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Publicado en abril 12, 2016 en La Info por José Hernández
¡A exigirles que revelen toda la verdad! Lo escribió usted hoy (12 de abril) en su cuenta Twitter. Usted dio esa orden a sus seguidores para que conminen a los periodistas que investigan el caso de los Panama Papers a que publiquen todo lo que encuentran. Seguramente las publicaciones saldrán a medida que cotejen nombres y hechos. Pero sea: ¡que publiquen!
Captura de pantalla 2016-04-12 a las 2.47.19 p.m.
Qué bueno sería, Presidente, que, de paso, se sometiera usted a su propia exigencia. Porque lo mismo que usted quiere que hagan los periodistas es lo que los ciudadanos han pedido a su gobierno en muchísimas ocasiones. Sin éxito alguno. Usted ya casi cumple diez años en Carondelet y la opacidad de su administración ha sido más densa que la de otros gobiernos que, además, no controlaban todo el aparato del Estado. En diez años hay casos, muchos casos, que su gobierno ha tapado.
Usted nunca aceptó la exigencia de que su gobierno diga la verdad, como ahora exige con vehemencia y una intención evidente: que Galo Chiriboga, Pedro Delgado y Rommy Vallejo luzcan acompañados en la lista de los Panama Papers. Ojalá tengan compañía.
La verdad para usted no es la coincidencia entre lo que se afirma y los hechos. Es un concepto de geometría variable. La definición que pudiera haber, en el diccionario correísta que es urgente que el país compile, podría decir: “hechos que el poder popular representado por Alianza País puede aceptar, siempre y cuando perjudiquen a la oposición”.
¡A exigirles que revelen toda la verdad!: qué bueno hubiera sido que durante estos diez años usted y su gobierno hubieran plegado ante ese que es su deber. Con seguridad el país luciría ligero. No habría esta sensación horripilante de vivir bajo un manto denso y opaco, tendido por su gobierno, bajo el cual vaya uno a saber lo que realmente ocurre.
Usted y su aparato convirtieron todo lo que es del país y de los ciudadanos en asunto privado. Convirtieron las instituciones (las de control y de fiscalización) en miembros activos de una sociedad secreta: la que usted dirige. El único espacio donde hay personas disidentes que podrían investigar, lo neutralizaron cínica y perversamente: el Consejo de Administración Legislativa está hecho a prueba de todo: ningún pedido pasa.
No es raro, Presidente, que usted exija que los periodistas digan toda la verdad. No es raro que su gobierno haya convertido “La verdad” en un leitmotiv. Eso se llama sicología proyectiva. Es la enfermedad mejor compartida en su gobierno. Al decir usted La verdad, da cuerpo a ese adagio popular que dice: dime de qué presumes y te diré de qué careces.
La verdad es para usted un lema publicitario. Solo eso. Porque el país sigue sin saber lo que realmente ha ocurrido en muchos casos: la compra de 115 ambulancias y el material sanitario. La corrupción en comisarías de Guayaquil en la época del gobernador Roberto Cuero. Los Pativideos y las muertes de algunos de los implicados en ese caso. Los radares chinos. La compra de chalecos y GPS. El caso de Raúl Carrión, de ministro suyo a comecheques. Los Seguros Sucre. El préstamo de $800.000 a Gastón Duzac. La venta de Ecudos. El caso Resurgir. Las firmas falsificadas durante el proceso de reinscripción de Alianza País. La narcovalija que salió de la Cancillería. Los negocios de Tecnistamp y los uniformes de la Policía. La compra de los Dhruv…
No se sabe TODA la verdad, como dice usted, sobre casos como esos ni tampoco sobre los contratos que usted y su gobierno, a nombre del país, han hecho con otros gobiernos o empresas. El intercambio de crudo por derivados entre Petroecuador y Pdvsa. Las preventas de petróleo con China. Las condiciones de contratación de deuda con ese país. Sacha entregada a Pdvsa. El acuerdo con Schlumberger en el cual se cede por 20 años el campo Auca.
Hay centenares de ejemplos, Presidente, en los cuales los ciudadanos, exigiendo o no, debían conocer TODA la verdad. Y su gobierno la ocultó, la acomodó o no la quiso averiguar. Nadie sabe cómo funcionarios suyos, que vivían saltando matones, tienen hoy propiedades en Miami o veleros y yates en la costa ecuatoriana. Más dolorosamente, el país quiere saber la verdad, TODA la verdad, en el caso de la muerte del general Gabela y de otras personas en estos diez años.
Es la verdad, TODA la verdad, lo que hubiera querido conocer el país sobre los contratos de su hermano. Y mas bien hubo represalias de su parte contra la comisión que usted mismo formó. ¿Cómo no ver con perplejidad que la Comisión Anticorrupción, que coordina Jorge Rodríguez, haya sido atacada por su gobierno simplemente por pedir que investigue un caso que resultó sospechoso para sus miembros? Usted y su gobierno han desechado, igualmente, las alertas que hacen organismos como Transparencia Internacional. En 2014, Ecuador ocupó el puesto 110 entre 174 países en su ranking de corrupción gubernamental. Ese informe fue denigrado, como los anteriores.
Usted hoy exige que se diga TODA la verdad sobre un tema que está periodísticamente en proceso. Pero se entiende por qué lo hace: porque usted no cree sino en la verdad política que sirve sus intereses. Y esa verdad –que no es la verdad– solo puede llegar a una conclusión: su gobierno es de manos limpias y cualquiera que no lo reconozca es un agente de intereses torvos. Empezando, naturalmente, por los periodistas que no figuran en las nóminas de su gobierno. Usted se volvió predecible desde hace tiempo.
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