Violadores de alumnos
De entre todos los crímenes posibles que atentan a la intimidad y libertad de niños y niñas, los abusos sexuales y, sobre todo, la violación es el peor de todos porque es eminentemente destructor de todos los sistemas simbólicos que sostienen su vida. Por ejemplo, unos niños, inconscientemente, empezarán a tener serios problemas en el aprendizaje. Otros se tornarán retraídos y taciturnos, dejarán de jugar y perderán la capacidad de vivir la risa y la espontaneidad.
18 de octubre del 2017
POR: Rodrigo Tenorio Ambrossi
Doctor en Psicología Clínica, licenciado en filosofía y escritor.
El colegio en el que se abusó de estos niños debería ser con-vertido en cenizas".
Niños abusados sexualmente: historia antigua, tan antigua como la misma sexualidad. Hechos perversamenteindecibles, interminables. Si se recorren las historias de la humanidad y de la sexualidad, en todas partes aparecerá el tema del deseo de los adultos por el cuerpo de los niños incluso más que por el de las niñas. En efecto, las niñas poseen una suerte de protección anatómica que las sirve como de una suerte de barrera para los impulsos sexuales de jóvenes y adultos. Una barrera que, cuando es violentada, necesariamente deja marcas visibles que denuncian la infamia.
Perversión pura, abismal e insuperable. Acto mediante el cual el perverso destruye los principios básicos del orden de la cultura. De hecho el pederasta da cuenta de que él se ha ubicado más allá de todos los ordenamientos sociales, más allá de todo límite, al otro lado del bien e incluso del mal.
Este abuso sexual es eminentemente destructor porque, no solo que pone en entredicho las normas y las relaciones sociales, sino que hace añicos los principios básicos que sostienen los ordenamientos familiares y sociales. En efecto, cada vez que un adulto abusa sexualmente de un niño o de una niña, no solo que pone en entredicho el ordenamiento de la cultura sino que, además, se burla de élpuesto que se aprovecha de que su víctima no puede defenderse pues se halla al otro lado de lo que busca el abusador, es decir, al otro lado del placer de la sexualidad adulta.
En el momento del abuso, el hecho le rebaza al niño, lo trasciende y lo supera puesto que el niño carece de toda posibilidad de entender la acción de ese otro y, sobre todo,de explicarse a sí mismo el sentido posible de lo que le hacen. Pero con toda certeza sabe que se ha convertido en víctima fatal. Para él, el abuso va más allá de toda posible explicación, más allá de todo sentido. Como no existe para él palabra alguna que dé cuenta de lo que le acontece, la violación quedará inevitablemente para siempre, no solo como una herida incurable sino, además, como un agujero de sentido que no podrá ser llenado por nada.
Y esta actitud absolutamente destructiva se hace más evidente cuando el abusador es alguien cercano al niño. Por lo mismo, será tanto más destructiva cuanto más personal sea la relación del violador con su víctima.
Por lo mismo, el valor de significación que tiene la violación para la víctima no es el mismo si el actor es un extraño o si el infame agresor es el papá o un hermano, el profesor o el portero de la escuela.
De entre todos los crímenes posibles que atentan a la intimidad y libertad de niños y niñas, los abusos sexuales y, sobre todo, la violación es el peor de todos porque es eminentemente destructor de todos los sistemas simbólicos que sostienen su vida. Por ejemplo, unos niños, inconscientemente, empezarán a tener serios problemas en el aprendizaje. Otros se tornarán retraídos y taciturnos, dejarán de jugar y perderán la capacidad de vivir la risa y la espontaneidad.
En sí mismo el abuso sexual es siempre perverso y más aún cuando las víctimas son niños y niñas. De ahí que tenga la fuerza de también poder pervertir al niño quizás para siempre. La historia y la literatura universal están llenas de casos de niños que fueron violados en la escuela y que luego se transformaron en grandes criminales, en asesinos en serie. J-P Sartre escribió un inmenso texto, a lo mejor el más extenso de todos los suyos, sobre la vida de un niño que fuera abusado sexualmente, Saint Janet, Y se dice que el niño Hitler también habría sido abusado sexualmente. De hecho las cárceles del mundo están llenas de historias de criminales que vivieron su niñez atravesada por el abuso sexual.
Por supuesto que constituye una gran infamia imperdonable utilizar el poder para robar millones de millones que pertenecen al Estado, es decir, a toda la ciudadanía. Y es lógico que los corruptos sean condenados con severidad. Pero, “Al que abusare a uno, a uno solo de estos niños, más le valdría que le coloquemos una piedra de molino al cuello y que lo arrojemos al mar”. En consecuencia, nada de contemplaciones perversamente cómplices por parte de los poderes y de la justicia.
