Isabel Robalino, una lucha por la Justicia, más allá de la Ley
OCT, 12, 2017 |
La primera senadora ecuatoriana y una de las primeras abogadas y profesoras de Derecho, cumple un siglo de vida. Su lucha sigue.
En el patio principal del convento de Santo Domingo, en pleno centro de Quito, y bajo la sombra de una palmera, se encuentra Isabel Robalino. En su piel, se observan las marcas de casi un siglo de vida. Su melena, de leona digna y altiva, comulga con la sonrisa juvenil de quien todavía no piensa en despedirse de la vida. Dice que el claustro es realmente hermoso, especialmente la capilla de la Virgen del Rosario, magnífica expresión del arte colonial.
A principios de la década de los 40, Robalino se encontraba en las aulas de la Universidad Central. Se había graduado del colegio Mejía –que en sus inicios fue mixto- y había decidido estudiar Derecho. Si bien su familia paterna veía con recelo sus inquietudes académicas y profesionales, sus padres siempre la apoyaron. La niña que nació en los estertores de la Primera Guerra Mundial, en una Barcelona industrial y de sangre insumisa, se convirtió en 1944 en la primera mujer abogada por su icónica universidad. En el 46, fue la primera mujer en ejercer como concejala de Quito. En 1968, la primera senadora, tras participar en representación de las organizaciones obreras en la Asamblea Constituyente de 1966.
A esos hechos los ve como el cumplimiento de un deber y no como alimentos del ego. Ha llegado a un punto de su vida lleno de transparencia y sabiduría. “Eso es lo que le permite a uno seguir viviendo, porque acostarse a descansar le deslinda de la vida nacional, y entonces seguramente eso debe deprimir”, dice, sobre su lucha de décadas, junto a las centrales sindicales y a los obreros.
Una lucha que la llevo a ser una de las primeras profesoras mujeres en las facultades de Derecho. “Cuando ella y otras mujeres decidieron ocupar estos espacios, tradicionalmente de hombres, nos abrieron la puerta a todas las que vinimos detrás”, dice Daniela Salazar, vicedecana de Jurisprudencia de la Universidad San Francisco, “haber sido una de las primeras en alegar ante los jueces, seguro fue difícil”.
A principios de la década de los 40, Robalino se encontraba en las aulas de la Universidad Central. Se había graduado del colegio Mejía –que en sus inicios fue mixto- y había decidido estudiar Derecho. Si bien su familia paterna veía con recelo sus inquietudes académicas y profesionales, sus padres siempre la apoyaron. La niña que nació en los estertores de la Primera Guerra Mundial, en una Barcelona industrial y de sangre insumisa, se convirtió en 1944 en la primera mujer abogada por su icónica universidad. En el 46, fue la primera mujer en ejercer como concejala de Quito. En 1968, la primera senadora, tras participar en representación de las organizaciones obreras en la Asamblea Constituyente de 1966.
A esos hechos los ve como el cumplimiento de un deber y no como alimentos del ego. Ha llegado a un punto de su vida lleno de transparencia y sabiduría. “Eso es lo que le permite a uno seguir viviendo, porque acostarse a descansar le deslinda de la vida nacional, y entonces seguramente eso debe deprimir”, dice, sobre su lucha de décadas, junto a las centrales sindicales y a los obreros.
Una lucha que la llevo a ser una de las primeras profesoras mujeres en las facultades de Derecho. “Cuando ella y otras mujeres decidieron ocupar estos espacios, tradicionalmente de hombres, nos abrieron la puerta a todas las que vinimos detrás”, dice Daniela Salazar, vicedecana de Jurisprudencia de la Universidad San Francisco, “haber sido una de las primeras en alegar ante los jueces, seguro fue difícil”.
Su lucha también es por la mujer
Su memoria es absolutamente lúcida. No niega que fue difícil participar, como pionera, en un mundo dominado por hombres, sobre todo en el ejercicio de la profesión “por esta tendencia de querer excluir a la mujer”.
Sin embargo, quizá lo más complicado fue participar de la toma de decisiones del país. “Primero se aceptará a las mujeres en el estudio y las universidades, pero donde hay mayor confrontación es en la política, en lo que se refiere al poder”, dice.
Isabel Robalino incursionó en la política por una vocación de servicio y de luchar contra las injusticias, pero es muy clara al afirmar que no le interesó el poder y que, hasta hace pocos meses, luchó contra los abusos de los autoritarios. “El poder es una pasión que tal vez existe en todos pero que en algunos está en forma desviada”, comenta.
Al imaginar a Isabel Robalino, sentada en su primer día de clases en la facultad, luego ejerciendo por primera vez como vocal del Tribunal del Crimen o presidenta del Tribunal de Menores, la estudiante de jurisprudencia María Susana Bastidas dice: “Como estudiante de Derecho, al mirar hacia atrás agradezco la trayectoria de Isabel Robalino, es un ejemplo de perseverancia, pero sobre todo pasión por este mundo”.
Su legado, es sin duda, una inspiración para la mujer ecuatoriana. Otra estudiante, Abigail Quevedo, reflexiona: “Muchas mujeres, incluida yo, decidimos estudiar derecho por las mismas razones que Isabel Robalino, quizá también por querer cambiar la historia de las mujeres, convertirnos en algo que se nos ha negado por siglos”.
