RÍO DE JANEIRO – Recientemente, la derecha política latinoamericana ha tenido una racha ganadora.
En Brasil, el Partido de los Trabajadores fue expulsado del poder en 2016 después del juicio político a Dilma Rousseff. En noviembre de este año, el argentino Mauricio Macri tuvo una victoria contundente en las elecciones legislativas que dejaron al peronismo —que históricamente ha tenido una influencia formidable— dividido y a la deriva.
Y el domingo pasado, en Chile, desapareció la última esperanza de la izquierda por mantenerse en el poder en uno de los países con mayor peso económico y diplomático de la región con el triunfo en balotaje de Sebastián Piñera, expresidente que hizo campaña con una plataforma electoral conservadora.
“¡Chile se salvó!”, gritaron los partidarios de Piñera reunidos afuera de su sede de campaña en Santiago, donde una persona llegó a celebrar con un busto del dictador Augusto Pinochet.
El giro político de la región se ha producido conforme la caída de precios de las materias primas forzó a los gobiernos a recortar gastos y ante la revelación de casos de corrupción que han manchado la reputación de los líderes que llegaron al poder con promesas de distribuir la riqueza en estos países signados por la desigualdad.
“La población latinoamericana está enviando un mensaje tras sucesivos fracasos y crímenes de la izquierda en todos los países donde gobernó”, escribió en Twitter Jair Bolsonaro, el senador brasileño de extrema derecha a quien las encuestas ubican en segundo lugar en intención de voto para las elecciones del próximo año. Después de felicitar a Piñera, Bolsonaro también hizo referencia a una conferencia de partidos de izquierda regionales y dijo: “Los días del Foro de São Paulo están contados”.
Entre los líderes de izquierda que siguen en el poder, los dos con mayor prominencia han sido acusados de recurrir a medidas antidemocráticas para mantenerse en sus cargos.
El presidente venezolano Nicolás Maduro se convirtió en un paria regional después de que en agosto convocó la Asamblea Nacional Constituyente para suplantar a la Asamblea Nacional, controlada por la oposición. Fue uno de los pasos más agresivos del chavismo para consolidarse en el poder ante una crisis económica y humanitaria.
Evo Morales, presidente de Bolivia, también fue criticado por intentar postularse para un cuarto mandato en 2019, en contravención de la constitución del país y del rechazo expresado por los votantes en un referendo de 2016.
Y entre el giro a la derecha, América Latina también enfrenta retos considerables por una desaceleración económica y una polarización cada vez mayor de la sociedad.
Hasta cierto punto, esas dificultades son el resultado de políticas y expectativas que fueron establecidas por los mismos líderes de izquierda. Las actuales medidas de austeridad promovidas por los gobiernos de Brasil y Argentina con la intención de reducir la inflación o los déficits han enfurecido a personas que llegaron a considerar como derechos básicos el acceso a una educación gratuita o a una buena jubilación.
La senadora Gleisi Hoffman, presidenta del PT brasileño que gobernó entre 2003 y 2016, dijo que la izquierda comenzó a flaquear después de que la crisis financiera de 2007-2008 en Estados Unidos desatara un periodo de incertidumbre económica global y recortes presupuestarios. Dijo que los políticos de la derecha utilizaron el argumento de que los gobiernos de izquierda eran irresponsables en materia fiscal.
“La gente había alcanzado un nivel de bienestar en el que tenían alimentos y acceso a servicios públicos y comenzaron a tener otras demandas”, dijo Hoffman en una entrevista reciente. La senadora añadió que los políticos de izquierda no podían cumplir con eso y no pudieron convencer a los votantes de que las mejoras en sus vidas eran el resultado de las políticas implementadas por ellos.
“Los programas sociales y las ganancias que la gente tuvo en ese periodo fueron vistas como los resultados de esfuerzos individuales”, dijo.
No obstante, los votantes también se desencantaron de algunos líderes de la izquierda por los escándalos de corrupción. Hoffman y las otras dos grandes figuras recientes del PT —Luiz Inácio Lula da Silva y Rousseff— fueron acusadas de corrupción en septiembre; el expresidente Lula incluso fue condenado a diez años de prisión. Los tres afirman que se trata de una cacería de brujas para prevenir que la izquierda regrese al poder en las elecciones de 2018.
Los gobiernos de centroderecha también han tenido dificultades al impulsar las reformas que, según sus promesas, generarían una nueva era de prosperidad regional.
El mandatario brasileño, Michel Temer —quien este año gastó buena parte de su capital político para detener el avance de los cargos de corrupción en su contra— ha batallado para conseguir el apoyo necesario para una reforma al sistema de pensiones.
En Argentina, la reforma jubilatoria promovida por Macri, que fue aprobada después de 17 horas de fuerte debate este martes, conllevó manifestaciones masivas y violentas en Buenos Aires y la convocatoria a un paro por parte de varios sindicatos.
Juan Cruz Díaz, analista político que dirige la consultoría Cefeidas en Buenos Aires, dijo que los votantes han gravitado hacia la derecha debido a un rechazo al estilo de gobierno de los políticos que ahora cayeron en desgracia.
“Los votantes están rechazando a gobiernos que estuvieron en el poder por mucho tiempo y que se asociaron con corrupción y ciertas actitudes autoritarias que se convirtieron en su forma de ejercer el poder”, indicó.
En Chile se vio con el desplome de la popularidad de Michelle Bachelet, parcialmente por una desaceleración económica y una mayor deuda, algo que terminó por afectar al senador Alejandro Guillier, el candidato oficialista de centroizquierda que hizo campaña con la promesa de mantener el rumbo de las reformas de Bachelet.
“En buena parte de América Latina lo que estamos viviendo es la resaca de algo que no era sostenible en cuestión económica”, dijo Luis Tonelli, profesor de políticas comparadas en la Universidad de Buenos Aires. “Pero eso no se aplica a Chile que es un país en el que por fin se está creando una clase media y ahora ese segmento de la sociedad tiene más demandas que son difíciles de cumplir”.
Aunque se ha disminuido el poder de los líderes de izquierda en la región, su influencia no ha sido aniquilada. Por ejemplo, Lula, pese a los cargos criminales, sigue siendo la opción más popular en los sondeos de cara a las elecciones en Brasil; mientras que en Ecuador, Lenín Moreno derrotó a un candidato de centroderecha en abril.
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