Richard Espinosa usa a sus hijas como escudo
Richard Espinosa está utilizando el tema de los derechos de los niños como escudo para protegerse del escrutinio y la crítica pública al que todo funcionario público está expuesto. Lo hace al demandar penalmente a cuatro usuarios de Facebook que comentaron en esa red social unas fotos en las que él aparece comprando joyas en un local de Bloomingdale en Miami y en las que, según él, está acompañado por su familia.
Lo más grave de la demanda y del gesto de Espinosa es que los niños que está usando como escudo son sus hijas. El presidente del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social justifica su demanda afirmando que los cuatro facebookeros han violado los derechos a la intimidad de sus hijas al reproducir fotos en las que ellas aparecen junto a él y junto a comentarios que supuestamente afectan su honra e integridad. En el documento enviado a la fiscalía dice: “como padre, tengo la obligación de velar por los derechos e integridad de mis hijas, puesto que estas publicaciones fotográficas violan el derecho de la honra, la dignidad, el buen nombre e imagen, así como la intimidad personal y familiar de mis amadas hijas, dado que se han realizado publicaciones de ellas sin la debida autorización”.
Nadie niega el derecho y el deber que tiene Espinosa, como padre, de proteger a su familia. Pero en las fotografías que circularon en redes sociales y que fueron comentadas en Facebook por los cuatro demandados, es imposible saber que son sus hijas y que son menores de edad. Ellas aparecen de una forma que es imposible asociarlas con él. Únicamente quien las conoce podía haberlo hecho, pues incluso pueden ser vistas, según los ángulos de las fotografías, como otras compradoras o incluso empleadas de Bloomingdale. En las fotos, el gran protagonista es Espinosa y todos los comentarios que hicieron los demandados y muchos otros usuarios de redes sociales están dirigidos a él. En su escrito, el funcionario pretende endosar los comentarios que se hacen en su contra, muchos de los cuales en efecto son duros, a sus hijas lo cual a todas luces es falso y demuestra su coartada: trata de utilizar el argumento de los derechos de los menores de edad para sustentar su intención de que la justicia castigue a los facebookeros con prisión.
El hecho de que Espinosa, adherente incondicional y beneficiario de un proyecto político que ha nutrido su discurso con anatemas hacia los EEUU, haya estado haciendo compras en un almacén en Miami provocó, como es obvio, reacciones y críticas muchas de ellas incluso agresivas. No es la primera vez que ocurre: otros funcionarios del correísmo han sido ya escrachados en redes sociales cuando salen fotos suyas comprando en almacenes de lujo en los EEUU y nada tiene de extraño tiene que sean criticados: ellos satanizaron el mercado, la libre empresa y, sobre todo, los EEUU.
Espinosa no asume que es funcionario público y que, como tal, debe soportar las críticas -buenas o malas, bonitas o feas, justas o injustas- que le hagan los ciudadanos que son, a fin de cuentas, quienes pagan su sueldo como funcionario público. En el el fondo, Espinosa sigue el patrón que el correísmo quiso implantar: demandar a sus contradictores para evitar las críticas en redes sembrando así el temor y la censura pública. Y como no tiene argumentos para responder sobre las incoherencias entre lo que dice y la forma como vive, pues recurre a un argumento francamente inaudito: sus críticos merecen cárcel por haberse metido con sus hijas. No señor Espinosa: nadie se mete con su familia. Se meten con usted. Y es usted quien está usando a sus hijas para defenderse; no sus críticos para poner en evidencia sus incoherencias. Tras esa demanda, lo único que realmente existe es un mensaje para amedentrar a los ciudadanos: si se mete conmigo, tendrá que vérselas con la justicia. Es lo que hacía Correa, pero esa treta ya no funciona y si no Espinosa debería preguntar al abogado del Presidente, Caupolicán Ochoa.
Ese colmo que el presidente del Consejo Directivo del IESS pretenda hacer aparecer la escena de la fotografía como un acto íntimo de su familia. Él es un funcionario público y cualquier aparición suya en un lugar que, además es público, interesa a los ciudadanos que son sus auténticos mandantes. Lo que haga en público no puede etiquetarlo fraudulentamente como un acto íntimo. Si su tesis fuera sostenible, ¿por qué no denunció el uso de las fotos a Facebook? Esa red social tiene normas para sacar del circulación material que viole los derechos a la intimidad o a la privacidad si alguien se siente afectado. Las redes sociales tienen sus propios mecanismos de protección para menores que puedan estar en situación de vulnerabilidad, como dice Espinosa. ¿Por qué no denunció las fotos a Facebook? Porque es evidente que el protagonista de esas fotos es él y que quienes lo criticaron se dirigen a él.
Una pregunta adicional para el señor Espinosa: ¿desde cuándo le interesan tanto los derechos de los niños que aparecen al lado de los políticos? ¿Acaso el aparato de propaganda de su gobierno no publicó miles de fotos de Correa usando a los niños en recorridos y mítines? ¿Alguna vez exigió él el debido permiso a los padres de esos niños? Si le importara aquello, algo hubiera dicho de las miles de fotografías en las que apareció su máximo líder Rafael Correa o su actual jefe el presidente Lenín Moreno con niños, ya sea abrazándolos o besándolos.
La demanda en contra de Juan Martín Kingman, José Gabriel Dávila Játiva, Jessica Denise Uquillas y Franklin Andrés Díaz es una atentado a la libertad que las personas tienen de criticar e incluso hacerlo duramente, en cualquier plataforma de comunicación, a un funcionario público. Es lamentable que en esas fotografías aparezcan menores y que sean las hijas de Espinosa. Es una desgraciada coincidencia. Pero si esas fotos circularon es porque en ellas está él y nadie sabe que las otras personas son menores y que son sus hijas. En cambio, sí saben que Richard Espinosa es un funcionario que tiene demasiadas cuentas pendientes con la opinión pública como para que pretenda afirmar que lo que hacía en esa tienda es un acto estrictamente íntimo. Demandar a cuatro usuarios de Facebook por sus críticas, muchas de ellas destempladas y de mal gusto, es un atropello al deber que tienen los ciudadanos de escrutar el comportamiento y la coherencia de los funcionarios públicos.
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