[Alberto Ordóñez Ortiz]
La política tiene la virtud o la desgracia de no dejarnos en paz. Nunca abandona el candelero. Está allí. Impertérrita. Con su perpetua y amenazante llama. Nadie se libra. Y nos lleva de la Ceca a la Meca, expresión propia de los musulmanes, que marcha, en esa misma dirección. ¿Cuál?: pues, de la Ceca a la Meca. Nos mantiene de un lado para otro, como si no tuviéramos ocupaciones, tal si fuésemos de la Asamblea. Lo cierto es que entre ésas y las demás, primero asomó la enigmática Física Cuántica. Su presencia trastornó nuestras vidas. Ahora se dice, por ejemplo, si me sigues jorobando, te voy a mandar a la Física Cuántica. Se sostuvo, bajo ese prisma, que se podría viajar al pasado o al futuro, lo cual resulta en extremo peligroso si reparamos en que se podría regresar al gobierno de Correa: el pasado inmediato, o dar un salto cuántico y situarnos en el gobierno venidero: el futuro próximo, acción imperdonable, porque los saltos cuánticos nos impedirían admirar los fuegos artificiales del actual.
La verdad es que la Física Cuántica nos tiene en mitad de partículas subatómicas que explotan ante nuestros asombrados ojos, como si alguien estuviese preparando un canguil microcósmico destinado para un cebiche atómico. Traídas de insondables profundidades, de las que no se sabe nada, (como el verdadero monto de la deuda externa o a favor de quien mismo están los asambleísta AP), esas partículas se encuentran en ese punto del que no hay regreso y en el que su vida depende de la interacción electromagnética, fuerte o débil. Por esa condición particular, es semejante a los políticos, pues, a veces, son electromagnéticos, como cuando el ex obtenía títulos honoris causa a granel; fuerte, cuando dijo: “No es cierto que haya crisis, porque todos tienen tarjetas de crédito”; y débil o Correa, porque los vocablos son a la fecha sinónimos. Precisamente por eso, estaría por desaparecer en la verde y espectacular explosión de la corrupción que fue la que determinó que su interacción se volviera bruscamente débil y que, su devaluado electromagnetismo fuera el que le mojara la chispa, de la que tampoco hay regreso.
Después de la Física Cuántica, llegó a pie, de la mano de Carlos Pérez Guartambel, hoy Yacú Pérez, (mañana no sabemos), el amicus curiae que muchos no saben que es, aunque haya quienes crean a pie firme que hay algunos que tienen propiamente cara de amicus curiae. La verdad es que de parecerse se parecen. Ya de lleno en el tema, el amicus curiae no es sino la persona que de forma “voluntaria” interviene en un conflicto legal de carácter constitucional. Dicho de manera entendible, es la persona que asoma con una leguleyada de su propio peculio (lia) el paréntesis por respeto al género, sin que importe si tienen peculio (lia) o no.
Lo cierto es que entre la Microfísica y el Amicus Curiae, el correísmo y su máximo líder se habrían convertido en una “singularidad cuántica”, esto es la que ocupa ese lugar del Universo en que las leyes físicas se distorsionan tanto que terminan en un ático cósmico del que no hay otra salida que la que conduce al García Moreno o al electroshock. (O)
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