domingo, 22 de octubre de 2017

La Refinería del Pacífico o cómo el gobierno perdió las proporciones del valor del dinero

  en Columnistas/Las Ideas  por 
El 15 de julio de 2008, según una nota publicada ese día en la página web de Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA), el entonces Presidente de ese país, Hugo Chávez, llegó a Manta “para encabezar junto a su homólogo, Rafael Correa, los actos correspondientes al comienzo de actividades para la construcción de la Refinería del Pacífico”. Por entonces, según se detalla en la nota, el Presidente Correa hablaba de una inversión de $5.000 millones para levantar el proyecto, casi tres veces menos que los $13.000 millones que se maneja actualmente. Si bien lo ocurrido con la “repotenciación” de la Refinería de Esmeraldas ya dejó claro que el Gobierno no es demasiado preciso cuando de proyectar costos se trata, lo de la Refinería del Pacífico parece ir más allá: en la página oficial del proyecto se señala que recién en julio de 2010, dos años después de publicada la nota de PDVSA, “se terminaron los estudios de Línea Base Ambiental mediante los cuales se definió que el sitio más idóneo desde el punto de vista de impacto socio ambiental para la construcción de la nueva Refinería, era el Sector El Aromo ubicado entre los cantones de Manta y Montecristi en la provincia de Manabí”. En otras palabras, en el Gobierno se animaron a estimar la inversión que demandaría la refinería cuando aún no estaba definido el sitio más adecuado para su construcción. Claramente, lo de “mentes lúcidas” es una modestia.
Ese mismo 15 de julio de 2008, junto a Chávez y a Daniel Ortega, otro jerarca del socialismo del siglo XXI que también vino para la “inauguración del centro de monitoreo ambiental y de responsabilidad social del Complejo Refinador y Petroquímico del Pacífico”, el Presidente Correa se refirió a la Constitución que por entonces se estaba redactando en Montecristi: “una Constitución para el siglo XXI –dijo–, una Constitución que será el instrumento fundamental para esta revolución democrática”. Ironías de la “revolución democrática”: la Constitución, que debía durar 300 años, ya ha sido reformada dos veces, mientras que el proyecto que ese día se estaba iniciando, y que debía estar listo en 2013, actualmente luce tanto o más lejano que entonces.
Pero el Gobierno, acaso para no llegar a las próximas elecciones con el peso de haber gastado más de $1.200 millones en un proyecto que luce inviable, insiste en que se llevará a cabo. En ese contexto, y cuando faltaban pocos días para la visita al país del presidente chino, Xi Jinping, acontecimiento durante el cual, se pensaba (o se temía), que el Gobierno haría algún anuncio relacionado con la Refinería del Pacífico, el Presidente Correa se tomó algunos minutos del enlace ciudadano 499 para explicar en qué se ha gastado todo ese dinero. Durante la explicación contó con el apoyo del gerente de la Refinería del Pacífico, Bismarck Andrade, y de algunos cuadros con el desglose de las cifras.
El primer cuadro detallaba los costos por concepto de “ingenierías y licencias” y de “estudios de sitio y ambientales”. Respecto a las ingenierías y licencias, el Presidente empezó advirtiendo: “Es carísimo todo esto, es tremendamente caro”. Las cifras le dan la razón: sólo por ese concepto se han gastado $335 millones, que hubieran alcanzado para construir y equipar unas ochenta escuelas del milenio. Y para tratarse de un monto tan elevado, la explicación –más allá de haber señalado que una obra de $13.000 millones (suponiendo que ese es el costo final del proyecto) requiere estudios complejos y que en su momento 400 ingenieros estuvieron trabajando para la refinería (“y no en el país, por ejemplo, en Nueva York”)– fue demasiado escueta: así, la ingeniería conceptual, que ha demandado $45 millones, se refiere al “tamaño, etcétera”, y la ingeniería básica ($238 millones), a “detalles”.
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En realidad, salvo en el caso de los costos de construcción –$659 millones que se concentran, principalmente en “preparación y mantenimiento de sitio” (el famoso movimiento de tierras, “el más grande en la historia del país”, según destacó el Presidente) y la construcción del Acueducto La Esperanza (que, a estas alturas, parecería ser el único gasto medianamente defendible)– la explicación del destino que se ha dado a esos cientos de millones de dólares no fue todo lo explícita que se podría haber esperado para semejante gasto. “Sigamos rapidito”, dijo en un momento el Presidente.
