Mauricio Rodas cavó con esmero su tumba
Que Mauricio Rodas no pretenda repetir mandato: eso le están diciendo los asesores externos que saben cómo están sus cifras. Y esas cifras son catastróficas en todos los ámbitos, al punto de que se da por sentado, en los círculos políticos quiteños, que Rodas no se candidatizará para la elección de 2019.
Los datos que arrojan las encuestas le son desfavorables y coinciden en la tendencia, aunque los porcentajes difieren. Casi tres de cada cuatro quiteños tiene una opinión negativa sobre su gestión. Ocho de cada diez quiteños no le cree. Cuando se suman problemas y decepciones se puede afirmar que en la capital hay la percepción de que su situación, bajo la administración de Rodas, ha empeorado. Este síntoma de fin de año también es revelador: Rodas hace parte de la lista de personajes que los quiteños quieren quemar el 31…
Mauricio Rodas, alcalde de Quito desde mayo de 2014, ha hecho méritos para nutrir estas percepciones. Su administración no está conectada con ninguna obra o proyecto emblemático para Quito. Su administración es sinónimo de enorme vacío. De falta evidente de liderazgo. De ausencia de ideas. De carencia de visión. Rodas no solo no ha agregado al desarrollo que Quito ha conocido con casi todos sus alcaldes: Quito ha retrocedido porque sus problemas se han agravado y se han acumulado. Quito es hoy una ciudad detenida en el tiempo.
El vacío que se siente no es solo administrativo: toca igualmente el campo político. Rodas no tiene el calado, la formación, la experiencia, la entereza ni la valentía para entender el reto que, a sus 39 años, los quiteños pusieron en sus manos. Su alcaldía no supo interpretar el momento político que le tocó vivir.
Timorato, rehén de sus propias negociaciones con el correísmo, tan ambicioso como carente de olfato político, el alcalde de Quito no estuvo a la altura del desafío autoritario que Correa planteó al Ecuador. Rodas ni siquiera se interrogó lo que debía hacer el alcalde de una ciudad que, a pesar de la orfandad política, salió a las calles, manifestó, reclamó sus derechos, quiso poner freno a los exabruptos del correísmo. Y cuando los periodistas se lo plantearon, en reuniones informales, respondió que los quiteños no lo habían elegido para pelear con el Ejecutivo… Quite de torero con el que pretendió saldar ese pasivo.
Timorato, rehén de sus propias negociaciones con el correísmo, tan ambicioso como carente de olfato político, el alcalde de Quito no estuvo a la altura del desafío autoritario que Correa planteó al Ecuador. Rodas ni siquiera se interrogó lo que debía hacer el alcalde de una ciudad que, a pesar de la orfandad política, salió a las calles, manifestó, reclamó sus derechos, quiso poner freno a los exabruptos del correísmo. Y cuando los periodistas se lo plantearon, en reuniones informales, respondió que los quiteños no lo habían elegido para pelear con el Ejecutivo… Quite de torero con el que pretendió saldar ese pasivo.
Eso también es Mauricio Rodas: una catarata de palabras, de discursos alambicados, mezcla de grandes principios, supuestos valores y realizaciones grandilocuentes. En los hechos, sin embargo, Rodas ni ha cambiado la ciudad ni ha marcado las conciencias de los quiteños que no saben, tras tres años y medio de administración, para dónde va la ciudad ni a qué aspira.
¿Puede Rodas hablar de renovación urbana? ¿Puede indicar cuál es la “imagen cristalizada” que Quito ofrece a los mercados internacionales? ¿Qué agregó él, por fuera del Centro Histórico, a esa ciudad espectáculo que debe atraer y deslumbrar? ¿Puede decir en qué eje quiere inscribir a Quito en un mundo de competencia global? ¿Puede decir con qué metáfora, anclada en la realidad, quiere que figure Quito en el concierto de las capitales del mundo?
No, Rodas no puede responder porque cuando habla de Quito, se limita a informar que puso basureros en el Sur o que cambió las bancas en La Carolina. También dice que ha hecho o piensa hacer algunos pasos deprimidos, algún intercambiador o algún puente. Y que la tuneladora del metro avanza… Pero Rodas, que llegó sin programa, administra sin programa. Vive preso de algunas obras públicas emprendidas o planificadas por el anterior alcalde. Nada más. Y su administración además de ineficiente, sufre de claros problemas de corrupción, de opacidad administrativa y de contratos secretos. Esto ha generado el interés de la Fiscalía (centrado en el caso Odebrecht) que ha llamado en estos últimos meses a declarar a los más altos funcionarios de la Alcaldía y al mismo Rodas. Eso explica su acercamiento al gobierno de Lenín Moreno que, a su vez, necesita los votos de SUMA en la Asamblea.
El karma que se ha granjeado Rodas puede agravarse. En el Concejo Metropolitano ya hay tratativas que pueden conducir a que pierda la mayoría. Y sin mayoría… la fiscalización se incrementará, sus problemas crecerán y la posibilidad de repetir alcaldía se evaporará. Es la triste historia de un hombre que se encontró con la Alcaldía de Quito, se rodeó de gente poco confiable y no supo qué hacer con el cargo que le confiaron los quiteños.
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