Moreno cierra la pinza neoliberal
No son un secreto los nombres de los gigantescos grupos empresariales que se beneficiaron de las políticas del anterior gobierno. Varios de sus representantes fueron asiduos comensales de Carondelet. Otros integraron las comitivas presidenciales que se paseaban por el mundo haciendo negocios. Todos, sin excepción, jugaron al mismo juego: con los oídos recibían los improperios del caudillo, y con las manos recibían los frutos del gasto público. Ninguno se quejó del despilfarro irresponsable del patrimonio nacional.
16 de mayo del 2018
POR: Juan Cuvi
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
Lenín Moreno prescinde de interme-diarios; en lugar de almorzar en las mansiones de los grandes empre-sarios, coloca en su gabinete a sus delegados".
Uno de los grandes mitos del gobierno de Alianza PAIS fue la superación del neoliberalismo. Bastó una florida retórica de izquierda para convencer a muchos de que, en efecto, estábamos saliendo de la larga noche neoliberal. Lo que en realidad ocurrió durante la década pasada fue un reacomodo de los esquemas económicos y productivos a fin de asegurar una nueva fase de acumulación capitalista.
Esta trampa nace de una interpretación equivocada de las doctrinas neoliberales. Sus principales mentores, allá por los años 30 del siglo pasado, nunca se enfocaron en el tamaño del Estado, sino en su función. A diferencia del Estado liberal, cuyo rol se limitaba a dejar hacer y dejar pasar, el Estado neoliberal debía ser un eficiente servidor del mercado, especialmente alentando la competencia entre actores privados. Debía, en síntesis, recompensar al más exitoso, al más fuerte y eficiente. Tal como ocurrió durante el correato.
El grado de monopolización y concentración de la riqueza alcanzado durante el anterior régimen es inédito en la historia del Ecuador. A diferencia del modelo desarrollista preconizado por la CEPAL, donde el Estado acumula riqueza a través de las empresas públicas, el gobierno verde-flex transfirió al sector privado la mayor parte de los ingresos estatales derivados de la bonanza petrolera y de la tributación. Y lo hizo no solamente por la vía de la contratación de megaproyectos y la subcontratación de servicios, sino mediante un inmoral esquema de sobreprecios.
No son un secreto los nombres de los gigantescos grupos empresariales que se beneficiaron de las políticas del anterior gobierno. Varios de sus representantes fueron asiduos comensales de Carondelet. Otros integraron las comitivas presidenciales que se paseaban por el mundo haciendo negocios. Todos, sin excepción, jugaron al mismo juego: con los oídos recibían los improperios del caudillo, y con las manos recibían los frutos del gasto público. Ninguno se quejó del despilfarro irresponsable del patrimonio nacional.
Hoy, Lenín Moreno está descorriendo el velo con que durante diez años se encubrió este pacto neoliberal. Prescinde de intermediarios; en lugar de almorzar en las mansiones de los grandes empresarios, coloca en su gabinete a sus delegados. O a sus parientes directos.
El flamante Ministro de Economía no oculta sus inclinaciones. Ha sido y es un devoto del aperturismo y del libre mercado. Fervientemente le ha apostado a la consolidación del Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea. Y, en acoplamiento con el Ministro de Comercio Exterior, seguramente propiciará la suscripción de muchos otros tratados similares, empezando por uno con los Estados Unidos.
Nada nuevo si nos atenemos a los antecedentes. Fue Correa quien negoció y suscribió el TLC con los europeos, en un acto de acrobacia digno –ese sí– de la más refinada felonía con el país. Moreno solo está cerrando la pinza de un periplo que viene de mucho antes, y del que él también formó parte.
Esta trampa nace de una interpretación equivocada de las doctrinas neoliberales. Sus principales mentores, allá por los años 30 del siglo pasado, nunca se enfocaron en el tamaño del Estado, sino en su función. A diferencia del Estado liberal, cuyo rol se limitaba a dejar hacer y dejar pasar, el Estado neoliberal debía ser un eficiente servidor del mercado, especialmente alentando la competencia entre actores privados. Debía, en síntesis, recompensar al más exitoso, al más fuerte y eficiente. Tal como ocurrió durante el correato.
El grado de monopolización y concentración de la riqueza alcanzado durante el anterior régimen es inédito en la historia del Ecuador. A diferencia del modelo desarrollista preconizado por la CEPAL, donde el Estado acumula riqueza a través de las empresas públicas, el gobierno verde-flex transfirió al sector privado la mayor parte de los ingresos estatales derivados de la bonanza petrolera y de la tributación. Y lo hizo no solamente por la vía de la contratación de megaproyectos y la subcontratación de servicios, sino mediante un inmoral esquema de sobreprecios.
No son un secreto los nombres de los gigantescos grupos empresariales que se beneficiaron de las políticas del anterior gobierno. Varios de sus representantes fueron asiduos comensales de Carondelet. Otros integraron las comitivas presidenciales que se paseaban por el mundo haciendo negocios. Todos, sin excepción, jugaron al mismo juego: con los oídos recibían los improperios del caudillo, y con las manos recibían los frutos del gasto público. Ninguno se quejó del despilfarro irresponsable del patrimonio nacional.
Hoy, Lenín Moreno está descorriendo el velo con que durante diez años se encubrió este pacto neoliberal. Prescinde de intermediarios; en lugar de almorzar en las mansiones de los grandes empresarios, coloca en su gabinete a sus delegados. O a sus parientes directos.
El flamante Ministro de Economía no oculta sus inclinaciones. Ha sido y es un devoto del aperturismo y del libre mercado. Fervientemente le ha apostado a la consolidación del Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea. Y, en acoplamiento con el Ministro de Comercio Exterior, seguramente propiciará la suscripción de muchos otros tratados similares, empezando por uno con los Estados Unidos.
Nada nuevo si nos atenemos a los antecedentes. Fue Correa quien negoció y suscribió el TLC con los europeos, en un acto de acrobacia digno –ese sí– de la más refinada felonía con el país. Moreno solo está cerrando la pinza de un periplo que viene de mucho antes, y del que él también formó parte.
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