sábado, 23 de diciembre de 2017

El quirófano II



Publicado el 22 diciembre, 201721 diciembre, 2017 por AGN
[Bridget Gibbs Andrade]
Continuando con el tema de la semana anterior, el cirujano, luego de un buen descanso, regresó a operar, y las puertas del quirófano se abrieron de par en par. Imaginemos como serían las siguientes “cirugías” pendientes…
Ingresaría aquel señor que pensó pasaría desapercibido en Miami, pero su prominente quijada le jugó una mala pasada. Pesan sobre él dos acusaciones: enriquecimiento ilícito no justificado y defraudación tributaria. Correría la misma suerte que sus amigos… manco por el resto de su vida.
Luego, le tocaría el turno a la ñaña del iluminado. “Doctor, yo no robé. Cuando gané la lotería, construí mi hotel en Galápagos”, le mentiría. El cirujano no daría oídos a esa falacia y respondería: “Ensuciaste tus manos como lo hizo tu ñaño, que por cierto, no lo veo por aquí. Me imagino tendrá miedo del bisturí”.
El tío y sobrino más “célebres” del país también pasarían por el quirófano. El primero pediría una sesión de botox antes de la mutilación; el segundo, de rodillas, imploraría perdón asido de la Biblia. El cirujano, hastiado de tanta sinvergüencería, le diría: “Aprovechando que trajiste la Biblia, recítame el séptimo, octavo y décimo mandamiento”. El tío le aconsejaría: “Mejor no los recites, porque de que robaste, mentiste y codiciaste bienes ajenos, lo hiciste”. Ambos parientes quedarían mancos…
A continuación, ingresaría un periodista repudiado por muchos y querido por… quedémonos con la primera descripción. Un superintendente que se creía amo y señor de los medios de comunicación, tras bastidores le llamaban el “Can de la Inquisición”. Él, con su arrogancia innata, solicitaría de un ladrido le corten sólo una mano. Con la otra planeaba escribir sus memorias sobre leyes absurdas y arbitrarias que, paradójicamente, durante once años, silenciaron, persiguieron y encarcelaron a muchos colegas suyos…
Cuando la caterva de mancos se alejaría del hospital, el cirujano saldría a espiar si no había quedado alguien sin operar y vio, con asombro, cómo se escabullía un cuerpo por debajo de unas sillas. Se apresuró, y al instante lo atrapó. “Con que te querías escapar. Te voy a operar y así tú también dejarás de robar”, le reprendería. Temblando, el paciente con el corazón más ardiente y la mente más lúcida, rogaría al doctor tuviera misericordia. No podría vivir sin sus manos limpias, las que le ayudaron a orquestar el mayor atraco a nuestra sociedad.
Cuando en eso se escucharon varios pasos y, por detrás de la puerta, asomaría la jorga de mancos y gritaría: “¡Córtele las dos manos, es el cabecilla!”.
A todos ustedes, les envío mis mejores deseos en esta Navidad… menos a los mancos aquí descritos, que con coimas y sobreprecios lucraron sin piedad… 

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