lunes, 18 de diciembre de 2017

"Clamo justicia, por amor a su memoria"
Tenía 23 años de edad cuando perdí a mi padre, al ser asesinado por delincuentes el 23 de diciembre del 2011. Aquel día lo esperábamos en casa de vuelta. Han pasado seis años de su muerte y al fin he comprendido que mi padre no ha de volver, pero continuo clamando justicia por amor a su memoria.
17 de diciembre del 2017
ESTEFANÍA VELASCO
"Era el 23 de diciembre del 2011 a eso de las dos de la tarde. Mi celular sonó. Aparecía el número de mi papá, pero no era él. Una mujer desconocida me preguntaba si conocía a Marco Velasco, respondí “soy su hija” y ella empezó a decirme que mi padre había sido asaltado, me dio la dirección y me pidió que vayamos enseguida. El lugar no estaba alejado de casa, llegamos en diez minutos junto con Pablo y Santiago, mis hermanos mayores, al lugar en el que mi padre había sido asesinado.
"En la mañana de aquel 23 de diciembre me despedí de mi padre con el cariño habitual, un beso, un abrazo  y un “nos vemos tarde Pa”. Cómo iba a imaginar que luego lo encontraría muerto en la vereda de un restaurante.
"Ese mismo día mi padre había salido al mediodía para encontrarse con un amigo y socio de un proyecto, en el cual elaboraron un manual para las comunidades con las que se relaciona Petroecuador.
"Su colega debía pagarle USD 8000 por su colaboración en el proyecto. Acordaron encontrarse en el centro comercial El Condado, en el norte de la capital,  para realizar la transacción. Una vez retirado el dinero del banco ambos se dirigieron al auto y fueron rumbo a un restaurante llamado Federer, ubicado en la avenida Diego de Vázquez, en el mismo norte de Quito.
"Al estacionar, cuatro sujetos armados se les acercaron en unas motos, dispararon cerca del volante del auto de mi padre. Dos tipos entraron por las ventanas a golpearlos y amedrentarlos para que entreguen el dinero. Mi papá, según su amigo, pedía a los sujetos que se calmen y que no les hagan daño, salió del auto para abrir la cajuela, les entregó el dinero y al irse uno de los criminales le disparó a mi padre por la espalda.
"Según los testigos del restaurante, mi padre permaneció con vida por cerca de veinte minutos, tiempo en el cual no llegó la ambulancia a la que los comensales  —que presenciaron el asalto— llamaron desde el comienzo de los hechos. Para cuando mis hermanos y yo arribamos al lugar, mi padre había muerto.
"El sitio estaba acordonado y los policías, supuestamente, ya  habían rescatado las pistas y evidencias del crimen.
"Mi padre y su amigo fueron asaltados por delincuentes conocidos como sacapintas. Estos identifican a sus víctimas desde el momento mismo en el que  se encuentran en la entidad bancaria realizando la transacción. Cuentan con un campana, persona que alerta al resto de compinches sobre quiénes hacen retiros altos y hacia dónde se dirigen.
"Ese 23 de diciembre debimos dividirnos entre los hermanos para poner la denuncia, ir a la morgue y dejar el auto en el patio de retención de vehículos. Volvimos a casa destruidos, sin saber cómo contarle a mi madre —que nos llamaba sin parar— lo que había ocurrido.
Yolanda Bustamante, esposa de Marco Velasco, en una foto de El Comercio.
"Esa misma noche la casa se empezó a llenar de vecinos, de amigos, de familiares. No pude dormir. No podía hacerlo. Estaba dentro de una pesadilla en la que no podía abrir los ojos para despertar; una pesadilla que apenas empezaba.
"Pasamos las festividades de fin de año en medio del dolor. Para cuando todos cenaban en familia por Noche Buena yo velaba en la funeraria el cuerpo de mi padre y el 25 de diciembre recibía sus cenizas en una caja.
"En enero nos buscaron los agentes a cargo del caso, para iniciar las investigaciones. Lo hicieron cuando habían transcurrido más de 20 días y seguramente todas las evidencias se habían borrado. Pero como desconocíamos de la negligencia de la Policía, teníamos la esperanza de que se atraparían a los asesinos de mi padre. ¡Que ingenuos fuimos!
"Lo primero fue acercarnos a la Policía Judicial para que mi madre responda unas cuantas preguntas —innecesarias— que había redactado el sargento a cargo del caso. Según los agentes, ella era la principal sospechosa. Algo de aquel día que se me quedó muy marcado en la memoria fue que el agente que iba a entrevistar a mi madre tenía las preguntas en una hoja suelta de cuaderno y escritas con esfero.
"Esos mismos agentes que decían investigar el caso ni si quiera habían realizado el informe correspondiente, para que la fiscal pudiera empezar de oficio con las diligencias de la investigación. A mi hermano Santiago le tocó escribir dicho informe y juntos nos dirigimos a donde la fiscal, que no tenía idea del asunto, y a quién tampoco parecía importarle en absoluto cuando le hablábamos del crimen de mi padre.
"Con Santiago les mencionamos que el señor al que miraban no era nuestro padre e intentaron callarnos diciendo que estamos nerviosos por la tragedia y que no sabíamos lo que decíamos".
"Entre las diligencias estuvo una suerte de reconstrucción de los hechos de los agentes, quienes estuvieron acompañados por Santiago. Los agentes varias veces manifestaron que no contaban con transporte para realizar las diligencias y que si consiguen un auto deberíamos pagar la gasolina o que lo mejor sería que nosotros los lleváramos de un lado a otro.
