Publicado en abril 19, 2016 en La Info por José Hernández
Presidente,
Es emocionante ver la onda de solidaridad que provoca la tragedia sobre todo en la Costa. La sociedad civil se vuelve a encontrar con lo mejor que ella tiene: solidaridad, civismo, sentido de la minga.
Esta tragedia marcará la historia de la sociedad. Un antes y un después. Sus características son tan especiales –por lo dolorosas, por el número de afectados y los costos que causa al país– que crean un clima nuevo para todos. Ayer Fernando Alvarado probó lo que es tratar de sacar partido político a una ayuda ciudadana. No le fue bien en las redes.
El manejo de la crisis ya no pone a la sociedad como remolque del Estado. La sociedad está probando que es más que esas instituciones que pueden ser usadas por un partido político, cualquiera que este sea, pero nunca equipararán la humanidad y la compasión de las personas.
La sociedad reaccionó primero y lo sigue haciendo de manera masiva y fecunda. Ese dato es capital para todos. Sobre todo para los políticos y su gobierno. No conviene competir con ella: hay que volverla socia en esta catástrofe y en todas las acciones que el país tendrá que emprender en una reconstrucción que será cara y larga. Usted habló de $3.000 millones de dólares. La Espol calcula que el impacto sumará $8.200 millones.
Esta sociedad, por el momento que atraviesa, es más sensible a ciertos gestos, gastos, discursos, acciones. Solo usted puede decidir lo que hará su gobierno para estar a tono con la nación. Solo usted puede evaluar si hay más sabatinas o si mantiene, por ejemplo, el Ministerios del Buen Vivir. Lo cierto es que habrá altos costos para todos aquellos que no entiendan que la tragedia invita a un nuevo momento.
No solo hay que enterrar a los muertos y ocuparse de los damnificados. En la agenda hay puentes, carreteras y muchos otros trabajos de infraestructura. Hay ciudades, pueblos y casas por reconstruir. Hay créditos por condonar o reestructurar. Puestos de trabajo que se perdieron. Hay miles de familias y huérfanos que tienen que replantear sus vidas. Hay una letanía más de cosas que lega esta catástrofe.
Nada se podrá hacer sin una unión nacional explícita, coordinada, consensuada. En esa dirección la sociedad y su gobierno deberían manejar, desde ahora, esta crisis. Reconociendo de lado y lado lo que se haga bien. Pero diciéndose también los errores y las deficiencias. Su gobierno debe reconocer, Presidente, la maravillosa movilización nacional que hay en torno a las víctimas del terremoto. Su gobierno debe desvanecer cualquier duda sobre la mera sospecha de que podría aprovecharse de la buena voluntad y el esfuerzo económico de decenas de miles de ciudadanos para ganar puntos ante los ciudadanos. La misma reflexión cabe del lado ciudadano ante la tarea que algunos de sus funcionarios se han echado encima en este esfuerzo titánico que el país está compartiendo. No cabe que alguien quiera ganar medallas con avemarías ajenas.
Nadie sobra en este acuerdo nacional por la reconstrucción que Usted evocó ayer en su cuenta Twitter, refiriéndose al caso de Manabí. Su gobierno no podrá hacerlo sin la sociedad en su conjunto. Y la sociedad sola no tiene toda la capacidad de convocatoria que requiere un tema que incluye temas financieros, legales e institucionales. ¿Este es un tema político? Por supuesto. De alta política pública, pues concierne la nación en su conjunto. Esa puede ser la plataforma sobre la cual el país se pare para encarar, dentro de seis meses, la próxima campaña electoral.
Un país que, consciente de sus vulnerabilidades, decide hacer acuerdos sobre lo esencial. Sin ese acuerdo nacional para la reconstrucción, esta catástrofe solo agregará dolor y pérdida de oportunidades para un país que ha pasado décadas entre desidias y promesas mesiánicas.
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