El Presidente metió la pata con los médicos
La intervención de Lenín Moreno en la III Cumbre Mundial “Hambre Cero”, el pasado 27 de abril, da cuenta cabal de la desorganización que hay en su gobierno. Porque un gobierno que asume un proceso de transición –como el que tiene en frente– y con la institucionalidad de bagatela que dejó Correa –que tiene que ser reconstruida–, lo primero que hay que cuidar es la palabra presidencial. No es lo que ocurre con el gobierno actual. En esa cumbre, Lenín Moreno hizo aseveraciones inauditas sobre el cáncer y sobre los médicos. Hoy se puede decir desde el gobierno, como se dice, que no generalizó, que sus críticas iban dirigidas a aquellos profesionales que privilegian sus chequeras en vez de los pacientes, pero el daño está hecho: basta recorrer las redes sociales para percatarse de que Moreno se hizo, en forma gratuita y sin sentido alguno, enemigos en un sector que también Rafael Correa había agredido.
La salida de tono de Lenín Moreno es reveladora de la forma poco profesional y chabacana en la cual el equipo presidencial, incluido el Presidente, asume la tarea de gobernar. Moreno, hecho el filósofo cuántico, improvisa, cuenta anécdotas y se sale de madre en los temas de gobierno. Eso pone en peligro los únicos activos (por polémicos que resulten) que tiene su gobierno: él y su palabra. Si Moreno puede decir cualquier cosa, por ser el Presidente, nutre el peor de los mensajes en este momento: que ser presidente es precisamente poder decir cualquier cosa. Y por decir cualquier cosa, porque eso fue lo que hizo en Cuenca, el Presidente está siendo arrastrado en las redes sociales. Se lo ganó.
El gobierno de Lenín Moreno causa perplejidad. Se conduce como si le sobrara tiempo y tuviera capital político para gastar en forma indiscriminada. ¿Ni el presidente ni los miembros de su entorno son conscientes de que se desmoronan en los sondeos? ¿Nadie dice a Moreno que ya no pueden vivir con lo que hicieron (inhabilitar a Rafael Correa) y que tienen que pasar a otra etapa y responder a las expectativas ciudadanas, que no son casas regaladas y más bonos? ¿Por qué –para saber qué son y qué no son– no le dicen al país en qué puntos piensan romper realmente con el correísmo? ¿Por qué el Presidente no pone, como en el fútbol, unos armadores del equipo gubernamental en los campos político, económico, social y de seguridad? Personas que organicen, convoquen a otros ministros y funcionarios, den coherencia a la acción gubernamental, anuncien metas y pongan plazos? ¿Por qué no nombra portavoces, que pudieran ser los mismos armadores, capaces de generar la conversación con el país sobre las políticas públicas?
En el anterior gobierno, Correa ocupaba todos los puestos y hablaba por todo el mundo. Ahora el gobierno pasó al extremo contrario: no hay figuras que generen, expongan y debatan los lineamientos gubernamentales. ¿Y por qué no los hay? Porque el Presidente y su equipo de gobierno no toman decisiones y creen que deben ser más leales a sus pruritos ideológicos que a las tareas de gobernar al Ecuador. No han enviado el proyecto de ley con el carácter de económico-urgente que tanto esperan los ciudadanos en el campo de la producción, el empleo y la economía en general. Nada han hecho sobre la Ley de Comunicación. Nada han concretado en la lucha contra la corrupción. Y esta lista puede alargarse.
Moreno no solo no decide y no cuida su palabra sino que cuando habla –como hace los lunes– olvida marcar el rumbo de su gobierno y esclarecer a la nación. Antes hacía novena de buenos propósitos. Ahora cuenta lo que hace, anuncia la agenda semanal y manda un mensaje. Pero en el fondo procede como un motivador; no como un Presidente. Él y su equipo no parecen haber entendido que el país no necesita lecciones de autoayuda y superación sino decisiones y un norte. Sus ambigüedades le están costando puntos en los sondeos y sus salidas de tono, como la que tuvo en Cuenca, un costo político tan absurdo como innecesario.
Ejercer la Presidencia no es solo un ejercicio de carisma: es un trabajo profesional que obliga al Presidente –aquí y en cualquier otro lugar– a conducirse según los lineamientos de un libreto predeterminado por él y su equipo. Cuando no existe es porque no hay equipo. Y si no hay equipo, no se enecesitan, en efecto, armadores de juego. Por eso, el gobierno de Moreno está en serios problemas.
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