Publicado el 2017/07/15 por BLL
[Alberto Ordóñez Ortiz]
DIARIO EL MERCURIO
DIARIO EL MERCURIO
La frase bíblica “Las torres más altas se derrumban” ha tenido cumplimiento inexorable a lo largo y ancho de la historia. Las Torres Gemelas lo dicen todo. Para que ir a buscar más allá. Ni más acá. Su verdad refulge nítida. Inapelable. Soberana. Detrás de su enunciado, en apariencia elemental, hay un mensaje profundo que por su contenido axiomático se integra a las verdades universales. Con absoluta propiedad podría resumise en la siguiente expresión: “Nada es para siempre”. Cuando hemos atravesado las capas de la frase de inicio y hemos llegado al tuétano, nos encontramos con que su verdad ha sido enteramente simple. Clara. Diáfana. Alejada de la pomposa floración que surge de la retórica inflamada por la la cursilería que se enreda en sus propios y torpes pies. La verdad, por su naturaleza tiene que ser cristalina. La Teoría de la Relatividad de Albert Einsteín la resumió en la siguiente y universal fórmula: E-MC/2. Nada más simple y abimal a la vez.
El problema de fondo radica en que por elemental que sea, no todos pueden entenderla. En unos casos, puede ser, por incapacidad. En otros, porque la única verdad que conocen es la suya. Las de los demás son expresión de negligencia crónica, de ineptitud manifiesta o proviene de la “perversa” órbita de los “periodistas corruptos y omnibulados por el odio”. Viven en su mundo retorcido -los dueños de la verdad- por sus convicciones que les aprietan y sólo les dejan ver su horizonte de corto alcance, nublado por su descomunal prepotencia. Si por desgracia les ha tocado desempeñar altas funciones públicas -o la más alta-, se creen intocables y eternos.
Como por acto de encantamiento, pierden el sentido de las proporciones y de un día para otro, de personas que en su momento proyectaban la sombra de su medianía, de pronto se convierten -a costa de su exclusiva arrogancia y la de su roñosa publicidad-, en “el presidente más importante de nuestra historia”; en el mayor economista de todos los tiempos; cuando lo único que supo hacer es restar los fondos del IESS; en este caso, 2.500 millones de dólares, no eran 2.500 millónes de dólares, sino cero. La aritmética se resintió y llora 2.500 millones de veces. He allí, de cuerpo entero, el pontífice. El irremplazable. El ungido; convertido, ahora que no tiene el poder; en lo que era y es, en un ciudadano pueril, insípido en la acepción de anodino; en suma, en uno más del montón.
El ciudadano ex-Presidente, quien se dio la lija de ganar todos los juicios por injurias que propuso en contra de varios Medios y respetables columnistas, obteniendo cuantiosas indemnizaciones, ha perdido y ha sido castigado in situ en el juicio que planteó contra el columnista Martín Pallares, integrante del colectivo 4 pelagatos. Hay que preguntarse qué puede ser menos que un pelagato; pues, “el autoexiliado que carece de una posición respetable, comunmente conocido como pelafustán”. Curiosamente, Correa, al abordar el avión que le conduciría a Bélgica, no se olvidó de llegar su gato, a lo que yo, de inmediato me dije: allí hay gato encerrado. (O)
El problema de fondo radica en que por elemental que sea, no todos pueden entenderla. En unos casos, puede ser, por incapacidad. En otros, porque la única verdad que conocen es la suya. Las de los demás son expresión de negligencia crónica, de ineptitud manifiesta o proviene de la “perversa” órbita de los “periodistas corruptos y omnibulados por el odio”. Viven en su mundo retorcido -los dueños de la verdad- por sus convicciones que les aprietan y sólo les dejan ver su horizonte de corto alcance, nublado por su descomunal prepotencia. Si por desgracia les ha tocado desempeñar altas funciones públicas -o la más alta-, se creen intocables y eternos.
Como por acto de encantamiento, pierden el sentido de las proporciones y de un día para otro, de personas que en su momento proyectaban la sombra de su medianía, de pronto se convierten -a costa de su exclusiva arrogancia y la de su roñosa publicidad-, en “el presidente más importante de nuestra historia”; en el mayor economista de todos los tiempos; cuando lo único que supo hacer es restar los fondos del IESS; en este caso, 2.500 millones de dólares, no eran 2.500 millónes de dólares, sino cero. La aritmética se resintió y llora 2.500 millones de veces. He allí, de cuerpo entero, el pontífice. El irremplazable. El ungido; convertido, ahora que no tiene el poder; en lo que era y es, en un ciudadano pueril, insípido en la acepción de anodino; en suma, en uno más del montón.
El ciudadano ex-Presidente, quien se dio la lija de ganar todos los juicios por injurias que propuso en contra de varios Medios y respetables columnistas, obteniendo cuantiosas indemnizaciones, ha perdido y ha sido castigado in situ en el juicio que planteó contra el columnista Martín Pallares, integrante del colectivo 4 pelagatos. Hay que preguntarse qué puede ser menos que un pelagato; pues, “el autoexiliado que carece de una posición respetable, comunmente conocido como pelafustán”. Curiosamente, Correa, al abordar el avión que le conduciría a Bélgica, no se olvidó de llegar su gato, a lo que yo, de inmediato me dije: allí hay gato encerrado. (O)
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