domingo, 27 de mayo de 2018

POR: Juan Cordero Íñiguez
Publicado en la Revista El Observador, edición 104, abril de 2018

Homenaje a El Observador
Me parece que una forma de aplaudir el esfuerzo, a veces heroico, de quien funda y dirige una revista es evocar la historia de cómo surgieron en nuestra vida cultural cuencana las revistas y destacar la duración de algunas de ellas. Quiero que con este artículo llegue mi congratulación para Jaime Cedillo Feijóo por ser el fundador, director y mantenedor de una revista que ha perdurado por veinte años y que llega a su edición a superar los cien números lo que vale decir, que ha tenido una regularidad casi bimensual hasta la fecha.

Las imprentas llegaron a Cuenca en los primeros años del siglo XIX, pues hay referencia sobre unas muy sencillas que solo servían para imprimir papel membretado u hojas sueltas de temas religiosos. Con el general Ignacio Torres y fray Vicente Solano empezó a funcionar una imprenta de más calidad de la que surgieron en 1828 las dos primeras publicaciones cuencanas: El Eco del Asuay, con un prospecto y luego con su primer número en el mes de enero y en el mismo año apareció el libro cuyo título se lo resume como La Predestinación, aunque su nombre completo es el de La Predestinación y reprobación de los hombres según el sentido genuino de las Escrituras y la razón, obra censurada e incluida en la lista de libros cuya lectura prohibía la Iglesia.

Pasaron muchos años para que comiencen a publicarse las revistas, pues la primera solo circuló a partir del 14 de julio de 1871 y se llamó La Aurora, órgano de un círculo cultural fundado y dirigido por Julio María Matovelle. Llevaba como lema la frase latina Adeo in teneris consuescere multum est que se traduce al castellano como “tanto influye en los hábitos iniciarlos desde la niñez.” Fue apoyada económicamente por el obispo Estévez de Toral, el jesuita Miguel Franco y por el mecenas de la institución Luis Cordero.  La revista supervivió hasta el 01 de septiembre de 1873, pues Federico Proaño, su principal redactor dejó la ciudad para vivir en Guayaquil.  

El mismo propiciador de grandes proyectos, el entonces jurista Julio María Matovelle pasó a fundar el Liceo de la Juventud, al que  se integraron muchos intelectuales cuencanos e incluso algunos guayaquileños y lojanos. Comenzó a funcionar el 12 de octubre de 1873. Terminó oficialmente sus labores en diciembre de 1879, cuando llegó al poder el general Ignacio de Veintemilla, quien ordenó la persecución de algunos jóvenes que se ubicaron en la oposición política. 

El Liceo de la Juventud pronto tuvo un órgano público de expresiones literarias. Se llamó La Luciérnaga que contó con el apoyo científico y académico de Antonio Borrero Cortázar (quien asignó la pequeña cantidad de diez pesos mensuales, cuando ejerció la primera magistratura), de Francisco Javier Arévalo, Luis Cordero, Remigio Estévez de Toral y Francisco J. Moscoso. La Luciérnaga en la cronología de las revistas cuencanas ocupa el segundo puesto. También se fundaron revistas manuscritas con nombres como La Hormiga, La Abeja, El Crepúsculo, El Calador, El Obrero, El Diario, El Analista. 