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Tal vez por esa falta de detalle, la explicación dejó tantas dudas. La primera tiene que ver con los $206 millones destinados a “asesorías”, monto que hubiera alcanzado holgadamente para construir y equipar la hidroeléctrica Manduriacusin tener que pedir un crédito para eso. “Alguien dirá: ¿asesorías? Me asesoró alguien y qué caro que cobran” –dijo el Presidente, para enseguida añadir, como si eso lo explicara todo, que se trata de “asesorías internacionales, legales, técnicas, financieras, y sobre todo la gerencia del proyecto”. En ese momento, acaso porque incluso a él le llamó la atención el dineral destinado a ese concepto, preguntó a Andrade: “Pero si todavía no se construye la Refinería, ¿por qué cuesta tanto la gerencia del proyecto, 150 millones?”. A lo que Andrade, titubeante, respondió: “Es un contrato por horas/hombre, señor Presidente, ellos son los que nos… es un apoyo gerencial que nos sirve para el diseño, la construcción, la fiscalización”. En ese momento el Presidente, casi como para socorrerlo, lo interrumpió y agregó: “Ellos también supervisaron, fiscalizaron. La fiscalización también es carísima en esta clase de ingenierías porque es tan complicado que hay que estar atentos”. Lo cierto es que, según los cuadros presentados, sólo entre enero y septiembre de este año se destinaron $45 millones a la “gerencia del proyecto”, $5 millones mensuales. ¿En cuánto se valoró cada “hora/hombre” para llegar a semejante monto? Suponiendo que por cada hora se están pagando cien dólares (lo que con la jornada laboral del Ecuador equivaldría a un sueldo mensual de $16.000, más del doble de lo que gana el Presidente), entonces serían 50.000 horas hombre al mes o más de 300 personas externas dedicadas a tiempo completo a un proyecto que aún no se construye.
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El mismo cuadro incluye otro dato que llama la atención: también por concepto de asesoría, PDVSA recibió más de $28 millones. Al respecto, el Presidente se limitó a decir: “PDVSA también nos dio asesoría, tiene una gran experiencia”. Desde el inicio de la Refinería del Pacífico (que hasta ahora no supera esa etapa inicial), PDVSA es socia del proyecto, con una participación original del 49% que, según una nota de El Comercio, se reducirá a menos del 20%. En esa nota, el entonces ministro coordinador de Sectores Estratégicos, Rafael Poveda, reconoció que, en los últimos años, la firma venezolana ha tenido un papel “pasivo” en el proyecto; la nota, basándose en informes de Contraloría, también menciona el incumplimiento por parte de PDVSA de los aportes de capital que le correspondían. No sólo los incumplimientos de PDVSA como socia de la refinería generan cuestionamientos sobre los $28 millones que recibió por concepto de asesorías, sino también (o sobre todo) el hecho de que esa empresa, pese a que el Presidente diga que “tiene una gran experiencia”, ha sido manejada en los últimos años de manera deplorable, al punto de que en 2015, por primera vez en su historia, “los ingresos por ventas de petróleo, gas, productos refinados y otros —las actividades centrales de la empresa— fueron menores que los gastos con que opera más las regalías y otros impuestos que paga al Estado”, según una nota publicada en prodavinci.com. ¿En algún otro país PDVSA tendrá la audacia de ofrecer asesorías?
Finalmente, a la “administración del proyecto”, que según señaló dos veces el Presidente se refiere a los costos laborales internos, se destinaron $40 millones desde 2008 hasta 2015 y $5,65 millones de enero a septiembre de 2016. Según la página de la Refinería del Pacífico, en esos nueve meses la empresa tuvo una nómina promedio de 146 empleados (con un máximo de 148 en febrero y un mínimo de 143 en septiembre), lo que significaría un sueldo promedio de casi $4.300 mensuales por persona, monto muy superior a lo que muestran los reportes de transparencia.
Poco antes de terminar de hablar sobre la Refinería del Pacífico, el Presidente reconoció que “ha sido difícil encontrar financiamiento” para ese proyecto. Escuchando la ligereza con que se habla del destino de cientos de millones de dólares (lo que demuestra cómo la bonanza petrolera hizo que el Gobierno perdiera las proporciones sobre el valor del dinero), resulta fácil entender por qué no llegaron créditos ni socios que aportaran a la refinería, ni siquiera en los años de altos precios del crudo, cuando el proyecto podía llegar a parecer atractivo. Pese a todo, tal vez porque en esa sabatina aún se esperaba que se concretara un préstamo chino, el Presidente se quiso mostrar optimista: “Verán, anoten si quieren: cuando esté construyéndose la refinería y más aún cuando esté funcionando, verán un pocotón de gente que quiera poner plata”. Como usted diga, Presidente. Queda anotado.

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