Publicado en la Revista El Observador, edición 104, abril de 2018 |
|
La expansión del capitalismo, a su vez, expande las contradicciones de su propio sistema. Tomar al capitalismo como “lo dado” y “lo eterno” significa colapsar en su crítica y en la lucha social. Las organizaciones y movimientos sociales anticapitalistas surgen en contradicción al stablishment producido por el capital, pero no necesariamente son conscientes de su acción política.
El socialdemocratismo latinoamericano se ha sobrepuesto en la lucha ideológica: la democracia del Estado como salida política. El ciclo actual de los gobiernos populistas o progresistas (y su degeneración) es la muestra tajante de dicha realidad. Mientras tanto, como dice Ellen Meiksins Wood “gran parte de la izquierda intelectual ha perdido el hábito, los medios o incluso la voluntad de oponerse al capitalismo, no sólo en la práctica sino también en la teoría”. Si la izquierda surge históricamente como la interrogación per se al poder, esta interrogación no puede estar doblegada permanentemente al poder hegemónico. Todos sus medios y su voluntad consciente tienen que estar dispuestos contra el engranaje propulsor de ese poder: las relaciones sociales del capitalismo. Algunas acciones de las izquierdas sobrevivientes pueden aparecer como retrógradas, pero, en todo caso, la acción política de la izquierda organiza y condiciona subjetivamente al movimiento social. La contraofensiva del ajuste estructural o neliberalismo agudizó la explotación laboral y dispuso las instituciones del Estado para la acumulación privada. Las modernizaciones neoliberales desenvolvieron un nuevo momento de subsunción del trabajo al capital. El retorno al Estado fue una respuesta, pero ¿dónde se quedó el cuestionamiento directo al sistema, por qué esta no fue la salida principal? La caída del Muro de Berlín simboliza aparentemente el triunfo del capitalismo sobre el socialismo, sin embargo, a cien años de la Revolución Rusa, hace falta una crítica contundente al sistema instaurado en la URSS. En una crítica seria sería imposible concluir, por ejemplo, que la etapa final, de aquello que se autodisolvió en 1991, era en realidad socialismo. Ahora bien, al hablar de una izquierda anticapitalista se tiene que sostener la crítica misma al capitalismo, a la producción y circulación del capital en todas sus esferas, pero no sólo eso. Un nuevo sistema no surge sólo con el cambio de la apropiación de la plusvalía de las manos del capitalista privado a las manos del Leviatán estatal, el anticapitalismo significa un desarme total de las relaciones sociales existentes, de todas. La crítica a la utopía del comunismo no reside en su imposibilidad, sino en el miedo a transformarlo todo. Sin embargo, a riesgo de hablar de una izquierda anticapitalista no se puede excusar el pesimismo a la participación política en todos los acontecimientos y a través de todos los medios posibles. Toda lucha de resistencia de cualquier sujeto emergente, la construcción de un campo político favorable a las fuerzas populares, la intervención en los procesos electorales y la organización, como dice Marx, del arma de la crítica y la crítica de las armas, entre otras circunstancias, son varias constelaciones por conquistar. La producción de la hegemonía del contrapoder al capital se vitaliza con la incorporación de todas las fuerzas de resistencia al capital, dentro y fuera del Estado. El debate global de las izquierdas sobre las condiciones subjetivas, no es otro que el de la subjetivación de los momentos políticos en las condiciones histórico políticas distintas. Y aunque por viejo que pueda sonar esto, el rol de las izquierdas es la comprensión de esas condiciones y su estrategia de futuro. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario