Lasso no ocupa el espacio que los electores le dieron
Guillermo Lasso no ha encontrado su puesto en la oposición al gobierno de Lenín Moreno. Ni el puesto ni el perfil.
El resultado está en las cifras del nuevo Presidente: según Cedatos, la opinión que califica de buena su gestión suma 70%. El porcentaje es el mismo cuando se califica la actitud y la forma de ser de Moreno. En su palabra creen menos: 64%. En definitiva, hay votantes de Lasso que pasaron la página de la elección y están observando positivamente al sucesor de Rafael Correa.
Lasso no parece haber dado ese paso. Tras la actitud parcializada del CNE, tras el sospechoso apagón informático, Lasso no reconoció el triunfo de su contendor. Las irregularidades del proceso electoral, el apoyo descarado del Estado puesto al servicio del candidato de Alianza País, dieron piso a la denuncia que hizo de fraude. No obstante, la demostración –hecha por César Monge, presidente de CREO–, sobre lo que ocurrió con los votos el 2 de abril, no tuvo la contundencia que el momento requería.
La consecuencia fue grave para Lasso: no reconoció a Moreno como Presidente y lo tildó de ilegítimo pero, sin estrategia de recambio, quedó parqueado en una suerte de limbo político. El nuevo gobierno no era su interlocutor ni su contradictor. Simplemente no existía. Esto marcó durante semanas su actitud y la de su partido. Y las declaraciones de César Monge, 20 días después de la elección, en las cuales habló de la unidad que debía construir su partido para las elecciones locales de 2019, produjeron mensajes en tres direcciones. Una: CREO no hará –y no hizo– el balance público de su proceso político. Dos: CREO se pone al margen de la realidad política que arrancó el 2 de abril. O no le interesa procesarla. Tres: CREO es un partido que vive para las elecciones; es decir, no es un partido: es una simple maquinaria electoral.
Nueve semanas después de instalado Moreno en Carondelet, CREO sigue sin desenredar el ovillo y su estrategia no es inteligible para la opinión. Se dirá que los dirigentes de ese partido –y el mismo Lasso– son críticos y que en sus redes sociales desnudan muchas de las contradicciones del actual Presidente. Es verdad. Pero es poco para un candidato que obtuvo, con fraude o sin él, 49% de votos del electorado.
Lasso no aceptó el diálogo propuesto por Moreno. Más allá del tema formal, ese gesto podía verse como el preámbulo de un nuevo momento político. CREO lo leyó como una trampa: no tomó la palabra al gobierno. No puso sobre la mesa la urgente agenda democrática. No presionó para que esas promesas se convirtieran en hechos.
La pelota estaba en su campo. Es verdad que algunos ex candidatos, como Paco Moncayo o Cynthia Viteri, se equivocaron del medio a la mitad: en vez de exigir compromisos concretos sobre la agenda democrática, salieron de Carondelet con una foto y enredados en los vericuetos de la tabla de consumo de drogas… Pero ese error político, no invalidaba el hecho creado por Moreno: civilizar las contradicciones, dar juego a la sociedad, respetar al contradictor y hacer reformas democráticas. Esas promesas requerían y siguen requiriendo una masa crítica democrática para volverlas realidad.
La pelota estaba en su campo. Es verdad que algunos ex candidatos, como Paco Moncayo o Cynthia Viteri, se equivocaron del medio a la mitad: en vez de exigir compromisos concretos sobre la agenda democrática, salieron de Carondelet con una foto y enredados en los vericuetos de la tabla de consumo de drogas… Pero ese error político, no invalidaba el hecho creado por Moreno: civilizar las contradicciones, dar juego a la sociedad, respetar al contradictor y hacer reformas democráticas. Esas promesas requerían y siguen requiriendo una masa crítica democrática para volverlas realidad.
CREO desertó de ese terreno. Se refugió en una crítica descosida sin entender, al parecer, que la agenda política nacional pasa por algunas prioridades que son comunes a todos los partidos democráticos: enterrar el modelo autoritario y el modelo económico inviable de la década de Rafael Correa.
Cualquier señal dada por el gobierno de Moreno en esa dirección interesa a los demócratas del país. Y ha dado algunas: luchar contra la corrupción, modificar la Ley de comunicación, revisar la Ley de plusvalía, reconocer y aupar las organizaciones de la sociedad civil… Esto no se concretará sin una sociedad activa y sin el concurso decidido de los partidos democráticos. ¿No hace parte esto del programa de CREO? ¿Nada tiene que decir ese partido y ninguna corriente de opinión tiene que animar sobre las grandes dossiers del momento: Glas, la corrupción, la situación económica… ?
El partido de Lasso no parece procesar la dinámica política del momento. No está produciendo pensamiento político. Ni propuestas. No ocupa el espacio que casi cinco millones de electores le otorgaron. Luce de espaldas a los procesos reales de una opinión que, cansada del correísmo, premia a Lenín Moreno solamente por hacer posible que se respire otro aire y anuncie cambios… sin realmente concretarlos.
CREO se promocionó como un partido diferente. Por ahora más parece una maquinaria electoral que un laboratorio donde se preparan las fórmulas alternativas de poder.
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