miércoles, 19 de julio de 2017

ALEXIS MERA, UNA VERGÜENZA



Felipe Burbano de Lara
El Universo, martes, 18 de Julio, 2017 - 00h07
Alexis Mera encarna de la manera más acabada el baile de máscaras y camisetazos que define al momento poscorreísta que vive el Ecuador. De ser un fiel servidor de Rafael Correa, de haberse proclamado en varias ocasiones revolucionario convencido –lo cual en sí mismo era una demostración de que la revolución nada tenía de revolucionaria– hoy no tiene el menor empacho en aceptar –las malas lenguas dicen que se palanqueó hasta el cansancio– su nombramiento como embajador en Washington.
Tres reflexiones trae el “caso Mera”. Primera, su inconsistencia ideológica. No tiene ningún problema en pintarse del color ideológico que sea necesario para obtener gracias del poder. Fue asesor de Febres-Cordero, luego diez años de Correa y ahora se alineó rápidamente con Lenín Moreno. Mera se proclamó militante y servidor de un gobierno que levantó la bandera nacionalista, impugnó los tratados de libre comercio, defendió hasta el final la tragedia venezolana, levantó una retórica antiimperialista, proclamó una tesis fuerte de soberanía, y ahora irá a los Estados Unidos a representar a un gobierno que anunció un giro en las relaciones con ese país, su voluntad de recomponer íntegramente los vínculos diplomáticas y rehacer también los lazos con los organismos financieros internacionales. El revolucionario Mera se presta para cualquier cosa.
En segundo lugar, retrata la deslealtad que tanto le irrita a Correa del gobierno de su sucesor. Mientras el exlíder político despotrica contra Moreno, con acusaciones tan graves y dolidas, Mera hace maletas para irse a Washington. Mera es de los pocos ex colaboradores íntimos de Correa –el otro es Ricardo Patiño, quien rápidamente aceptó un cargo de asesor político para trabajar junto con Gustavo Larrea– que no se han pronunciado sobre las críticas del ex presidente al nuevo gobierno ni han pedido coherencia como lo hicieron los hermanos Alvarado. Ha guardado un silencio que habla de sus débiles convicciones y pobres lealtades.
Tercera, muestra la propia inconsistencia de Moreno y los límites y ambigüedades de su gobierno. Mera es el responsable de muchas de las leyes más restrictivas de los derechos diseñadas por la revolución ciudadana –el Código Penal, la Ley de Comunicación– del manejo y control de la justicia, y de mantener a la Fiscalía y Contraloría –ahora sabemos quién era el contralor– bajo el dominio del Ejecutivo. Fue operador jurídico y político de un gobierno autoritario y represivo. Y a este señor, que construyó jurídicamente el aparato correísta, que siempre encontraba caminos legales para que la revolución operase políticamente, Moreno lo premia con la embajada en Washington. No hay coherencia ni consistencia de ninguno de los dos lados.
En personajes como Mera, la Revolución Ciudadana muestra sus penosas inconsistencias políticas y Alianza PAIS su deriva ideológica. A él se suman personas como Rosana Alvarado, Paola Pabón, Richard Espinosa, el propio Patiño, por dar solo unos pocos nombres, que entran en el giro y dan el camisetazo sin ruborizarse. En Washington, Mera irá a cumplir una agenda de reconciliación, de acercamiento, a sepultar las proclamas nacionalistas y socialistas del siglo XXI. Una vergüenza para Alianza PAIS, para la alicaída Revolución Ciudadana y para el gobierno de Moreno. (O)

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