martes, 1 de mayo de 2018

n elefante entró a la Alcaldía y Rodas no lo vio

  en La Info  por 
Mauricio Rodas se aplicó sobremanera esta semana para estar en los medios de comunicación. Se hizo incluso entrevistar por un empleado y pagó, en muchas radios, para reproducir ese diálogo artificioso. Ese es un mecanismo que usa, con matices, en forma habitual en una quincena de radios.
Rodas tiene de qué preocuparse. A su fama de pésimo administrador, se suma ahora la imagen, funesta para él, del fiscal de Pichincha en las oficinas municipales deteniendo a cinco de sus altos funcionarios. Entre ellos a Fausto Miranda, gerente de Movilidad, Andrea Flores, secretaria Metropolitana de Movilidad y Darío Tapia, ex secretario de Movilidad. La investigación, que involucra a los concejales Eddy Sánchez y Sergio Garnica, salpica igualmente al alcalde de Quito. Al fin y cabo son sus funcionarios y los ediles han tenido que ver con su mayoría política. Y han sido asociados con el reparto que hizo el alcalde de las administraciones zonales: Eddy Sánchez en Quitumbe y Sergio Garnica en Calderón.
El caso investigado, que incluye cobros indebidos por permisos y trámites efectuados por conductores de Pichincha de buses y de taxis, aviva, dos rostros de la Alcaldía que Rodas se esfuerza en negar a pesar de las evidencias: corrupción e ineficiencia. Se entiende su despliegue mediático. A meses de que se inicie la campaña electoral, es un golpe político que su administración esté vinculada a escándalos de corrupción. El fiscal Fabián Salazar habló de una verdadera “estructura criminal”. Es decir que las ramificaciones pueden extenderse. El monto del perjuicio, $80 millones, habla no solo del número de personas involucradas sino del tiempo que tuvo esa estructura para operar sin problemas.
Mauricio Rodas no se creyó obligado a dar ninguna explicación. Se limitó a decir obviedades: que está dispuesto a colaborar con la Fiscalía. Que hay que llegar hasta las últimas consecuencias. Que tiene toda la apertura para entregar información para que se esclarezca la verdad. Que ya reemplazó a los funcionarios… Y, en efecto, presentó a los nuevos muy a su manera: rebuscando adjetivos grandilocuentes para describir sus méritos y bondades, el honor que representa para la municipalidad que ellos trabajen ahí… Lo mismo hizo en el pasado con los que hoy están respondiendo ante el fiscal por presuntos delitos de enriquecimiento privado, asociación ilícita y concusión. Y pasó a otra cosa. A tapar lo sucedido. A ponerse casco y hacer presencia en escenarios donde se muestra como un alcalde emprendedor y eficiente. Incluso apareció al lado del presidente Lenín Moreno en la inauguración de la Unidad de Vigilancia Comunitaria Eugenio Espejo…
Rodas no se dio por aludido. Y procedió como si el escándalo de corrupción que sucede en su alcaldía, que es generado por funcionarios que él nombró y concejales que él volvió señores feudales en ciertas zonas de Quito, no fuera responsabilidad suya. El alcalde de Quito –como Jorge Glas, como Rafael Correa– tampoco sabe lo que es la responsabilidad política. No sabe que aquello que sucedió en las oficinas municipales, a pocas puertas de su despacho, habla no solo de su sentido político sino de sus mecanismos administrativos. En los hechos, si Rodas no es corrupto, es un alcalde inepto: entró un elefante a la Alcaldía de la Capital y él no lo vio. Rodas es un administrador indigno de su cargo.
El escándalo reventó el 20 de abril. Y Rodas no ha dicho por qué su administración supuestamente no detectó lo que estaba ocurriendo. ¿Qué hizo ante la creciente ola de rumores que hablaban de extorsiones que afectaban a los transportistas? ¿No hay controles en su administración al punto de que puede operar una red delincuencial de la magnitud que anunció el fiscal?
La forma como Mauricio Rodas enfrenta este capítulo vergonzoso no sorprende: lo mismo hizo con la Solución vial Guayasamín. Con Quito cables. Con la escombrera de El Troje. Con el escándalo de Mauro Terán. Lo mismo hizo con el asesor mexicano de su esposa, en los guagua centro, que resultó sindicado por la justicia de Estados Unidos por narcolavado. O con la presencia fantasmal de su polémico hermano en los asuntos de la Alcaldía. Rodas evade sus responsabilidades, echa tierra a los escándalos, su secretario de comunicación activa el aparato de troles contra sus críticos y todos pasan a otra cosa. El resultado de todo esto es que Quito es hoy una capital al garete, sin proyectos ni imaginarios convocantes, sucia, con calles destruidas y sin liderazgo político. Rodas engañó a Guillermo Lasso y a Jaime Nebot, se acomodó con el correísmo y ahora canjea los votos de su partido en la Asamblea con el morenismo para poder llegar al final de su mandato. Lo ha salvado su mañosería, no su gestión.
Rodas no es hoy ni la pálida copia de él mismo: hace seis años, presumiendo de su juventud, prometió cambiar la política y sorprender a sus electores por su eficiencia en la administración pública. Ni lo uno ni lo otro. No estaba preparado para la Presidencia de la República. Y su práctica prueba que tampoco lo estaba para alcalde. Quito sigue pagando esa novelería.

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