Publicado el 15 octubre, 201614 octubre, 2016 por AGN
Diario El Mercurio
Alberto Ordóñez Ortiz
Alberto Ordóñez Ortiz
Para definir o aproximarse a la justicia, no hay imagen más bella y conturbadora que la que el Bhagavad Gita emplea para describir al somormujo: “ave sagrada que se sumerge y levanta el vuelo sin mojarse las plumas”. La relación entre una y otra, no puede ser más precisa. Y, al serlo, nos envía de lleno a asumir que la justicia, para ser tal, debe estar, por fuerza de su soberana majestad, libre de toda mancha y capaz de confundirse con la luz e iluminarla con nuevos -y si cabe la expresión- más puros resplandores. Y, capaz, también, de sumergirse en los códigos y salir indemne, con la verdad jurídica incólume, convertida por la fuerza de la razón, en salmo. En himno. En sublime vendaval enardecido.
El miércoles pasado, tuve la gloriosa oportunidad de asistir a la audiencia de juzgamiento del Licenciado Jaime Cedillo Feijóo, Director de la prestigiosa Revista “El Observador” y, periodista de reciedumbre moral intachable y autor -dizqué- del “delito” de supuestas injurias “emitidas” en contra del doctor Caupolicán Ochoa. La audiencia estuvo cargada de una extraña presión. No de otra manera se explica que en el desarrollo del debate, los abogados del doctor Ochoa; y, el mismo, se “enarcaran” con insistencia en “su calidad de Abogado del Presidente de la República” , sin vacilar en utilizar esa “calidad” en función de obtener los consiguientes beneficios jurídicos, dejando entrever, que ese era su “persuasivo as del triunfo”; mantenido, hasta ese momento, en la exorbitante manga del abogado acusador, exorbitante por las pretensiones que estaban a la vista.
En una “soberbia” lección de derecho, entendida la locución soberbia no en el sentido negativo de fatuo sino en la dimensión positiva en que Nietzsche la sitúa: “virtud elevada, propia de los hombres sabios y superiores”, el doctor Aurelio Aguilar García; evidenció con precisión lingüística: nada de hojarasca irrelevante, el conocimiento, el impecable manejo de la lógica y de la sabiduría jurídica con que demostró que el Licenciado Jaime Cedillo- no había cometido delito alguno, pues que “compartir” en el facebook -fondo del tema jurídico en discusión-, un artículo que no era de su autoría: “La ruta criminal del oro ecuatoriano”,-en la que se implicaba al doctor Ochoa- en manera alguna constituía delito, por la sencilla razón -irrebatible por su contundencia- de que todos los que lo compartimos deberíamos estar en la cárcel. La acusación quedó reducida a chirle nadería.
La doctora Iliana Pachar Rodríguez, Jueza del caso, en un desempeño caracterizado por el magistral dominio del derecho, como de la autoridad de que estaba investida, no permitió los excesos, peor la intimidación y, en ejemplo de entereza, reflejó en la histórica sentencia que declaró inocente al Licenciado Jaime Cedillo, su irrevocable vocación y compromiso con la ley y la Hermenéutica Jurídica. Todo ocurrió de tal manera que fue como si se hubieran alineado los astros y la conjunción de temple y sabiduría dieron paso a que la justicia -en tiempos difíciles- tocara el cielo con las manos. (O)
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