Nada, pues, de que la justicia se haga de la vista gorda o que se ponga a tasar en sórdidas benevolencias el bien y el mal como si la vida íntima de estos niños no valiese la sumatoria de todo el oro del país y del mundo.
El colegio en el que se abusó de estos niños debería ser convertido en cenizas. Allí debe haber más culpables que los señalados como los violadores. Porque son igualmente culpables todos los colegas que callaron, todas las autoridades que, perversamente, se hicieron de la vista gorda. De una u otra manera, todos cerraron las puertas para que no entraran la policía, la justicia y la verdad.
Perversión pura, abismal e insuperable. Acto mediante el cual el perverso destruye los principios básicos del orden de la cultura. De hecho el pederasta da cuenta de que él se ha ubicado más allá de todos los ordenamientos sociales, más allá de todo límite, al otro lado del bien e incluso del mal.
Este abuso sexual es eminentemente destructor porque, no solo que pone en entredicho las normas y las relaciones sociales, sino que hace añicos los principios básicos que sostienen los ordenamientos familiares y sociales. En efecto, cada vez que un adulto abusa sexualmente de un niño o de una niña, no solo que pone en entredicho el ordenamiento de la cultura sino que, además, se burla de élpuesto que se aprovecha de que su víctima no puede defenderse pues se halla al otro lado de lo que busca el abusador, es decir, al otro lado del placer de la sexualidad adulta.
En el momento del abuso, el hecho le rebaza al niño, lo trasciende y lo supera puesto que el niño carece de toda posibilidad de entender la acción de ese otro y, sobre todo,de explicarse a sí mismo el sentido posible de lo que le hacen. Pero con toda certeza sabe que se ha convertido en víctima fatal. Para él, el abuso va más allá de toda posible explicación, más allá de todo sentido. Como no existe para él palabra alguna que dé cuenta de lo que le acontece, la violación quedará inevitablemente para siempre, no solo como una herida incurable sino, además, como un agujero de sentido que no podrá ser llenado por nada.
Y esta actitud absolutamente destructiva se hace más evidente cuando el abusador es alguien cercano al niño. Por lo mismo, será tanto más destructiva cuanto más personal sea la relación del violador con su víctima.
Por lo mismo, el valor de significación que tiene la violación para la víctima no es el mismo si el actor es un extraño o si el infame agresor es el papá o un hermano, el profesor o el portero de la escuela.
De entre todos los crímenes posibles que atentan a la intimidad y libertad de niños y niñas, los abusos sexuales y, sobre todo, la violación es el peor de todos porque es eminentemente destructor de todos los sistemas simbólicos que sostienen su vida. Por ejemplo, unos niños, inconscientemente, empezarán a tener serios problemas en el aprendizaje. Otros se tornarán retraídos y taciturnos, dejarán de jugar y perderán la capacidad de vivir la risa y la espontaneidad.
En sí mismo el abuso sexual es siempre perverso y más aún cuando las víctimas son niños y niñas. De ahí que tenga la fuerza de también poder pervertir al niño quizás para siempre. La historia y la literatura universal están llenas de casos de niños que fueron violados en la escuela y que luego se transformaron en grandes criminales, en asesinos en serie. J-P Sartre escribió un inmenso texto, a lo mejor el más extenso de todos los suyos, sobre la vida de un niño que fuera abusado sexualmente, Saint Janet, Y se dice que el niño Hitler también habría sido abusado sexualmente. De hecho las cárceles del mundo están llenas de historias de criminales que vivieron su niñez atravesada por el abuso sexual.
Por supuesto que constituye una gran infamia imperdonable utilizar el poder para robar millones de millones que pertenecen al Estado, es decir, a toda la ciudadanía. Y es lógico que los corruptos sean condenados con severidad. Pero, “Al que abusare a uno, a uno solo de estos niños, más le valdría que le coloquemos una piedra de molino al cuello y que lo arrojemos al mar”. En consecuencia, nada de contemplaciones perversamente cómplices por parte de los poderes y de la justicia.
Nada, pues, de que la justicia se haga de la vista gorda o que se ponga a tasar en sórdidas benevolencias el bien y el mal como si la vida íntima de estos niños no valiese la sumatoria de todo el oro del país y del mundo.
El colegio en el que se abusó de estos niños debería ser convertido en cenizas. Allí debe haber más culpables que los señalados como los violadores. Porque son igualmente culpables todos los colegas que callaron, todas las autoridades que, perversamente, se hicieron de la vista gorda. De una u otra manera, todos cerraron las puertas para que no entraran la policía, la justicia y la verdad.
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