martes, 14 de noviembre de 2017

Pabel Muñoz mete la ética bajo la alfombra

  en La Info  por 
Todo aquello que perjudique al correísmo es innecesario y no es esencial. El escándalo Odebrecht, por ejemplo, o el siniestro fenómeno del acoso sexual a menores en el sistema educativo del país no están en la lista de aquellas cosas que deben ser ventiladas por la clase política y la Asamblea. Las temas esenciales y necesarias en el debate público son, exclusivamente, aquellas que el proyecto correísta decida.
Este discurso que Alianza País está elevando a la categoría de santo evangelio para mantener a sus feligreses a salvo del lodazal de la corrupción y la impunidad tiene en Pabel Muñoz a su principal y mejor apóstol. Muñoz ha logrado posicionarse, en estas últimas semanas, como el teórico del correísmo cuya misión es convencer a la sociedad de que no debe afligirse por la corrupción, la impunidad o el deterioro de las instituciones democráticas porque hay gente, como él claro, que va a luchar por aquello que sí es esencial y necesario. Lo esencial no son los juicios políticos ni las investigaciones a las denuncias de corrupción sino aquellas otras cosas que Muñoz y sus compañeros deciden. 
En uno de sus recientes mensajes colocados en la cuenta Twitter, Muñoz decía que él y su bancada iban a dedicarse “a lo esencial”, y elaboraba pequeña lista de aquellos temas que él considera como prioridades “para las grandes mayorías”. En esa lista aparecía el trámite de una ley para prevenir y erradicar la violencia en contra de las mujeres y otro par de temas legislativos. Pero ¿y Glas?  El tema le rebotó como avalancha de recriminaciones en los comentarios que siguieron a su mensaje. “Caretuco” le decía una usuaria, “no te olvides del juicio político a tu pana Glas” le insistía otro. “Sinvergüenzas solo buscan impunidad y olvido, ni idea de lo que es responsabilidad del puesto y ética pública”, colocó otra tuitera mientras una cuarta le decía “la corrupción y su combate! Nunca estará en tu agenda”.
El discurso sobre lo “esencial” y lo “innecesario” ya lo había desarrollado Pabel Muñoz un día antes del tuit durante una entrevista con Miguel Ribadeneira en Ecuadoradio. En ella, el asambleísta insistió en aquello de lo “esencial” y lo “no necesario” y para eso recurrió a una anécdota. Cuando estaba kínder, contó, su compañero era quien años más tarde sería un futbolista profesional: Paúl Guevara. El era el único de la clase, dijo, que cuando jugaban fútbol era capaz de sacar la pelota de la montonera de chicos que la seguían en tropel para poder hacer los goles.  Así, dijo, tienen que hacer los políticos. Sacar el debate de donde están todos enfocados para llevarlo a donde se ubican los verdaderos problemas de las “grandes mayorías”.
El argumento de que las mayorías no necesitan hablar sobre corrupción y otros temas incómodos para el correísmo, sino únicamente en asuntos relacionados, como dijo Muñoz en Ecuadoradio, con el empleo, la economía, la seguridad social, la salud y la educación, parte del concepto de que el debate público solo se legitima cuando tiene relación con las necesidades básicas. Es la ecuación según la cual lo único que importa es el estómago de la gente. Las mayorías, como dice Muñoz, no tienen la capacidad de entender ni se merecen un debate donde entre la dimensión ética de la administración pública. Es la mirada más despreciativa de la sociedad: como un colectivo de mugrosos cuyo único interés legítimo es alimentarse.
Para Muñoz enjuiciar a Glas no es necesario ni esencial. Para juzgarlo, sostiene, está el sistema de justicia y a su dictamen habrá que allanarse. Los políticos deben dedicarse a otras cosas. “Los políticos estamos haciendo de la política un desprestigio permanente, solo hablamos de corruptos y eso el pueblo no se lo merece”. Cuando el periodista le insistió en el tema de Glas y Odebrecht, Muñoz trató de relativizar la cosa y afirmar que lo importante no es castigar únicamente la corrupción de los funcionarios públicos sino también las empresas que los coiman. Por eso, cuando prácticamente se le obligó a entrar en ese incómodo terreno que para él es el tema Glas, el asambleísta se explayó en la crítica a la Fiscalía que decidió no acusar a los funcionarios de Odebrecht que ya están encausados en el Brasil. “Ojalá tengamos una sociedad donde no haya corrupción dentro y fuera del Estado”, fue la reflexión con la que remató la entrevista.
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El discurso de Muñoz es perverso no solamente porque asume a la sociedad como una masa de menesterosos a los que no hay que incluirlos en un debate donde incluya el tema de la dimensión ética de la administración pública. También es perverso porque al minimizar la importancia del combate a la corrupción  o al equiparar los juicios políticos con un “show”, como también lo hacen muchos de sus compañeros de bancada,  empobrece y hasta podría aniquilar la variable ética del ejercicio político.
