Alianza PAIS y la telenovela de la corrupción
El sector de correístas fanatizados sabe que Glas es su única tabla de salvación frente a la amenaza de naufragio. En dos meses Moreno ha dinamitado algunos pilares aparentemente inamovibles del correato (como el control de los medios mal llamados públicos). Y anuncia que irá por más. En tales circunstancias, aquellos grupos que sienten amenazadas sus canonjías necesitan mostrarle los dientes al primer mandatario, enviarle el mensaje de que están dispuestos a darle guerra si traspasa las líneas rojas fijadas por ellos.
19 de julio del 2017
POR: Juan Cuvi
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
El mayor problema para ese sector de nostálgicos del correísmo sectario es que el archivo del juicio político no pone fin a la tele-novela".
Es complicado encontrar un término para definir el comportamiento del gobierno en estos dos meses. ¿Ambigüedad, imprecisión, duda? ¿Es ello parte de una estrategia hábilmente diseñada o refleja una insuperada debilidad? Porque, así como el régimen ha tomado medidas que lo desmarcan clara y frontalmente del correato, hay otras que se prestan para innumerables interpretaciones. Como, por ejemplo, la exhortación de Moreno para que el vicepresidente no siga defendiéndose. ¿Fue un anticipo de lo que decidió el CAL a propósito del juicio político o fue un llamado para que arregle los enredos por cuenta propia?
Lenín Moreno no ha asumido la defensa de Jorge Glas, es cierto, pero tampoco lo ha abandonado a su suerte. Aunque estratégicamente le convendría deshacerse de esa incómoda cuña, parece no tener aún las condiciones propicias. ¿O le falta determinación? Porque el juicio político era la gran oportunidad para hacer dos jugadas decisivas: presionar a la Corte Constitucional y luego virar a un grupo de asambleístas de Alianza País a favor de la censura. Con eso, y como dice el Miche, ¡pelado el pollo!
Pero cualquier intención naufragó en el CAL. ¿Significa eso que los cinco asambleístas que se opusieron al juicio político pertenecen al ala incondicional y fanatizada del correísmo o, definitivamente, todo el oficialismo –incluido Moreno– consideró su inconveniencia? En medio de tanta incertidumbre, el archivo del juicio político a Glas puede también prestarse a varias interpretaciones.
La primera, y más obvia, es que el oficialismo nunca iba a cederle la ofensiva política a CREO. Permitir el juicio implicaba admitir, de manera indirecta, las sospechas de corrupción. No obstante, Alianza País tenía en sus manos la clave para reivindicar la figura de Glas, sacarlo en hombros de la Asamblea Nacional y descalificar a la oposición. Inclusive, contra toda evidencia que lo condenara. ¿Por qué no le apostaron a esa opción?
Una explicación puede ser que el correísmo duro no está seguro de la solidez de su bancada legislativa en situaciones extremas. Desde ahora hasta una eventual votación en la Asamblea Nacional podía correr mucha agua bajo el puente. Sobre todo, bajo el puente del Ejecutivo y de su capacidad de maniobra. Especialmente con el bloque de aliados. La absolución podía haber terminado con Glas en la cruz.
Otra lectura apunta a una medida de fuerza al interior de Alianza País. A fin de cuentas, el sector de correístas fanatizados sabe que Glas es su única tabla de salvación frente a la amenaza de naufragio. En dos meses Moreno ha dinamitado algunos pilares aparentemente inamovibles del correato (como el control de los medios mal llamados públicos). Y anuncia que irá por más. En tales circunstancias, aquellos grupos que sienten amenazadas sus canonjías necesitan mostrarle los dientes al primer mandatario, enviarle el mensaje de que están dispuestos a darle guerra si traspasa las líneas rojas fijadas por ellos. Gritarle ¡traidor! en público o pedirle que se vaya es un adelanto de la virulencia con que defenderán sus feudos. Apuntalar a Glas significa apuntalar sus intereses.
El mayor problema para ese sector de nostálgicos del correísmo sectario es que el archivo del juicio político no pone fin a la telenovela. La información sobre los casos de corrupción seguirá fluyendo, y Jorge Glas tendrá que seguir defendiéndose indefinidamente. Su promesa de pasar la página no sirve de nada. La investigación de los casos de corrupción, así como la posibilidad de su esclarecimiento, penderán como espada de Damocles sobre ese sector del oficialismo. Difícil hacer política con semejante escenario.
Lenín Moreno no ha asumido la defensa de Jorge Glas, es cierto, pero tampoco lo ha abandonado a su suerte. Aunque estratégicamente le convendría deshacerse de esa incómoda cuña, parece no tener aún las condiciones propicias. ¿O le falta determinación? Porque el juicio político era la gran oportunidad para hacer dos jugadas decisivas: presionar a la Corte Constitucional y luego virar a un grupo de asambleístas de Alianza País a favor de la censura. Con eso, y como dice el Miche, ¡pelado el pollo!
Pero cualquier intención naufragó en el CAL. ¿Significa eso que los cinco asambleístas que se opusieron al juicio político pertenecen al ala incondicional y fanatizada del correísmo o, definitivamente, todo el oficialismo –incluido Moreno– consideró su inconveniencia? En medio de tanta incertidumbre, el archivo del juicio político a Glas puede también prestarse a varias interpretaciones.
La primera, y más obvia, es que el oficialismo nunca iba a cederle la ofensiva política a CREO. Permitir el juicio implicaba admitir, de manera indirecta, las sospechas de corrupción. No obstante, Alianza País tenía en sus manos la clave para reivindicar la figura de Glas, sacarlo en hombros de la Asamblea Nacional y descalificar a la oposición. Inclusive, contra toda evidencia que lo condenara. ¿Por qué no le apostaron a esa opción?
Una explicación puede ser que el correísmo duro no está seguro de la solidez de su bancada legislativa en situaciones extremas. Desde ahora hasta una eventual votación en la Asamblea Nacional podía correr mucha agua bajo el puente. Sobre todo, bajo el puente del Ejecutivo y de su capacidad de maniobra. Especialmente con el bloque de aliados. La absolución podía haber terminado con Glas en la cruz.
Otra lectura apunta a una medida de fuerza al interior de Alianza País. A fin de cuentas, el sector de correístas fanatizados sabe que Glas es su única tabla de salvación frente a la amenaza de naufragio. En dos meses Moreno ha dinamitado algunos pilares aparentemente inamovibles del correato (como el control de los medios mal llamados públicos). Y anuncia que irá por más. En tales circunstancias, aquellos grupos que sienten amenazadas sus canonjías necesitan mostrarle los dientes al primer mandatario, enviarle el mensaje de que están dispuestos a darle guerra si traspasa las líneas rojas fijadas por ellos. Gritarle ¡traidor! en público o pedirle que se vaya es un adelanto de la virulencia con que defenderán sus feudos. Apuntalar a Glas significa apuntalar sus intereses.
El mayor problema para ese sector de nostálgicos del correísmo sectario es que el archivo del juicio político no pone fin a la telenovela. La información sobre los casos de corrupción seguirá fluyendo, y Jorge Glas tendrá que seguir defendiéndose indefinidamente. Su promesa de pasar la página no sirve de nada. La investigación de los casos de corrupción, así como la posibilidad de su esclarecimiento, penderán como espada de Damocles sobre ese sector del oficialismo. Difícil hacer política con semejante escenario.
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