¿Correa preso?
Acostumbrados a comprar conciencias gracias a la abundancia de recursos fiscales, confundieron los desafueros con la sagacidad. Carecen de la capacidad para hacer una lectura básica del momento político. Nunca aprendieron a pensar con agudeza. No solo es obvio que quien hoy tiene la sartén por el mango es el presidente Moreno, sino que les está dando de su propia medicina a Correa y a sus incondicionales.
25 de octubre del 2017
POR: Juan Cuvi
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
Las coimas aparecen hasta en la compra de cara-melos. El robo ha sido sistémico y sideral".
¿Hasta dónde piensan los correístas obtusos embarrarse por su caudillo? ¿Es un asunto de consecuencia o de simple sobrevivencia? Porque el hueco que está cavando la justicia en los casos de corrupción parece no tener fondo.
No llama la atención la torpeza política con la que actúan quienes durante una década se movieron con la sutileza de un tanque de guerra. Acostumbrados a comprar conciencias gracias a la abundancia de recursos fiscales, confundieron los desafueros con la sagacidad. Carecen de la capacidad para hacer una lectura básica del momento político. Nunca aprendieron a pensar con agudeza.
No solo es obvio que quien hoy tiene la sartén por el mango es el presidente Moreno, sino que les está dando de su propia medicina a Correa y a sus incondicionales. Y con gotero. Como las preguntas intrascendentes de la consulta popular para asegurarse el triunfo del sí. O como los punzantes dardos con los que pone en evidencia el talante errático del expresidente.
Para el común de los ecuatorianos, el alineamiento de los correístas obtusos con Jorge Glas y en contra de Moreno denota intereses por demás sospechosos. No se trata únicamente de defender sus empleos y canonjías. Para ello, era suficiente con subordinarse al nuevo gobierno. A fin de cuentas, son expertos en estos menesteres. Lo que aquí se percibe es pavor frente al esclarecimiento de los casos de corrupción.
Pocos ecuatorianos dudan que durante el anterior gobierno se perpetuó el mayor saqueo de fondos públicos de la historia nacional. A tal extremo, que ni siquiera cabe dentro de la perversa justificación de que robaron, pero hicieron obras. Las coimas aparecen hasta en la compra de caramelos. El robo ha sido sistémico y sideral.
Lo que no se sabe todavía es quiénes ni cómo participaron del lleve. Pero la información sigue fluyendo. Incontenible. El rato menos pensado, saltarán nuevos nombres en los escándalos que vayan saliendo a la luz. El problema para los potenciales involucrados es que el encubrimiento se vuelve cada vez más selectivo. Solo los escogidos tienen cubiertas las espaldas.
¿Piensan estos incautos correístas que el aparato heredado de su caudillo es intocable? ¿Acaso no se enteraron de cómo se viró a tanto funcionario público en los inicios del anterior régimen? ¿Están convencidos de que no se puede repetir el libreto?
Si tuvieran algún sentido de la realidad, al menos permanecerían callados. Porque no solo están echando por la borda su mermando capital electoral, sino que ponen en riesgo su propia libertad. Más aún desde que Lenín Moreno insinuó que no descarta ver tras las rejas a Correa.
No llama la atención la torpeza política con la que actúan quienes durante una década se movieron con la sutileza de un tanque de guerra. Acostumbrados a comprar conciencias gracias a la abundancia de recursos fiscales, confundieron los desafueros con la sagacidad. Carecen de la capacidad para hacer una lectura básica del momento político. Nunca aprendieron a pensar con agudeza.
No solo es obvio que quien hoy tiene la sartén por el mango es el presidente Moreno, sino que les está dando de su propia medicina a Correa y a sus incondicionales. Y con gotero. Como las preguntas intrascendentes de la consulta popular para asegurarse el triunfo del sí. O como los punzantes dardos con los que pone en evidencia el talante errático del expresidente.
Para el común de los ecuatorianos, el alineamiento de los correístas obtusos con Jorge Glas y en contra de Moreno denota intereses por demás sospechosos. No se trata únicamente de defender sus empleos y canonjías. Para ello, era suficiente con subordinarse al nuevo gobierno. A fin de cuentas, son expertos en estos menesteres. Lo que aquí se percibe es pavor frente al esclarecimiento de los casos de corrupción.
Pocos ecuatorianos dudan que durante el anterior gobierno se perpetuó el mayor saqueo de fondos públicos de la historia nacional. A tal extremo, que ni siquiera cabe dentro de la perversa justificación de que robaron, pero hicieron obras. Las coimas aparecen hasta en la compra de caramelos. El robo ha sido sistémico y sideral.
Lo que no se sabe todavía es quiénes ni cómo participaron del lleve. Pero la información sigue fluyendo. Incontenible. El rato menos pensado, saltarán nuevos nombres en los escándalos que vayan saliendo a la luz. El problema para los potenciales involucrados es que el encubrimiento se vuelve cada vez más selectivo. Solo los escogidos tienen cubiertas las espaldas.
¿Piensan estos incautos correístas que el aparato heredado de su caudillo es intocable? ¿Acaso no se enteraron de cómo se viró a tanto funcionario público en los inicios del anterior régimen? ¿Están convencidos de que no se puede repetir el libreto?
Si tuvieran algún sentido de la realidad, al menos permanecerían callados. Porque no solo están echando por la borda su mermando capital electoral, sino que ponen en riesgo su propia libertad. Más aún desde que Lenín Moreno insinuó que no descarta ver tras las rejas a Correa.
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