La Canciller lava la indignidad con patrioterismo barato
María Fernanda Espinosa está empeñada en que su aspiración a llegar a la presidencia de la Asamblea General de las Naciones Unidas sea asumida por los ecuatorianos como si la suya fuera la causa de una deportista que representa al Ecuador en una competencia internacional. Como si su candidatura, y así lo dijo en dos entrevistas que ha tenido a día seguido, fuera algo similar a la selección de fútbol compitiendo en un mundial o a la participación del ciclista Richard Carapaz en el Giro de Italia.
Para la Canciller, no hay otra actitud posible frente a su pretensión que la de la incondicionalidad patriótica y de amor por lo ecuatoriano Cualquier crítica que pueda existir, entonces, o es una injustificable falta de patriotismo o pura persecusión política en su contra.
En las dos entrevistas que ha tenido, el lunes en el canal de gobierno Ecuador TV y el martes en Teleamazonas, ha dicho que ella lleva puesta la camiseta del Ecuador. Que amplios sectores de la sociedad critiquen su candidatura, porque creen que la política internacional que ella representa ha sido indigna y vergonzosa, es una posibilidad que para ella no existe, o niega. Espinosa recupera ahora a un discurso patriotero y tribunero para revestir su candidatura de un espíritu nacional y deslegitimar las críticas que han surgido en su contra.
La Canciller actúa como si no entendiera que amplios sectores se oponen a su candidatura porque creen que ella representa la actitud vergonzosa e indigna que el Ecuador ha mantenido en asuntos internacionales, sobre todo frente al tema venezolano. Ella ha alcahueteado, por acción y omisión, al reino de brutalidad y perversidad que Nicolás Maduro ha instalado en Venezuela, de donde millones de personas salen huyendo del hambre y la descomposición económica, social y política.
En las dos entrevistas que ha dado, Espinosa ha defendido su pretensión no solo con coartadas para salir al paso de las críticas sino que ha sostenido cuatro argumentos a favor de su candidatura, de los cuales uno es falso, otro es absurdo y dos son tramposos.
El argumento falso es el que dice que hay límites consitucionales que le impiden opinar sobre temas políticos que involucran a otros países porque eso, asegura, afecta la soberanía de los países. La restricción a la que se refiere la Canciller, en realidad, no incluye los casos en que hay violaciones a los derechos humanos. Que los países hagan críticas a otros que violan los derechos humanos y que tomen acciones para evitar que se cometan dichas violaciones es parte de una doctrina vigente y aceptada en el mundo civilizado desde la segunda guerra mundial. Únicamente regímenes impresentables como el de Siria o el de Nicolás Maduro, insisten en que nadie puede ni debe opinar sobre sus atropellos. Además, ¿por qué no dijo nada cuando su mentor Rafael Correa dijo que Honduras sería un buen lugar para morir en su afán de salvar el gobierno de Manuel Zelaya y viajó a ese país en un claro intento de inmiscuirse en asuntos de política interna?
Su segundo argumento es absurdo: nadie necesita a estas alturas informes académicos o diplomáticos de lo que ocurre en Venezuela o Nicaragua para tener absolutamente en claro que ahí se cometen atropellos a los derechos humanos que amplios sectores de la sociedad ecuatoriana deplora y condena. Hay decenas de países, entre ellos muchos que tienen sofisticados y desarrollados sistemas diplomáticos, que ya han tomado una actitud de condena frente a lo que ocurre en Venezuela, particularmente en sus más recientes elecciones, y en Nicaragua donde más de 40 personas han muerto en las últimas semanas por la represión del gobierno de Daniel Ortega. Además, decir que ante temas que involucran derechos humanos hay que tomarse tiempo es escandaloso pues se trata de posiciones que deben adoptarse con la urgencia que amerita la integridad física de las personas.
Los agumentos tramposos son dos: uno se relaciona con la licencia que dice que ha pedido para dedicarse a su campaña y el otro le permite negar que el Ecuador tiene un compromiso con Honduras: según dice ese país jamás contestó la nota verbal según la cual Ecuador votaría por la candidatura hondureña a la presidencia de la Asamblea General de la ONU, a cambio del voto por el correísta Patricio Pazmiño para la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Espinosa sostiene que ha pedido licencia para poder, finalmente y por primera vez, dedicarse a su campaña, cuando en verdad ha venido haciendo campaña desde hace meses, viajando a varios países e incluso utilizando el avión presidencial. Espinosa usa la coartada de la licencia para librarse de la presión ciudadana para que se pronuncie sobre el tema venezolano (algo que le podría costar votos en la ONU) y para evitar que los gastos que ha hecho durante las últimas semanas no sean incluidas en el examen que la Contraloría ha anunciado que hará de sus desplazamientos.
El argumento de que Ecuador no estaba obligado a dar su voto por Honduras a cambio del que ese país dio por Patricio Pazmiño para que sea juez de la Corte Interamericana también es tramposo. Según Espinosa, si Honduras nunca respondió la nota verbal signfificaba que el Ecuador no estaba comprometido en nada. Pero resulta que Honduras sí cumplió con su palabra y votó por Pazmiño. ¿No es eso prueba suficiente de que Honduras aceptó la propuesta del entonces canciller Ricardo Patiño? Si Honduras cumplió su parte, Ecuador debía haber hecho lo mismo. Espinosa encuentra cualquier justificación para incumplir la promesa hecha por el anterior gobierno y seguir adelante con su plan.
Si con Janeth Hinostrosa la canciller Espinosa se graduó en sacerdotisa de coartadas para justificar indignidades, en la entrevista que tuvo en Ecuador TV con Eduardo Khalifé llamó, en cambio, la atención que su entrevistador no le haya preguntado sobre las elecciones en Venezuela. Justo al día siguiente de las elecciones más cuestionadas, mañosas y comentadas de los últimos tiempos; el día que era universalmente conocido que 14 países del continente habían llamado a sus embajadores a consulta, al entrevistador no se le ocurrió preguntar a la canciller la posición del gobierno sobre el tema. El mismo día que España, Canadá, Australia, EEUU y casi todos los países del mundo habían anunciado que no iban a reconocer los resultados dejando en la otra orilla únicamente a Rusia, Siria, Cuba, Irán, Bolivia y otros cuatro países.
Espinosa sabe que puertas adentro su candidatura es cuesta arriba porque es evidente que la hondureña ha perdido casi todas las posiblidades de ganar, sobre todo por la posición de los países musulmanes que no perdonan que ese país haya sido uno de los pocos que apoyó la decisión de Donald Trump de reconocer a Jerusalem como capital de Israel. Por eso, la canciller ahora trata de convencer a quienes la escuchan de que se pongan la camisa de hinchas y salgan a apoyarla como si estuvieran en el graderío de un escenario deportivo. Crear una atmósfera positiva a su favor podría relajar las intenciones de la oposición de llevarla a un juicio político.
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