lunes, 18 de diciembre de 2017

Richard Espínoza ha dejado el IESS “con todos los honores”, cuando en el 2015 les birló más de 2000 millones a las generaciones futuras, decíamos esto :



Solo queda la esperanza 
Eduardo Galeano – cuya muerte conmovió a todos los “perfectos idiotas latinoamericanos” que lo leíamos, lo escuchábamos y lo admirábamos –en alguna ocasión, daba los siguientes datos más o menos optimistas, más o menos deprimentes: La OMS, Organización Mundial de la Salud, en su presupuesto, destina tres veces más a los procesos quirúrgicos para mejorar la estética de los senos femeninos, para hacerlos lucir más amplios y generosos y al tratamiento urgente de la disfunción eréctil masculina, que en al estudio de las causas y la prevención del Alzheimer. A este paso, concluía con inobjetable lógica, después de unas dos décadas, tendremos unas viejas con unas tetas espectaculares y unos viejos con sus penes bien parados, pero no se acordarán para qué sirve.
Salta a la vista que, a nivel mundial, hay poco interés por eso que se llama la tercera edad. Así, al paso, la denominación es ofensiva pues tercero siempre es excluyente y solo merece el bronce: país del tercer mundo es país pobre; tercero en discordia es el que pone los cuernos y el marginado tercer sexo busca, desde hace años, el reconocimiento de sus justos derechos. Sería agradable, por ello, que vuelvan al uso términos como añejo, viejuco, ruco, abuelo o el irónico venerable 
Para algunos sensibleros la edad es un estado de ánimo y, para otros, solo te afecta si es que tienes complejo de queso. Pero, la mera verdad es que si existe, está allí, en tu franco deterioro, en la canción protesta que cedió lugar a la canción próstata, en las trampas de la memoria, en las metidas de pata ( ¿ Cómo está tu mamá ? le preguntas al huerfanito; ésta es más puta que las arañas, comentas ante la foto de una dama que, casualmente, es la esposa de tu interlocutor ) en la meada tartamuda, en tus miembros flácidos, en tu curiosidad por saber quién está ahora de Velasco, en tus rebeldías inútiles, ¿. En dónde dejé las putas llaves ? , en tus recuerdos del futuro, en tu estancia en un pretérito siempre presente
Convengamos entonces, que sí vale clasificar a los ciudadanos por sus edades. Es perfectamente lícito. Es, incluso, saludable. Cada edad tiene sus necesidades. Sus ritos. Sus síntomas. La revolución que padecemos y el Velasco actual, aparentemente, se portaban bien con nosotros los viejos, es cierto que no nos dispensaban condones ( ¿ Para qué?, si los de ahora no sirven, se doblan ) como a los huambras colegiales, pero sí nos daban una pensión más o menos digna y, por eso, surgieron los clubes, las salas de juego, los gimnasios, para todos aquellos que hace un montón de años, al nacer sí lloramos ( ahora, los nietos hacen clic ) y, entonces, los empresarios de pompas fúnebres dejaron de vernos como candidatos al camposanto y, la jubilación, fiel a su etimología, se hizo sinónimo de alegría auténtica, porque éramos dueños del tiempo y un pite de dinero que lo usábamos sabiamente, en el viaje soñado, en la charla en el café, en el abono para ver los altibajos del Cuenquita, en un libro de Borges, en un gol allí en la tele – las últimas cien sabatinas del Divino Narciso ya nos cansaron - en un poema de la Pizarnik, y comprábamos El Telégrafo por el Cartón Piedra o El Universo, no para madurar aguacates, sino para leerle a Bernard y al Pájaro Febres. 
Un día cualquiera, este gobierno que, como diría Cortázar, es un guante izquierdo enamorado de la mano derecha y no estaba preparado para época de vacas flacas, dijo nones e hizo prestidigitación, nada por aquí, nada por acá y, de golpe y porrazo, desaparecieron 2100 millones de deuda al Seguro Social y decidió dejar de aportar el 40% . El todólogo Espinoza en apenas dos días se dio cuenta que había plata hasta el final de los siglos, la asambleísta Carrillo, que no mismo quiere inaugurar su cerebro, dijo que el seguro era de todos – por lo tanto, del gobierno - y otro lambiscón de volcánico apellido y un coeficiente mental muy bajo, nos tranquilizó diciendo que de gana se asustan, que recién en el 2031 habrá problemas de liquidez y, claro, ustedes ya no serán de este mundo. 
No hay conflicto entonces, nos quejamos por las puras, no hay espada de Damocles, no hay amenaza de inopia – además, qué también será eso – nuestro grupo etario no es vulnerable, no le pasa nada, róbenle nomás, pero, eso sí, no le roben la esperanza. Felipe Aguilar.
Revista El Ají, mayo 2015

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