poco su espacio dentro del Frente Sandinista. 

Se puso en contra de su hija, Zoilamérica Narváez, cuando esta denunció públicamente en 1998 a Ortega por violación, en una jugada que salvó al Comandante de hundirse políticamente, impuso el cierre de filas en el partido en torno al líder supremo, y a la postre le permitió a ella compartir el poder. Es, sin duda, una mujer inteligente y astuta, que sabe entender los tiempos. No es una política tradicional, como de alguna manera ha sido su marido. Murillo no recorre los barrios saludando ancianas ni besando niños. 

Tampoco es negociadora. Es una burócrata que sabe imponer el poder, que maneja de forma vertical. En Nicaragua se dice que ella es quien gobierna y aunque tiene un gran poder en la toma de decisiones administrativas, quienes conocen a la pareja presidencial aseguran que las decisiones importantes siempre las decide Ortega. Ella cogobierna como una gran regente del Estado.

¿Qué significa que Rosario Murillo se haya convertido en la heredera del Frente Sandinista? 
¿Por qué Daniel Ortega le entregó la sucesión? ¿Cuáles son los cálculos políticos del Comandante? Son preguntas que muchos en el país se hacen y las respuestas son difíciles dada la cerrazón en la que vive la pareja oficial, rodeada de un pequeño grupo de operadores políticos que cumplen las órdenes que llegan desde El Carmen, la Casa Presidencial y Secretaría del Frente Sandinista.

Para algunos analistas la decisión de Ortega está relacionada a su necesidad de dejar preparada a última hora una sucesión en caso de que él falte. El Frente Sandinista tiene todavía algunas figuras históricas, entre ellas el ex miembro de la Dirección Nacional Bayardo Arce, empresario y asesor económico del Presidente, y el ex jefe del Ejército Humberto Ortega, hermano del presidente, quien intenta proyectarse como un interlocutor con algún derecho de influencia en la sucesión. 

Pero ninguno de los dos está en las preferencias de Ortega y el caudillo tampoco ha mostrado algún interés por cultivar nuevos liderazgos para darle continuidad a su proyecto político. “Ortega no había pensado en dejar preparada la sucesión”, explica el analista Óscar René Vargas. “Si en un momento determinado aparecen Humberto o Bayardo, él sabe que eso puede causar un problema, por lo que decidió limpiar la mesa, lo que incluía despojar a la coalición opositora de la casilla del PLI (Partido Liberal Independiente), destituir a diputados opositores en la Asamblea y nombrar a Rosario. Pero no calculó el efecto internacional que esas decisiones tendrían”, agrega.

Oscar René Vargas se refiere al descrédito internacional generado por el golpe de Estado a la Asamblea Nacional y la designación de Murillo, que han puesto a Nicaragua nuevamente en las portadas de la prensa más importante del mundo. 

Además, el Congreso de Estados Unidos aprobó una iniciativa coloquialmente llamadada como “Nica Act” que impone sanciones a Nicaragua, al prohibir que organismos multilaterales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano, en los que Washington tiene una gran influencia, entreguen préstamos a Nicaragua, unos 250 millones de dólares anuales de los que depende la inversión pública.

Es difícil prever cómo gobernaría Rosario Murillo en ese panorama complejo. La cooperación petrolera venezolana, el gran combustible que le permitió a Ortega arrogarse todo el poder y a la vez desarrollar un sistema autocrático, de alianza con el gran capital y de políticas asistencialistas con los más pobres, ahora comienza a escasear, mientras Venezuela se sumerge en una profunda crisis y el gobierno de Maduro parece a punto de reventarse. 

Sin la cooperación venezolana, con una comunidad internacional fatigada y sin dinero de préstamos de organismos bilaterales, la Nicaragua del futuro cercano requeriría de un liderazgo capaz de negociar y demostrar flexibilidad  para salvar el interés nacional. ¿Es Rosario Murillo la persona adecuada? “El capital le tiene miedo, porque ella es muy inestable y no saben cómo se puede llegar a arreglos, negociar, con ella”, asegura Vargas.

Al faltar Ortega, continúa, puede haber una disputa por espacios de poder. Los poderes fácticos del país reclamarán sus espacios, por lo que Ortega necesitaba una figura que por lo menos fuera garantía para la estabilidad de su familia y el poder económico de la élite creada al amparo de la ayuda petrolera, más de 3,500 millones de dólares desde 2007. “Ortega hizo lo que los Somoza no pudieron: garantizar los privilegios familiares”, asegura Vargas. “Si no tienes poder, no negocias. Y Ortega le dio el poder a ella para negociar. 

La Nicaragua que eligió con una abstención de más del 60 la pareja Ortega-Murillo como Presidente y Vicepresidenta, confirma la esencia de un modelo autocrático. Los opositores advierten como el  inicio de una nueva dictadura dinástica en el continente, los empresarios se preparan para una etapa de gran incertidumbre y Rosario Murillo, la heredera, aún tiene que demostrar si podrá ejercer un liderazgo propio.

Amparada en su rol como copresidenta de facto, Rosario Murillo ha compartido el poder con su esposo desde su cargo como jefa del inexistente “Consejo de Comunicación y Ciudadanía”, actualmente como vicepresidenta, mientras todas las decisiones se mantienen centralizadas de forma absoluta, mientras los operadores ejecutan órdenes e intervienen ministerios. Entre esos operadores están Néstor Moncada, Rafael Ortega, Laureano Ortega, Fidel Moreno, Gustavo Porras y Bayardo Arce. 


Ernesto Cardenal y el Nobel de la Paz
No es la suya una poesía religiosa, pese a que él sí lo es; no es poesía política o comprometida —en el sentido que habitualmente se le da a estos términos— y sin embargo, los temas políticos y aún su propia postura combativa están continuamente presentes en su obra; no es tampoco poesía narrativa, aunque Cardenal emplee esa técnica o la del relato o relación en muchos de sus poemas. Hay algo más profundo en toda su obra que escapa a cualquier tipo de clasificación y que deja perplejos a críticos. 
Cardenal adopta en cada poema un modo de expresión que el propio tema, la situación o los personajes le imponen: es cronista con Gonzalo Fernández de Oviedo; predicador en el responso a Marilyn; conspirador revolucionario al recordar a su amigo Adolfo Báez Bone, asesinado por la dictadura; poeta enamorado cuando se dirige a las muchachas que algún día leerán emocionadas sus versos; repórter fotográfico al describir un atardecer en Managua; evangelista al contar en su “Apocalipsis” el monstruoso cuerpo metálico de la â€¨Bestia y el fin del mundo en una próxima guerra nuclear… Todos estos rostros, y aún muchos otros más, ofrece Cardenal, verdadero mago en metamorfosear su identidad como escritor y como hombre.”.
Ministro de Cultura durante la época de la Revolución Sandinista (1979-89), hoy uno de los principales críticos a la dinastía Ortega Murillo. Desde todo el continente han surgido voces que reclaman su postulación a Premio Nóbel de la Paz, acciones a la que nos sumamos como Revista “El Observador”, para premiar en vida a uno de los literatos más reconocidos y admirados en el ámbito mundial puesto que su creación poética y literaria ha sido traducido en más de veinte idiomas a nivel mundial.

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