OEA: María Fernanda Espinosa atrapada en su pasado tóxico
Ante el cinismo de Rafael Correa y Ricardo Patiño de recurrir ante la Organización de Estados Americanos, OEA, para denunciar una supuesta ruptura del orden constitucional en el Ecuador, el gobierno de Lenín Moreno ha reaccionado con una lógica perfectamente correísta.
En efecto, el gobierno de Moreno, en lugar de desnudar el cinismo y la hipocresía del pedido de Correa y Patiño, mostrando todo lo que ese par de personajes han opinado y hecho en contra de la OEA, optó por atacar al secretario general de la OEA, Luis Almagro, con un argumento típicamente correísta por un mensaje innecesario que ese funcionario puso en su cuenta de Twitter. Ahí, Almagro decía que analizará la demanda y elaborará un estudio jurídico de la misma.
La respuesta ecuatoriana lleva dentro un argumento reciclado de la caja de herramientas del correísmo-madurismo más trasnochado: no aceptamos injerencias foráneas en asuntos internos. En el comunicado difundido el viernes 15 de diciembre, la cancillería ecuatoriana aseguró que no acepta el mensaje de Almagro porque “el Ecuador rechaza toda injerencia en los asuntos internos del los Estados y cualquier forma de intervención, por lo cual reitera al secretario general Almagro, el pedido de respeto al orden democrático de todos los áiís y, en este caso, al derecho del pueblo ecuatoriano a expresar su voluntad en las urnas a través de un referéndum y consulta popular”.
Diplomáticos consultados por 4Pelagatos sostienen que es verdad que el mensaje de Almagro es inusual, extraño y hasta fuera de la tradición de la OEA pero es claro que no constituye un acto de injerencia en asuntos internos. Almagro pudo haber dicho que según el artículo 20 de la Carta Democrática únicamente los Estados parte o el Secretario General pueden activar procedimientos previstos en esa carta y no individuos particulares como lo son ahora Correa y Patiño, creen los diplomáticos consultados. O simplemente no haber dicho nada en Twitter ya que si se lee con detenimiento ese mensaje no dice nada más que se ha recibido la demanda y que la estudiará. Habría que ver, además, si Almagro no actuó guiado por el agradecimiento que tiene con Correa luego de algunas ayudas que le dio en su tratamiento del tema venezolano. No hay que olvidar que Almagro calificó a Correa como un “demócrata cabal”, cosa que evidentemente es una enorme mentira.
Los argumentos que saca la Cancillería de María Fernanda Espinosa parecen copiados y calcados a los que utilizaron las cancillerías de Ricardo Patiño, en tiempos de la Presidencia de Correa o cualquiera de las de Hugo Chavez o Nicolás Maduro. Es exactamente el mismo argumento que la diplomacia venezolana ha estado usando ante las críticas internacionales que se han hecho al gobierno de Maduro por sus atropellos a los derechos humanos y es, además, exactamente el mismo que Espinosa ha usado para sostener su vergonzosa defensa de la dictadura de Maduro.
Lo inteligente habría sido que, en lugar de responder así a Almagro por su tuit, la Cancillería le hubiera recordado a Correa y a Patiño todo lo que han dicho sobre la OEA, sobre el propio Almagro y sobre quienes han recurrido a los organismos de la OEA. No hay que olvidar que Correa y Patiño le han dicho de todo a la OEA, como que es un organismo anacrónico o que responde a los intereses del imperio. Es más en junio del 2016, Correa calificó de “vendepatrias” a un grupo de opositores ecuatorianos que viajó a presentar unas denuncias en ese organismo. ¿No es acaso lo mismo lo que él está haciendo ahora.
Si la Cancillería o los voceros del gobierno hubieran recordado y hecho énfasis en la hipocrecía y cinismo de estos dos sujetos habrían sido quizá lo más inteligente. O decirles que, en honor a su pensamiento, acudan a la CELAC o UNASUR. Pero la Cancillería de Espinosa tiene un problema que le impide hacer lo inteligente. Ese problema se llama correísmo. Si hubieran recordado la doctrina Correa-Patiño sobre la OEA, habrían estado escupiendo al cielo, dijeron los diplomáticos consultados a 4Pelagatos.
En el tema de Almagro y la OEA hacer lo más inteligente inevitablemente es escupir al cielo. Para comenzar, la canciller Espinosa pertenece al núcleo más duro del pensamiento que animó la política internacional del correato, pues incluso fue canciller de Correa. Pedir que le diga a Correa y Patiño que son incoherentes al enviar un recurso a la OEA por un supuesto rompimiento constitucional es como pedir manzanas al árbol de mango. Espinosa estaría, también, escupiendo al cielo.
El problema no está solo en Espinosa. Resulta que el Embajador ecuatoriano ante la OEA es más papista que el Papa, es decir más correísta que Correa. Albuja fue nombrado como representante ante ese organismo por el propio Correa y fue enviado con el pleno conocimiento de que era uno más de los que creía, al igual que su ex jefe Correa, que había que desaparecer a la OEA para dar vida a la CELAC y UNASUR que, en ese tiempo, eran más un club de amigos que organismos regionales serios. Albuja, no hay cómo olvidar, fue además vicecanciller de Patiño y hombre muy cercano a ese personaje. Se trata, en definitiva, de un diplomático hecho a la medida del más transnochado y rabioso pensamiento internacional correísta. ¿Como actuará Albuja si la OEA da trámite al pedido de Correa? ¿Lo va a contradecir? ¿Con qué legitimidad moral va a pedir a la OEA que no tramite el pedido de sus antiguos mentores, jefes e inspiradores?
El problema no se limita a Espinosa y a Albuja. Los Embajadores ante países fundamentales en la región también fueron nombrados por la administración Correa y le deben mucho al ex Presidente. ¿Qué confianza puede tener el gobierno de Moreno sobre la conducta de sus embajadores en México, Buenos Aires, Bogotá o Montevideo? Se puede pensar que ellos están obligados a representar los intereses del Gobierno pero ¿qué niveles de confianza se puede tener en ellos si fueron puestos por Correa?
Así, haber respondido torpemente no parece haber sido una elección sino una consecuencia inevitable. Es el costo de haber heredado una estructura diplomática y una doctrina internacional que ahora aparecen como una amenaza. María Fernanda Espinosa, durante 10 años, compartió el pensamiento de Correa, Patiño y Albuja sobre la OEA. Ahora es prisionera de esa tóxica relación y adherencia ideológica.
El dilema era ser inteligente y escupir al cielo o no decir nada. Se escogió actuar como correístas comunes y cualquieras. Espinosa incluso tenía otra opción: no haber respondido. Finalmente era solo un tuit y no una comunicación oficial. La canciller debería contratar a un asesor que le recuerde ese dicho según el cual uno es dueño de lo que se calla y esclavo de lo que dice.
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