De aquel arranque hasta la fecha han pasado cerca de ciento cincuenta años, siendo una constante la corta o mediana vida de casi todas las revistas, incluso de las que se han identificado con prestigiosas instituciones.  Solo citaré algunas que han sido las más duraderas: La Revista Científica y Literaria de la Corporación Universitaria del Azuay (hoy Universidad de Cuenca), dirigida por Alberto Muñoz Vernaza a fines del siglo XIX y continuada después con el nombre de Anales de la Universidad de Cuenca, cuyo auge correspondió a los rectorados de Carlos Cueva Tamariz y de Gabriel Cevallos García; Avance, hasta ahora la de mayor duración, con 316 números publicados regularmente, mes tras mes, desde septiembre de 1981, siempre dirigida por Rolando Tello Espinosa; El Guacamayo y la Serpiente, revista de la Casa de la Cultura fundada por Efraín Jara Idrovo que llegó a los cuarenta números; Revista Católica, órgano de la Curia que apareció en 1918 bajo la dirección del padre Jesús Arriaga y que se la mantuvo con regularidad mensual por muchos años; Revista Tres de Noviembre cuyo primer número se editó en 1933 bajo la dirección de Víctor Manuel Albornoz y que hoy llega ya a su edición número 173; La Unión Literaria que apareció en 1893 y cuyos fundadores y redactores fueron Cornelio Crespo Toral, Remigio Crespo Toral, Miguel Moreno. Honorato Vázquez; la Revista del Centro de Estudios Históricos y Geográficos, que apareció en 1921 bajo el impulso de sus miembros y que llegó a editar hasta el número 50; La República del Sagrado Corazón de Jesús (1884)cuyo redactor principal fue José Julio Matovelle; Artesanías de América, revista del CIDAP; que tuvo regularidad por muchos años y que últimamente ha renacido con otro formato; Universidad – Verdad, revista de la Universidad del Azuay, que sigue circulando con regularidad y que se inició en 1986. A esta breve lista hay que añadir el nombre de El Observador, que apareció en 1998 y que llega a su vigésimo cumpleaños en el mes de abril del presente año.

Enhorabuena para la revista y para su empeñoso editor y director. Quienes nos vinculamos con el mundo editorial sabemos de la complejidad del proceso de preparar una obra y estar vigilante de todos los detalles para lograr la armonía entre la forma y el fondo, entre el continente y el contenido, lo que se puede apreciar fácilmente en El Observador.

Una revista que recoge muchos temas que están sujetos a diversas opiniones, como son esencialmente los periodísticos, puede tener personas que la elogien pero también detractores y hasta enemigos, pero nadie podrá dejar de reconocer que en los veinte años de vida y en los ciento y más números publicados hay un enorme trabajo, tenacidad, inteligencia, constancia y, sobre todo, libertad para recoger la opinión y el criterio  de los colaboradores y, en particular de su director. Una revista con estas características debe pervivir por muchos años.

