jueves, 2 de junio de 2016

LOS PODERES DEL EMPERADOR



Diego C. Delgado Jara * (10-81)
1. En el Medioevo todos los poderes estaban concentrados en manos del emperador; su voluntad omnímoda era la ley y la justicia. El monarca encarnaba al Estado, a quien nadie fiscalizaba ni controlaba. Los pueblos subyugados lucharon y resistieron. Por ello ya no tienen el poder de sus antepasados.
2. La revolución francesa limitó ese autoritarismo insufrible luego de ejecutar al rey. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, de la Asamblea Nacional de Francia, del 26 de agosto de 1789 (hace más de 226 años), en su Art. 16 proclamó “La sociedad que no tiene asegurada la garantía de sus derechos, ni tiene determinada la separación de sus poderes, carece de Constitución.”
3. Art. 15 de esta misma Declaración advirtió que “La sociedad tiene derecho de pedir cuenta de su administración a todo funcionario público”. ¡Eso hace más de dos siglos! En 1789, año de su expedición, Simón Bolívar tenía 6 años y faltaban 6 años para que naciera el mariscal Antonio José de Sucre. Estamos hablando de hace 226 años, 41 años antes que se fundara la República del Ecuador.
4. En el Art. 11 de esta misma Declaración de los Derechos del Hombre se proclamó “La libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones es uno de los más preciosos derechos del hombre”. ¡En el Ecuador –al tenor de lo expuesto- hemos retrocedido siglos, al eliminarse la separación de funciones, anular derechos, y buscar silenciar las opiniones, a nombre de una supuesta “revolución”!
5. El rey de España y la reina de Inglaterra en la actualidad tienen muchísimos menos poderes que el presidente del Ecuador. Ellos no deciden a quien entregar –a las multinacionales por ejemplo- los recursos naturales no renovables –caso del petróleo y las minas- ni los servicios fiscales más rentables de su país, caso de la telefonía, como sucede en el Ecuador con normas a la medida, caso de la Ley Orgánica de Empresas Públicas, publicada en el suplemento del Registro Oficial 48, del 16 de octubre del 2009, entre otras. Los reyes actuales ya no manejan las cortes de justicia, ni manipulan a todas las instituciones del Estado. No estimulan los montos crecientes de deudas frenéticas que someterán en forma planificada el futuro de sus conciudadanos a una creciente y dolorosa dependencia neocolonial.
6. En el Ecuador contemporáneo una sola persona controla o influencia no solo la economía, créditos discutibles y contratos no difundidos, sino decenas de ministerios, empresas públicas, organismos fiscales, la función legislativa y todas sus comisiones, la administración de Justicia a todo nivel, el Consejo de Participación Ciudadana, la Defensoría del Pueblo, la Contraloría y todos los organismos de fiscalización y control político, la Procuraduría, la Fiscalía, todas las superintendencias (de bancos, de compañías, de economía popular y solidaria, telecomunicaciones, de información y comunicación, del poder de mercado, entre otras), Consejo Nacional Electoral, Tribunal de lo Contencioso Electoral, Corte Constitucional, fuerza pública, entre otras instituciones. Preguntamos: ¿Merece el Ecuador una autoridad vitalicia con más poder que un emperador del Medioevo?
7. Revisemos y aprendamos las lecciones de la historia. Este poder totalitario y absoluto, unipersonal, fue históricamente el que asumió Adolfo Hitler en Alemania, Benito Mussolini en Italia, Francisco Franco en España, Augusto Pinochet en Chile, Rafael Videla en Argentina, Alfredo Stroessner de Paraguay, Anastasio Somoza en Nicaragua, Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana, los Duvalier (Francois y Jean Claude) en Haití. Otra manifestación del totalitarismo absoluto e inaceptable, bajo otro signo, lo encarnó Josef Stalin. ¿Alguien puede suponer que existe democracia con la dinastía Kim de Corea del Norte? ¡Ningún pueblo debe ser enjaulado jamás! ¡Ninguna práctica política se justifica si no respetan los derechos humanos!
8. Ante la concentración absoluta de poderes escribió Simón Bolívar hace dos siglos: “Huid de un país donde uno solo ejerce todos los poderes; es un país de esclavos”. Antes lo previno Montesquieu, en 1748, en su obra “Del espíritu de las leyes”: “Todo estaría perdido si un mismo hombre ejerciera los tres poderes.” Frente a un panorama tan desolador y opresivo como éste, el patriota cubano José Martí advirtió: “La libertad cuesta muy cara, y es necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a conquistarla a su precio.”

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