Mientras la herida está en sangre viva… el don es despreciado
Mientras las urbes menos afectadas realizan ceremonias para compadecerse (en el sentido de participación en el sufrimiento del otro, no de sentir lástima), abrazarse y honrar a los deudos de todos los ecuatorianos, el jefe del estado y jefe de todas las funciones, narra en su enlace 472 dónde, cuándo y cómo disfrutó del estreno del show turístico Royal tour en Nueva York y en Chicago. Esta ostentación sólo es comparable con la de la celebración en Roma, conforme la información que circula en las redes sociales.
25 de abril del 2016
POR: Consuelo Albornoz Tinajero
Profesora universitaria, investigadora y periodista.
Hay un calculo político, politiquero me atrevería a calificarlo, en el tratamiento del desastre y de sus conse-cuencias".
Marcel Mauss, un reconocido etnógrafo francés, publicó en 1925 el Ensayo sobre el don. Forma y función del intercambio en las sociedades arcaicas. Este es un estudio sobre el valor de la reciprocidad y el significado que un don, un regalo, un obsequio tienen. Su vigencia lo ha convertido en un clásico.
En su texto, Mauss afirma que “rehusarse a dar, olvidarse de invitar, así como rehusarse a tomar equivale a declarar la guerra, a rehusar la alianza y la comunión...”. Esta frase, parafraseada al momento que vivimos, podría interpretarse de este modo: Negarse a entregar lo que está a nuestro alcance, olvidarse de reconocer y de valorar esta adhesión, y estimular a que se la siga expresando, así como obstinarse en rechazar lo entregado con generosidad, equivale a hacer gala de hostilidad con quienes actuaron con solidaridad y buscan acuerdo y participación.
Las investigaciones de Mauss descubrieron que la dádiva en modo alguno es gratuita: sin coste. No lo es porque implica un compromiso. Un deber. Una reciprocidad o “correspondencia mutua”, como define el diccionario español a esta bella palabra que los ecuatorianos usamos para la fiesta y también para el dolor, y muy emparentada con la minga, otra hermosa expresión cultural.
Sin embargo… la actitud gubernamental durante los últimos meses, y profundizada en la última semana, dibuja todo lo contrario de lo que significa la solidaridad, la donación, la ofrenda.
Mientras una provincia entera, al menos, aún no recupera los cuerpos de sus coterráneos y no puede ni siquiera sepultarlos a todos todavía; mientras el país entero está de luto y se conduele del tormento que sobrecoge a sus compatriotas, alguien afirma que con una lata de atún no se reconstruyen las vías asoladas. Alguien ordena arrojar a la basura muestras de generosidad de otros ecuatorianos. Alguien desacredita la solidaridad del más poderoso que la concreta en entregas a tono con sus capacidades económicas, y la del más humilde, que seguramente da todo lo que puede, tal vez la funda más pequeña de lenteja, y ese alguien las califica a ambas ayudas de “solidaridad de teletón”. Con esto vitupera a todos los ecuatorianos, los irrespeta y hace escarnio de la aflicción nacional.
Como si lo anterior no bastara, sectores del gobierno rehúsan aceptar ciertas contribuciones, a las que probablemente no miran con buenos ojos, sustentados en prejuicios de la peor especie. Y hasta voceros de los médicos informan que su colaboración ha sido ladeada y desatendida. Parece que algunos rostros visibles del correísmo exigen la centralización de todos los aportes e impugnan la asistencia de la sociedad civil organizada, del modo más ofensivo. Con estas actitudes, siguiendo el pensamiento de Mauss, todos los funcionarios aludidos están declarando la guerra a sus mandantes y a quienes han manifestado su deseo de cooperar.
Pero el desaire, la hostilidad, la ofensa no quedan allí. Sin el menor asomo de delicadeza, alguien manda a callar -y sino se silencian los envía presos- a los ecuatorianos que perdieron a todos y todo en la tragedia del 16 de abril. Y expresa un atroz descomedimiento cuando un joven voluntario, que está donando su tiempo y su persona, trata de averiguarle algo al mandatario que es su servidor, con todo el derecho que le asiste.
Mientras las urbes menos afectadas realizan ceremonias para compadecerse (en el sentido de participación en el sufrimiento del otro, no de sentir lástima), abrazarse y honrar a los deudos de todos los ecuatorianos, el jefe del Estado y jefe de todas las funciones,narra en su enlace 472 dónde, cuándo y cómo disfrutó del estrenodel show turístico Royal Tour en Nueva York y en Chicago. Esta ostentación solo es comparable con la de la celebración en Roma, conforme la información que circula en las redes sociales.
Pero espantémonos aún más. Mientras tantos jóvenes, adultos, incluso niños, participan en las campañas solidarias con los distintos municipios de la patria, el correísmo y el grupo #AyPame se confabulan para avanzar hacia una consulta que, según su deseo, nos llevaría a la reelección indefinida, es decir a la opresión definitiva. ¡Cuánto oportunismo!
Estos hechos, apenas descritos en pinceladas, nos muestran la falta de empatía (ectapía es el opuesto) y la capacidad de desalmar, de quienes poseen a raudales el poder político, pero carecen de minúsculas capacidades de acción, planificación, ejecución y sobre todo de sentido de humanidad. ¡Cómo entender todo el menosprecio que habitan los actos descritos y las frases reproducidas y otras, muchas, muchas más, que todos hemos escuchado y leído!