Pero además de estas perversiones, el discurso de Muñoz y sus correligionarios lleva intrínsico un elemento que no es menos grave: es mentiroso.  Cuando Glas quiso ir a la Asamblea para exponer su versión sobre las acusaciones que se le hacían, entonces ahí no había “show” y la presencia del Vicepresidente sí era esencial y necesaria. Tanto lo fue que hasta se colocó alfombra roja para que ingrese al recinto legislativo y se le rindieron honores. Es decir, cuando se trata de que Glas dé su versión, como parte de su estrategia de defensa, entonces el tema sí tiene que ser introducido en el debate público. Pero si se trata de enjuiciar a Glas, entonces todo es un show de la oposición y deja de ser esencial y necesario.
Pabel Muñoz es, además, intelectualmente deshonesto. Con sus pretensiones académicas, siempre trata de adornar lo que dice con cifras y frases sacadas de algún manual del tecnócrata aplicado. Y así afirma cosas con las que él es incoherente. Según él, por ejemplo, lo que ocurra en el nterior de Alianza País no es algo que deba ser cubierto por la prensa en forma tan detallada. “Se ha querido transmitir a la ciudadanía como Gran Hermano todo lo que ocurre en Alianza País y eso es innecesario”, dijo a Miguel Ribadeneira quejándose de que “algunos” medios de comunicación que publican todo lo que ocurre durante las reuniones en las que Alianza País discute temas en los que no hay consensos absolutos. ¿Por qué Muñoz cree que lo que ocurre en AP no le debe interesar a la ciudadanía? ¿En nombre de qué o de quién él puede decidir lo que es relevante o irrelevante para la sociedad? Muñoz desconoce o se hace el que desconoce que lo que ocurre dentro de ese movimiento es algo que necesariamente tiene que ver con la esfera pública. ¿No es acaso el movimiento más importante de la política ecuatoriana como él se jacta? 
Se podría pensar que el razonamiento de Muñoz calza en la lógica estalinista de que el Estado-partido es el único que tiene la legitimidad y la capacidad para escoger lo que es bueno para la sociedad. Pero en realidad lo que ahora dice Muñoz sobre Alianza País, jamás lo hubiera sostenido sobre la llamada “partidocracia”. A Muñoz, como a ninguno de sus correligionarios, jamás le habría parecido “innecesario” que la prensa detalle sobre los conciliábulos del Partido Social Cristiano o de la Democracia Popular.
Tras la argumentación no solo reposa la lógica autoritaria de que alguien debe decidir qué es bueno y que no lo es para las “inmensas mayorías”. También está la necesidad de que la discusión sobre corrupción e impunidad no terminen por corroer la fuerza de su movimiento político.  Muñoz debe pensar que si el tema de la ética pública llega a tomarse el debate público entonces el futuro de Alianza País está comprometido. Como no puede tampoco ignorarlo por completo (sería impresentable), se cubre con muletillas o  lugares comunes para empatar supuestamente el partido. Ejemplo: si se combate a la corrupción en el Estado (que ellos administraron, )no hay que olvidar la corrupción en el sector privado…
Por eso, en el comunicado “a nuestros mandantes” que publicó la bancada de Alianza País el 9 de noviembre, la corrupción apenas aparece en el 4to punto. En el primero está el tema de la lealtad a Rafael Correa (¡eso es esencial y necesario!), en el segundo la necesidad de cumplir el programa de gobierno que ganó las elecciones, en tercero la erradicación de la pobreza y solo en el cuarto se habla de la necesidad de combatir la corrupción. Claro, la bancada de Alianza País lo hace sin mencionar ni citar el tema de Odebrecht que, en realidad, es un asunto que desde el punto de vista ético no podía ser invisibilizado.
Con su pretensión de minimizar la importancia de la ética pública, Pabel Muñoz está pervirtiendo el debate público. Lo más peligroso es que él y quienes articulan el mismo discurso logren imponer un orden donde lo ético esté subyugado a lo ideológico. Ya en las redes sociales abundan los mensajes, lanzados desde lo más profundo del correísmo radical, en los que se responde a cualquier condena de la corrupción con el consabido “pero si la partidocracia hacía lo mismo”. Es decir, el riesgo está en que la corrupción sea, finalmente, asumida como normal y que quienes fueron corruptos no sean castigados por la sociedad inhabilitándolos para administrar la cosa pública.
Muñoz está empeñado en meter el tema de Glas bajo la alfombra y seguir haciendo política como si aquello no fuera una insensatez. Por fortuna, su coartada ha encontrado resistencia en las redes. Porque si lograse convencer de aquello a la sociedad, ya no importaría que solo los corruptos hagan política.

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