sábado, 19 de mayo de 2018

Semblanza de Julio César Trujillo



Alberto Ordóñez Ortiz
Por AGN -19 mayo, 20181
Sin poses. Ni nada de estridencias. Sino todo lo contrario. Ecuánime y dueño de una envidiable serenidad que, sumada a la prestancia pública con que actúa -me refiero a Julio César Trujillo, nuestro Presidente del “Consejo Transitorio”- le convierten en arquetipo del más depurado patriotismo. Se podría decir que la transparencia domina sus actos y no en el sentido trivial del término cuando se lo emplea como lugar común de ocasión, sino como resultado de la soberana confianza que impone su objetividad y esa didáctica sencillez que es propia de los maestros. Su honestidad, es vivo ejemplo de una vida de manos limpias. Mantenida a rajatabla a lo largo y ancho de su vida pública y privada. Y, si a su lucidez me refiero, se refleja a plenitud en el espejo más exigente y en las certezas con que responde a las preguntas más complejas, incluso a las más delicadas, porque sin duda nada tiene que ocultar. El respeto que se merece no impide que no coincida con ciertas de sus opiniones jurídicas: como por ejemplo que el Consejo Transitorio tiene facultad para dictar normas de rango constitucional. Pero más allá de ese horizonte, el doctor Julio César Trujillo desde hace rato ingresó a la historia republicana y en sitial de la más alta respetabilidad.
Sus inicios en la política le sitúan en la desaparecida Democracia Cristiana, cuando sus principios se identificaban con las más caras aspiraciones populares: la justicia social con libertad, el derecho a la igualdad y todos los demás preceptos que forjados en esa línea de pensamiento hacen de la democracia ese supravalor al que todos aspiramos. No obstante -y él lo ha dicho- cuando la Democracia Cristiana habría -en su decir- abandonado su ideario original, no titubeó en desafiliarse. Está claro entonces que como ciudadano de honestidad a carta cabal y recia personalidad no podía continuar en una tienda política que no coincidía con sus innegociables principios políticos.
Su presencia y contribución al desenvolvimiento de la Comisión Cívica contra la Corrupción -la no designada por Correa- a la que se integró por mandato de las principales organizaciones sociales del país, significó su vigoroso fortalecimiento y certero desempeño. El país en su conjunto fue el directo beneficiario del accionar de la Comisión y, más, todavía, si se considera que se desentrañaron temas escabrosos que evidenciaron los graves e insoportables desvíos cometidos por el insufrible correato y su conducta ponzoñosa, maligna y fatal, cuya abismal hondura no permite por ahora visibilizarla en su integridad.
De allí que al doctor Julio César Trujillo le asistió toda la razón cuando públicamente y una vez que contó con el suficiente sustento informativo que surgió del seno de la Comisión Transitoria, no vaciló en decir con total entereza que Correa era un integrante más de la red de corrupción que con ilimitada audacia habría blindado con legislación específica expedida para ese siniestro y, exclusivo propósito. Con ecuatorianos de la talla del doctor Trujillo el país estaría salvado. Nuestro deber es seguir en la dirección que su profunda huella impone. (O)

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