Publicado el 2017/05/27 por AGN
Diario El Mercurio
[Alberto Ordóñez Ortiz]
En las últimas semanas, la reciedumbre de un invierno disfuncional, pocas veces visto, ha puesto en evidencia el insuperable poder de la naturaleza. Los destrozos causados a lo largo y ancho del país, exhiben su fúnebre catadura: varias vidas humanas perdidas, como otros brutales estropicios que en su conjunto son, sin que quepa duda, su poderosa voz y el resuello de su incontrolable furia. Es más, su ennegrecido torbellino nos ha dejado sin palabras para expresar nuestra congoja frente al brutal vértigo de la tierra desgajada y del devastador avance de los ríos.
En lo que a la provincia del Azuay concierne, el cuadro adquiere tonalidades dramáticas si se considera su enorme falla geológica, la humedad invernal y las explotaciones de áridos que en el caso del Tahual-Paute -la zona de mayor riesgo- provocaron en 1993 el deslave de “La Josefina” que taponó los ríos Cuenca y Jadán y formó un embalse de más de mil hectáreas que amenazó con cubrir a nuestra ciudad. En el tramo el Descanso-Tahual-Paute persiste con peso de inapelable sentencia el último informe de la Delegación de la Comunidad Europea presente a esa fecha con su generosa solidaridad, la que aseguró que de continuar la explotación minera, más pronto que tarde un nuevo deslave sería inevitable. ¿Qué controles se han efectuado?, pues, que se sepa, ninguno.
Al tratarse de un problema que debe resolverse de forma inmediata y, atenta la circunstancia de que los recursos a manejarse son estratégicos, sería vital para Cuenca y el Azuay que luego que se declare la respectiva emergencia, sea la Prefectura del Azuay -por disponer de la capacidad y maquinaria requeridas- la que proteja y explote los áridos en aplicación de la tecnología más depurada, bajo un régimen que priorice las necesidades de los distintos municipios y su entrega a precios razonables que permitan el sostenido desarrollo provincial.
De forma coincidencial o, de la que fuera, porque para Karl Yung, una de las mentes más brillantes de todos los tiempos, las coincidencias no existen; lo que existe, asegura, son fuerzas cósmicas que no podemos controlar, pero que, son las que “incidirían” en las vidas humanas, tengo en este mismo momento, frente a mis ojos, la magistral obra del General (R.) Juan Méndez Moreno, “Cuenca: la próxima tragedia” que, gentilmente me ha concedido el honor de prologarla.
Al leerla, me deleito por el rigor histórico y la pasión con que ha sido escrita. Y de pronto recuerdo que fue precisamente el General Méndez Moreno, cuencano y miembro de una respetable estirpe de hondas y nobles resonancias, el que por su indoblegable tenacidad y corajuda decisión, logró en 1993 desfogar el siniestro embalse. Utilizó un cohete Low -fruto de un visionario improntu-, porque no se podía utilizar dinamita, dadas las debilidades estructurales del área. Cuenca y los cuencanos mantenemos una deuda impagable con nuestro ilustre coterráneo. Es hora de reconocer que los hombres heroicos y ejemplares como Juan, no son tan solo de su época sino de todos los tiempos. (O)
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