Galo Muñoz Arce
Para hablar del Periodismo Internacional y la libertad de expresión, es necesario conocer el alcance de su significado, sus exigencias propias y sus implicaciones en la sociedad… así diversos autores sugieren concepciones amplias y estrictas, pero todas en función de la práctica de los que algunos denominan el “oficio de la comunicación”:
En este sentido, Koszyk y Pruys (en Borrat, 2005), afirman que en una concepción amplia, el periodismo es “la actividad profesional principal de personas que se dedican a reunir, examinar, seleccionar, preparar y desarrollar noticias y comentarios así como material de entretenimiento mediante los medios masivos”.
En pueblos civilizados, el derecho a la información es condición fundamental para el desarrollo pleno de la democracia, solo así los ciudadanos pueden opinar y actuar libremente. Por ello, el periodismo debe defender estas necesidades humanas y preservar los plenos derechos de las personas.
Es labor del periodista denunciar las tiranías, salvaguardar la libertad de expresión, clamar a los cuatro vientos cuando algún mal gobernante pretende amordazar las voces de quienes tienen el deber moral de proporcionar la información. En pocas palabras el periodista es el defensor de los derechos humanos, a costa del atropello de sus propios derechos.
Durante esta última década, más de 700 periodistas han sido asesinados por cumplir con su tarea de informar al público. Es preocupante que tan solo el 10% de estos crímenes haya concluido con una condena. La impunidad envalentona a los criminales y al mismo tiempo tiene un efecto aterrador sobre toda la sociedad, en particular, sobre los propios periodistas. La impunidad conduce a más violencia, y se establece así un círculo vicioso.
El 18 de diciembre de 2013, la Asamblea General de la ONU, aprobó su primera resolución relativa a la seguridad de los periodistas y la cuestión de la impunidad, en la que condena todo tipo de ataques contra los trabajadores de los medios de comunicación, y proclama el 2 de noviembre como el “Día Internacional para poner fin a la impunidad de los crímenes contra periodistas”. La fecha se eligió en conmemoración del asesinato de dos periodistas franceses en Malí en 2013.
Esta histórica resolución insta a los Estados Miembros a que tomen medidas concretas para prevenir las agresiones contra los periodistas, asegurar que los responsables sean llevados ante la justicia y garantizar el derecho de las víctimas a las reparaciones. Asimismo, exhorta a los Estados a promover un entorno propicio y seguro en que los periodistas puedan realizar su labor de manera independiente y sin interferencias.
Según el comunicólogo español Ignacio Ramonet, ese “cuarto poder” era, en definitiva, gracias al sentido cívico de los medios de comunicación y al coraje de valientes periodistas, aquel del que disponían los ciudadanos para criticar, rechazar, enfrentar, democráticamente, decisiones ilegales que pudieran ser inicuas, injustas e incluso criminales contra personas inocentes. Era, como se ha dicho a menudo, la voz de los sin-voz.
En la ciudad de Cuenca, Jaime Cedillo Feijóo, se ha convertido en un prominente defensor de la libertad de expresión. Luego de sortear un proceso judicial que iniciara el abogado del Presidente de la República, Caupolicán Ochoa, quien estaría vinculado a la “Ruta Criminal del Oro”, hoy junto a un grupo de defensores de los derechos humanos, exigen al Consejo Universitario de la Universidad de Cuenca, la suspensión de su ejercicio como catedrático de la Facultad de Jurisprudencia, por incumplimiento con las obligaciones como docente, según documentos extendidos por este centro académico.
Jaime Cedillo, reafirma que el trabajo de un periodista consiste en descubrir e investigar temas de interés público, con el fin de contrastarlos, sintetizarlos, jerarquizarlos y elaborar un texto que posteriormente se hará público. Para ello, los comunicadores socialesdeben recurrir a fuentes periodísticas fiables y verídicas.
En este contexto, la Revista y Radio “El Observador”, se han convertido en medios de opinión críticos al correismo y desde sus columnas exigen la democratización de la comunicación, de una nueva Ley sin restricciones de ninguna especie, haciendo causa común con su legado: “La Libertad de Expresión, ni se compra, ni se vende, ni se transa.”
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