"Tener reuniones con el abogado y pasar en la Policía Judicial se volvió parte de nuestro ritmo cotidiano. Con mi familia comprendimos que no existía un avance en las investigaciones y fue cuando mi hermano increpó al sargento a cargo del caso e hizo un reclamo de la lentitud del proceso, a lo cual este respondió que estaban analizando el video del banco. Video que fue solicitado por mi madre y yo, una vez que Santiago elaboró nuevamente una carta para pedir al banco las grabaciones de ese día. Y en efecto dos investigadores veían el video, pero lo hicieron identificando mal a mi padre. Dijeron “estos dos hombre nos parecen sospechosos y este señor es su padre”.  Con Santiago les mencionamos que el señor al que miraban no era nuestro padre e intentaron callarnos diciendo que estamos nerviosos por la tragedia y que no sabíamos lo que decíamos. Le repetimos y afirmamos que no era nuestro padre, por lo que tuvieron que aceptar que no tenían fotos para identificarlo. Habían pasado cerca de tres meses y no tenían fotos.
"Después de tres meses y medio, tras hacer un trámite tedioso logramos sacar el auto de mi padre del patio ‘El Arenal’, lugar a donde son llevados los autos y motos de delitos contra la vida. Nos encontramos con que los vehículos de los muertos terminan siendo despojados. Desaparecieron una aspiradora, una caja de herramientas y el bastón del carro que era custodiado por los mismos policías. Al preguntarles por los artículos sustraídos, que además constaban en el informe de ingreso, como era de esperarse, no tenían idea.
Llevamos el auto a una mecánica de la que mi padre era cliente frecuente. Recibieron el auto y prometieron ayudarnos a repararlo de la mejor manera. Al pasar dos semanas de ello mi hermano Santiago recibió una llamada del mecánico para contarle que el auto estaba listo y “no me va a creer lo que encontré”, le dijo. Fuimos al taller y lo que habían encontrado era la bala que dispararon los delincuentes y que los peritos de Criminalística no se dieron el trabajo de buscar, aún cuando revelaron en el informe que era pieza importante en la investigación del caso; y de hecho era una de las tareas que se debía realizar y por las cuales se retuvo el auto por más de tres meses.
"Fuimos al taller y lo que habían encontrado era la bala que dispararon los delincuentes y que los peritos de Criminalística no se dieron el trabajo de buscar, aún cuando revelaron en el informe que era pieza importante en la investigación del caso".
"Desde aquel día entendimos que la Policía no era de confiar y que nos habían engañado desde el comienzo. Lo que hicimos fue acudir a los medios de comunicación; comprendimos con mi familia la importancia de hacer público lo que estábamos viviendo y de esa manera sí lograr algo en las investigaciones del asesinato de mi padre.
"El tema del hallazgo de la bala alojada en el velocímetro del auto de mi padre salió en primera plana de diario El Comercio. Al día siguiente por primera vez, luego de cuatro meses un capitán de la Policía llamó a mi hermano para que nos acercáramos a entregar la bala “para su respectiva investigación”. Más tarde Santiago se enteró que era otra mentira de la Policía y que la bala ya no tenía valor legalmente porque ya no era parte de la cadena de custodia.
"El capitán llamaba insistentemente para pedir que nos acercáramos a dejar la bala. Lo hicimos. Fuimos con Santiago y mi madre. Lo único que hizo el capitán fue amenazarnos de una manera sutil. Nos dijo: “ustedes no saben en lo que se meten, por sus reclamos hay gente que puede perder su empleo. Y además , usted —le dijo a mi hermano— al hacer tan público esto, está corriendo peligro junto a su familia. Si los delincuentes que mataron a su padre se enteran que les están persiguiendo, lo van a buscar y la policía no va a poder estar siempre ahí para defenderlo”. Nunca estuvieron para defendernos y lo que buscaba este capitán era atemorizarnos para dejar de hacer públicas las negligencias y engaños que sufrimos.
"Y lo consiguió. Por un tiempo lo dejamos. Aunque no paso mucho para retomarlo. Mi hermano Santiago fue y sigue siendo la cara visible en el reclamo del caso del asesinato de mi padre. Acudimos a radios, otros medios impresos y  varios televisivos. Creamos cuentas en Facebook y en Twitter llamadas Basta de Impunidad para exigir justicia. La Policía dejó de llamar, pero en cambio el Ministerio del Interior se comunicó y nos pidió que asistamos a reuniones con víctimas de familiares de asesinados. Allí nos dijeron que el fiscal a cargo del caso era otro y que las cosas con seguridad serían distintas. Nos hicieron una cita con dicho fiscal, el cual nunca se presentó. Nos sugirieron ir a revisar el expediente de mi padre que se encuentra en la Fiscalía. Nos atendió un joven al que le costó encontrar el expediente. Entre los documentos había uno que mencionaba a una mujer que había disparado a alguien más. No tenía sentido en la caso de mi papá. Le preguntamos al muchacho y nos dijo que se trataba de un error porque a veces son los pasantes los que organizan los documentos. ¡Así es como tratan los casos de delitos contra la vida!
A Santiago le llamaron un par de veces más para que acuda a reuniones con policías y el Ministerio del Interior. Ya no aceptó, a todas se negó a ir.
"El único recurso válido que nos queda para exigir justicia por la muerte de mi padre son los medios de comunicación".

Marco Vinicio Velasco era sociólogo, quiteño, catedrático universitario, esposo de Yolanda, padre de Pablo, Santiago y Estefanía, quien escribe este texto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario