domingo, 21 de mayo de 2017


¿Cómo un cretino así puede ser el político más exitoso de la historia?

  en La Info  por 
De entre las todas las imágenes que pudo haber escogido para sellar su última sabatina, escogió la de él rompiendo un diario. No fue espontáneo ni una mera coincidencia: Rafael Correa tuvo que haberse asegurado, antes de llegar al parque de los Samanes, de que iba a tener un ejemplar de diario La Hora a la mano para romperlo por la mitad en los minutos finales de su su show de los sábados. Fue, sin duda, un gesto planificado que terminó, voluntariamente o no, convirtiéndose en la imagen que la historia recogerá como su despedida del poder. Una imagen que, a la postre, lo define como ser humano y como político.
La imagen de Rafael Correa rompiendo un diario simboliza, sin embargo, la del fracaso que él siente por no haber conseguido la que seguramente ha sido su máxima aspiración durante estos diez años de poder: eliminar de tajo cualquier forma de prensa que no opere bajo su control y voluntad y, además, no haber podido convencer totalmente a la opinión pública de que el periodismo es el principal obstáculo del bien común .
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Pero no fue únicamente su decisión de aparecer rompiendo el diario lo que evidencia que Correa deja la Presidencia con la frustración de no haber logrado secuestrar por completo la opinión pública. Fue la arquitectura misma de todo el enlace 523 lo que dejó al descubierto el fracaso de Correa frente al disenso. En esencia, está última sabatina estuvo concebida y dirigida para transmitir, a quienes heredarán de él el poder, el mensaje de que el encargo más importante que les deja es liquidar todo rezago de prensa independiente que pudo habérsele escapado. En en un momento del enlace, incluso, se dirigió a José Serrano, el nuevo presidente de la Asamblea, y le encomendó que impida que en los próximos años se cambie la Ley de Comunicación, como pretende la oposición y “la prensa mercenaria”: un concepto que repitió al menos tres veces duranrte el enlace.
“Ojalá la próxima legislatura no caiga en la trampa. No se deje poner las prioridades y la agenda legislativa por parte de una empresa mafiosa que se representa a ella misma y sus intereses. Recuerden nuestros asambleístas que son representantes de ustedes, del pueblo ecuatoriano y no de lo que diga la prensa mercenaria”, dijo Correa y criticó a los medios y los sectores que han salido a hablar sobre la necesidad de derogar dicha ley que fue, durante sus últimos años de gobierno, el pilar de su proyecto autoritario. “Estoy observando en los últimas días toda esa campaña mediática para bajarse la Ley de Comunicación. Pareciera ser que es el principal problema del país. Lean los titulares. No hay problemas de violencia contra las mujeres, coparentalidad, pensiones alimenticias, no es problema la seguridad…”, agregó en otra parte de su intervención. Fue tan evidente el hecho de que quiso dedicar la última sabatina a desahogar su frustración con la prensa, que lo más destacado de ella fue un video en el que se recogía los casos en los que, según Correa y su equipo, el periodismo había mentido a la sociedad con el afán de indisponerla en contra de su gobierno y de promover la protesta social.
Calificó a los periodistas que publicaron esas supuestas mentiras como “periodistas de rocola”, porque según él “tocan música cuando reciben una moneda”. Además aseguró con todo el convencimiento del caso que la prensa ha sido su “más grande adversario”.  Correa no economizó tiempo ni retórica en este propósito: sostuvo que la prensa “mercantilista” ha sembrado odio en la sociedad ecuatoriana y que la ha engañado publicando y callando lo que le da la gana. “Atentos los próximo cuatro años: no creerle nada a esa prensa mercenaria”, exclamó y dijo que en ningún lugar del “planeta” ha ocurrido algo que, según él, ha ocurrido en el Ecuador: que el presidente ganador de unas elecciones sea proclamado por un canal de televisión, Ecuavisa, y no por la autoridad electoral. “Los medios mercenarios tienen que entender que proveen un derecho (la información) y no una mercancía. Han querido dañar el corazón de la gente”, dijo.
Correa, como buen demagogo autoritario que es, sabe que su discurso en contra de la prensa le ayudó, desde los inicios de su mandato, a construir la figura de un enemigo externo para conseguir adhesiones populares y desviar responsabilidades, pues el guión oficial es miren hacia allá, ellos son la amenaza, ellos son el verdadero el peligro.
Correa, al igual que otros como él entre los que está Donald Trump, tiene como némesis a la verdad. Él sabe que insultando a la prensa abre una nueva línea de ataque en contra de los hechos que, en realidad, son sus verdaderos enemigos. Lo que Correa ha tratado de hacer durante estos diez años es confundir al público fabricando la coartada de que la prensa es  “mercenaria” y “enemiga del pueblo” para que no crea en las verdades que son incómodas al poder. Deslegitimar a la prensa libre e independiente es una forma de evitar que la sociedad le de crédito a los hechos que el poder no quiere que sean vistos.
Correa puede ser muy transparente en presentaciones como éstas porque no hay nadie ni nada que que limite lo que dice. Por eso, durante el enlace 523, Correa no pudo evitar que en su ataque al periodismo haya dejado al descubierto un aspecto fundamental de su personalidad: su incapacidad de aceptar que el pueblo puede expresar su descontento espontáneamente y sin el estímulo de algún oscuro interés.  Correa está convencido de que si la sociedad se pronuncia en su contra es porque está siendo engañada por alguien perverso y jamás porque existan razones auténticas y verdaderas para hacerlo. Si la gente salió a protestar en el 2015 en contra del Impuesto a la Herencia fue por culpa de los periodistas, si los policías se sublevaron el 30S fue por culpa de los periodistas, si los agricultores se opusieron al censo agropecuario fue por culpa de los periodistas, si los médicos salieron a protestar fue por culpa de los periodistas, si en en 1912 una turba asesinó a Eloy Alfaro fue por culpa de los periodistas…  Así cualquier cosa que se diga en su contra será… culpa de los periodistas.
En el pensamiento de Correa, primitivo y controlador, no existe expresión social que pueda ser autónoma. Únicamente aquellas expresiones populares que se producen bajo el estímulo del Estado (controlado por él claro) son legítimas y válidas. Cuando las masas se pronuncian sin su consentimiento es porque los perversos periodistas las han empujado. “Los violentos son inducidos y azuzados por la prensa. !Cuántos brotes de violencia se han producido por información publicada para hacerle daño al gobierno¡”, exclamó.
Si algo se puede decir a favor de las sabatinas, que durante 10 años fueron la institución pública creada para lanzar odio, descalificación y atropellos, es que la historiadores del futuro podrán encontrar en ellas al verdadero espíritu de quien ha dominado la escena política durante buena parte del siglo XXI.  A pesar de que el enlace 523 fue uno de los más cortos de los últimos años, con un poco menos de tres horas de duración, Correa ofreció una estupenda muestra de sus  particularidades sicológicas y emocionales: tenaz, intenso, obsesivo, vanidoso a más no poder, autoritario, cobardón porque desafía a golpes a sus adversario desde un espacio en el que sabe que está protegido, ignorante pero a la vez sabido, manipulador, mentiroso, hombre de poco mundo y estupendo comunicador. 
Correa en cada sabatina se jacta de tener una autoridad moral que le permite despreciar a todos los que no están con él y lanzar mensajes cargados de moralejas parroquianas cada cinco minutos. Así ha sido durante 523 sábados.
Esta vez, además, dejó patente que los 10 años de gobierno, no le han enseñado nada sobre lo que es el Estado y la función pública.  En una declaración insólita y no menos lamentable expuso lo que, según él, es el cambio que su gobierno le ha significado al Ecuador. Dijo: “hemos transformado la patria. No podemos caer en falsas modestias. Antes de la revolución ciudadana nada de esto existía. Antes no había el parque los Samanes, antes no había enlaces, el Museo de Carondelet estaba cerrado, el cambio de guardia tampoco no existía. Antes había salvataje bancario y congelación de cuentas”.
Lo que las 523 sabatinas dejan, a más de toda su perversidad y distorsión institucional, es la fascinante interrogante sobre cómo un personaje capaz de articular reflexiones tan pobres y cretinas como aquella según la cual el cambio tras estos 10 años se expresa en que antes no había sabatinas y ahora sí hay sabatinas, pudo haberse convertido en el político más exitoso de la historia de la política ecuatoriana moderna. Una interrogante que los historiadores del futuro deben empezar a desentrañar desde ya. FUENTE 4PELAGATOS

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