miércoles, 15 de noviembre de 2017

Moreno atenta contra su capital político

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En términos formales lo que ha hecho el Presidente de la República, con su proyecto económico, es un verdadero papelón. El texto fue repudiado casi por aclamación, al punto de que Lenín Moreno tuvo que retractarse anoche ante el país y anunciar siete ajustes. Incluso dispuso, con espíritu de remendador, que equipos del Ejecutivo se sienten a quitar y poner artículos del Frankenstein que armó su equipo económico.
Ya han llovido comentarios contra ese equipo económico y algunos insinúan que está saboteando al Presidente. Otros han pedido a Moreno que se deshaga de esos funcionarios, como muestra de hartazgo por sus continuos errores. Eso lleva a suponer que Moreno es víctima de sus técnicos, que no revisa medidas ni proyectos antes de enviarlos y que, no obstante, los firma. Un escenario demasiado intrincado para tomarlo como real.
Moreno conservó, al inicio, el equipo económico por dos razones. La primera, funcional: ellos conocían las cifras reales y los trucos para hacerlas aparecer mejor de lo que eran. La segunda, política: al conservar el equipo de Correa, neutralizó al núcleo duro del correísmo poniéndose a buen recaudo de sus ataques.
Su reto era igualmente doble. Por un lado, dejarlos que probaran, como le prometieron, que el Estado tenía flujo suficiente para seguir funcionando. Por otro, obligarlos a transparentar las cifras reales de la gestión correísta. Para ese momento, Moreno no tenía un plan económico propio ni la economía figuraba en la lista de sus urgencias. Por eso el Presidente lanzó las famosas mesas de diálogo destinadas a ocupar y entretener a los actores económicos mientras avanzaba su estrategia política. Su problema es que se alargaron los tiempos y su equipo económico, como si tuviera que continuar con meros ejercicios de mantenimiento, mantuvo la fórmula conocida: lanzar bonos al mercado, endeudarse y crear impuestos. Pero lo que era tolerable en junio y julio para electores y actores económicos, ya no lo es ahora. Moreno está juntando las agendas política y económica y sus estrategas, de tenerlos, no están sopesando el costo.
Hay errores políticos de bulto. Es impresentable, por ejemplo, haber hecho mesas de trabajo con el empresariado y, luego, enviar un proyecto económico en el cual, según uno de ellos, no hay nada qué recuperar de él. Ese costo político se repite con los ciudadanos penalizados por tener menos hijos, o no tener. O con los socios o accionistas que temieron tener que responder ante el fisco con su patrimonio por la omisión del administrador o falta de activos para cumplir con las obligaciones. Igual ocurre con los consumidores por la subida de aranceles.
Moreno olvidó que no hay órgano más sensible que el bolsillo y no hay cobarde mayor que un dólar. Dicho de otra manera, cualquier intento o acción real en el campo económico tiene incidencia política. Es obvio que el papelón hecho con este proyecto es un atentado al capital político del Presidente y, por esa vía, a la estrategia política que hay tras la consulta popular.
Este escenario pone en evidencia un interrogante mayor: ¿sabe la izquierda que Moreno quiere encarnar qué hacer con la economía? ¿Quiere hacer algo absolutamente diferente a lo que hizo Correa? ¿Qué? Basta con formular la pregunta para que salten inmediatamente los pruritos o los prejuicios que, resumiendo, se expresan así: no vamos a aplicar el plan económico de Guillermo Lasso. 
En los hechos, es muy probable que Moreno no sepa a quién entregar las riendas de la economía porque ni él ni sus amigos han decidido cómo ser de izquierda (es lo que dicen que son) sin hacer lo que hizo Correa. El peso de la ideología es tan aplastante que, en vez de decir al país, cómo piensan crear riqueza (desde su papel de facilitadores), siguen diciendo qué impuesto impondrán a los ricos o cómo piensan castigar a los evasores. Pero no responden lo que se antoja esencial: ¿cómo piensan dejar que los ciudadanos produzcan riqueza y que la sociedad empate libertades con bien-estar?
Moreno tiene en la economía, el reto mayor de lo que significaría salir verdaderamente del correísmo y dar un nuevo rostro a la izquierda que dice representar. Por ahora en ese campo solo hay viejas fórmulas y una estrategia deplorable que lo ha puesto a gastar capital político antes de hora.

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