Como una información complementaria, añado un listado, bastante amplio de las revistas que se han publicado en Cuenca y que han tenido una vida media o corta.  América Latina (1922). Director: Manuel Moreno Mora; Anales de la Junta de  Asistencia Pública (1927); Anales del Círculo Católico Literario (1905); Austral (1922). Redactores: Alfonso Moreno Mora, Cornelio Crespo Vega. Emmanuel Honorato Vázquez, Héctor Serrano; La Aurora de las Artes (1894); Azul; Beneficencia Cristiana (1912);  Boletín Abdón Calderón (1928). Órgano del Comité pro monumento; Boletín Administrativo de la Gobernación (1927); Boletín de Asistencia Pública (1930); Boletín de la Coronación de Crespo Toral (1916). Boletín de la Coronación de la Virgen del Rosario (1930); Boletín de la Escuela Superior de Minas (1937); Boletín de la fábrica del templo del Santo Cenáculo (1895). Redactor: Miguel Moreno; Boletín de la Gota de Leche (1925); Boletín del Colegio Manuel J. Calle (1939); El Boletín Literario (1893). Órgano de la Academia del Reinado Social de Jesucristo;  Cabeza de Gallo; Cometa (1933). Revista infantil de la escuela Luis Cordero; El Cóndor (1932). Redactores: Víctor Manuel Albornoz y Vicente Moreno Mora; El Crepúsculo (1884). Redactores: Carlos Viteri, Gonzalo S. Córdova, Luis Antonio Loyola; El Cuencano (1875). Sus redactores principales fueron Carlos Dávila y Cornelio Crespo; Cultura (1918). Redactores: Antonio Borrero, Manuel Muñoz Cueva, Octavio y Manuel Antonio Muñoz; Danza de Luz (1934). Alumnos del colegio Benigno Malo; Eclosión (1930). Órgano de la Liga Pedagógica del Azuay; En Marcha (1932). Órgano del Centro de Renovación; En voz baja  (1939). De Gabriel y Eduardo Cevallos García; Enfoque; Ensayos. (1938). Revista del colegio Rafael Borja; Filomela (1922) de Manuel Muñoz. Cueva; Franela Roja; Hacia el Ideal (1914). Redactores: Víctor Manuel Albornoz, Luis Peralta, José María Astudillo Ortega y Ricardo Darquea Granda; Hélice (1931). Órgano del Centro Cultural Manuel J. Calle; El Heraldo de la Hostia Divina (1898). Redactor: Julio Matovelle; El Ideal Católico (1926). Órgano de la Acción Católica Juvenil Ecuatoriana (A.C.J.E); Juris; Lápiz de Color (1938). Alumnos de la escuela Luis Cordero; Lapislázuli (1907). Redactores: Juan Íñiguez Vintimilla y Aurelio A. Bayas; El Lirio de María 1910). Director: P. Melchor Becerra; Mañana (1928). Directores y redactores: Alfonso Moreno Mora, César Andrade y Cordero y Luis Monsalve Pozo; Mástil (1938). Redactores: Julio Íñiguez Arteaga, César Hermida Piedra y Saúl T. Mora M; Miscelánea Histórica. Director: Octavio Cordero Palacios; Morlaquía (1933). Redactor: Carlos Aguilar Vázquez; Orientaciones (1930). Órgano del Instituto Manuel J. Calle; Ortos (1922). Órgano del Centro Literario Miguel Moreno; Páginas de Historia (1915). Redactor: Alfonso A. Jerves; Páginas Literarias (1918). Redactores: Alfonso y Manuel Moreno Mora; Philelia (1920). Director: Rapha Romero y Cordero; Retazos (1934). Órgano de la escuela Honorato Vázquez; Pucara, de la facultad de Filosofía de la Universidad de Cuenca; Revista de Antropología; Revista Cuencana (1902). Del Liceo de la Juventud; Revista de la Casa de la Cultura; Revista de la Cuarta Zona Militar (1923). Redactor: Luis E. Qintanilla; Revista de la facultad de Filosofía (1952); Revista de la Escuela de Medicina (1902). Director: Ángel María Estrella; Revista de la facultad de Medicina; Revista del Centro de Estudiantes de Jurisprudencia. 1921; Revista del Banco del Azuay (1923); Revista del Círculo Católico Abdón Calderón (1900). Director: Miguel Prado Orrego; Revista del Colegio Benigno Malo (1922); Revista del Instituto de Investigaciones Sociales (IDIS); Revista del Archivo Nacional de Historia, dirigida inicialmente por Diego Mora Castro, Revista del Instituto Azuayo de Folklore; Revista Eucarística (1920). De sacerdotes cuencanos; Revista Literaria de El Progreso (1884). Del Liceo de la Juventud; El Reinado Eucarístico. (1891). Redactores: Julio Matovelle y Tomás Alvarado; Rictus (1920). Redactores: Cornelio Crespo Vega y César Peralta Rosales; La Ruta Azul (1927). Director redactor: Nicolás Espinosa Cordero; El Sembrador (1931). Redactor: Carlos Terán Zenteno; Syrma, de jóvenes intelectuales;  Surcos (1933). Órgano de los trabajadores de la instrucción primaria; Sport (1937). Revista deportiva; Tomebamba (1920). De jóvenes universitarios; Travesuras (1933) de alumnos de la escuela de los Hermanos Cristianos y con el mismo nombre del maestro Julio Tamayo.

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