La exasambleísta constituyente María Paula Romo recuerda que hoy el mundo del Derecho y la política sigue siendo fundamentalmente masculino, pues jamás ha habido una mujer en la presidencia de la Corte Nacional y como titulares de la Contraloría o la Procuraduría. Solo hubo una mujer fiscal general en la historia ecuatoriana.
Por eso, para Romo, es tan importante ver la hazaña que emprendió Robalino. “Las mujeres que nos comprendemos como resultado de la lucha de otras, sabemos que si hoy podemos hablar de una realidad distinta es gracias a que hubo mujeres que hicieron una lucha mucho más difícil”, señala.
Sin embargo, quizá lo más complicado fue participar de la toma de decisiones del país. “Primero se aceptará a las mujeres en el estudio y las universidades, pero donde hay mayor confrontación es en la política, en lo que se refiere al poder”, dice.
Isabel Robalino incursionó en la política por una vocación de servicio y de luchar contra las injusticias, pero es muy clara al afirmar que no le interesó el poder y que, hasta hace pocos meses, luchó contra los abusos de los autoritarios. “El poder es una pasión que tal vez existe en todos pero que en algunos está en forma desviada”, comenta.
Al imaginar a Isabel Robalino, sentada en su primer día de clases en la facultad, luego ejerciendo por primera vez como vocal del Tribunal del Crimen o presidenta del Tribunal de Menores, la estudiante de jurisprudencia María Susana Bastidas dice: “Como estudiante de Derecho, al mirar hacia atrás agradezco la trayectoria de Isabel Robalino, es un ejemplo de perseverancia, pero sobre todo pasión por este mundo”.
Su legado, es sin duda, una inspiración para la mujer ecuatoriana. Otra estudiante, Abigail Quevedo, reflexiona: “Muchas mujeres, incluida yo, decidimos estudiar derecho por las mismas razones que Isabel Robalino, quizá también por querer cambiar la historia de las mujeres, convertirnos en algo que se nos ha negado por siglos”.
La exasambleísta constituyente María Paula Romo recuerda que hoy el mundo del Derecho y la política sigue siendo fundamentalmente masculino, pues jamás ha habido una mujer en la presidencia de la Corte Nacional y como titulares de la Contraloría o la Procuraduría. Solo hubo una mujer fiscal general en la historia ecuatoriana.
Por eso, para Romo, es tan importante ver la hazaña que emprendió Robalino. “Las mujeres que nos comprendemos como resultado de la lucha de otras, sabemos que si hoy podemos hablar de una realidad distinta es gracias a que hubo mujeres que hicieron una lucha mucho más difícil”, señala.
Con fuerzas para rato
Isabel Robalino es incansable. Su vida, de algún modo, es el recuento de un siglo de historia nacional. “Incluso en su función de defensora de Derechos Humanos, también fue una de las primeras voces y el hecho de que continúa haciéndolo hasta ahora es realmente inspirador”, comenta Daniela Salazar.
El pasado primero de mayo, como lo hizo toda su vida, marchó, aunque en su silla de ruedas, junto a los trabajadores en su marcha. Es activa y constante en todos los actos de la Comisión Nacional Anticorrupción, organismo del que es, quizá, su imagen más emblemática.
“Nadie puede saber cuál va a ser su futuro”, dice, frente a la pileta del claustro de Santo Domingo, donde vive. Es una mañana soleada e Isabel Robalino está feliz, porque sabe que su vida ha valido la pena y, sobre todo, continúa.
Dice que le alegra que hoy hay cientos de miles de mujeres en las universidades y otras tantas en las centrales sindicales, los partidos políticos y los espacios importantes de la vida nacional. “A la clase trabajadora, que quiso generosamente recibirme como uno de los suyos, y a la juventud estudiosa, les digo que, más allá de la Ley, busquen la justicia”, exclama sonriente, al evocar a quienes atraviesan las puertas, gigantescas y diáfanas, que ella por primera vez abrió hace tantos años. (MMD)
El pasado primero de mayo, como lo hizo toda su vida, marchó, aunque en su silla de ruedas, junto a los trabajadores en su marcha. Es activa y constante en todos los actos de la Comisión Nacional Anticorrupción, organismo del que es, quizá, su imagen más emblemática.
“Nadie puede saber cuál va a ser su futuro”, dice, frente a la pileta del claustro de Santo Domingo, donde vive. Es una mañana soleada e Isabel Robalino está feliz, porque sabe que su vida ha valido la pena y, sobre todo, continúa.
Dice que le alegra que hoy hay cientos de miles de mujeres en las universidades y otras tantas en las centrales sindicales, los partidos políticos y los espacios importantes de la vida nacional. “A la clase trabajadora, que quiso generosamente recibirme como uno de los suyos, y a la juventud estudiosa, les digo que, más allá de la Ley, busquen la justicia”, exclama sonriente, al evocar a quienes atraviesan las puertas, gigantescas y diáfanas, que ella por primera vez abrió hace tantos años. (MMD)
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