¡¿Qué hacer?!
El compromiso del que habla Mauss, en palabras contemporáneas se puede traducir en la obligación que se impone quien recibe (la administración gubernamental), de dar cuentas a los donantes (estados, organizaciones, individuos), sobre la buena utilización de las aportaciones; no puede ni malgastarlas, ni festinarlas, ni destinarlas a otros propósitos. Algo de ello seguramente advierte la policía ideológica que pulula en los más altos círculos del correísmo. Intuye o sospecha que las ayudas envuelven un compromiso, un llamado a la correspondencia y de allí la discriminación entre unas y otras y el miedo a acogerlas todas. Por ello la coacción presidencial encerrada en su oferta de suprimir las sabatinas si la oposición votapor los nuevos impuestos. Por ello objetan que la sociedad civil organizada arrime el hombro y, más tarde, les pida cuentas… Temen el compromiso que pudieran asumir con la sociedad y con la ciudadanía y no quieren arriesgarse.
Es decir, hay un calculo político, politiquero me atrevería a calificarlo, en el tratamiento del desastre y de sus consecuencias. Un cálculo extremadamente peligroso a 10 meses de las elecciones. Un cálculo que dado el padecimiento que recubre a Ecuador es siniestro. Un cálculo que evidencia el modo como quienes conducen -erráticamente, por cierto- los destinos de nuestro país están sepultando todo rastro de humanidad y de sensibilidad en sus comportamientos.
¿Qué hacer, reitero? Reflexionar, conversar, compartir; no silenciarse, ni autocensurarse. Tampoco pensar que la solidaridad exige cerrar los ojos, taparse los oídos y enmudecerse. Podemos actuar y cavilar al mismo tiempo. Podemos ser fraternos y críticos simultáneamente. Quien nos diga lo contrario está equivocado.
En su texto, Mauss afirma que “rehusarse a dar, olvidarse de invitar, así como rehusarse a tomar equivale a declarar la guerra, a rehusar la alianza y la comunión...”. Esta frase, parafraseada al momento que vivimos, podría interpretarse de este modo: Negarse a entregar lo que está a nuestro alcance, olvidarse de reconocer y de valorar esta adhesión, y estimular a que se la siga expresando, así como obstinarse en rechazar lo entregado con generosidad, equivale a hacer gala de hostilidad con quienes actuaron con solidaridad y buscan acuerdo y participación.
Las investigaciones de Mauss descubrieron que la dádiva en modo alguno es gratuita: sin coste. No lo es porque implica un compromiso. Un deber. Una reciprocidad o “correspondencia mutua”, como define el diccionario español a esta bella palabra que los ecuatorianos usamos para la fiesta y también para el dolor, y muy emparentada con la minga, otra hermosa expresión cultural.
Sin embargo… la actitud gubernamental durante los últimos meses, y profundizada en la última semana, dibuja todo lo contrario de lo que significa la solidaridad, la donación, la ofrenda.
Mientras una provincia entera, al menos, aún no recupera los cuerpos de sus coterráneos y no puede ni siquiera sepultarlos a todos todavía; mientras el país entero está de luto y se conduele del tormento que sobrecoge a sus compatriotas, alguien afirma que con una lata de atún no se reconstruyen las vías asoladas. Alguien ordena arrojar a la basura muestras de generosidad de otros ecuatorianos. Alguien desacredita la solidaridad del más poderoso que la concreta en entregas a tono con sus capacidades económicas, y la del más humilde, que seguramente da todo lo que puede, tal vez la funda más pequeña de lenteja, y ese alguien las califica a ambas ayudas de “solidaridad de teletón”. Con esto vitupera a todos los ecuatorianos, los irrespeta y hace escarnio de la aflicción nacional.
Como si lo anterior no bastara, sectores del gobierno rehúsan aceptar ciertas contribuciones, a las que probablemente no miran con buenos ojos, sustentados en prejuicios de la peor especie. Y hasta voceros de los médicos informan que su colaboración ha sido ladeada y desatendida. Parece que algunos rostros visibles del correísmo exigen la centralización de todos los aportes e impugnan la asistencia de la sociedad civil organizada, del modo más ofensivo. Con estas actitudes, siguiendo el pensamiento de Mauss, todos los funcionarios aludidos están declarando la guerra a sus mandantes y a quienes han manifestado su deseo de cooperar.
Pero el desaire, la hostilidad, la ofensa no quedan allí. Sin el menor asomo de delicadeza, alguien manda a callar -y sino se silencian los envía presos- a los ecuatorianos que perdieron a todos y todo en la tragedia del 16 de abril. Y expresa un atroz descomedimiento cuando un joven voluntario, que está donando su tiempo y su persona, trata de averiguarle algo al mandatario que es su servidor, con todo el derecho que le asiste.
Mientras las urbes menos afectadas realizan ceremonias para compadecerse (en el sentido de participación en el sufrimiento del otro, no de sentir lástima), abrazarse y honrar a los deudos de todos los ecuatorianos, el jefe del Estado y jefe de todas las funciones,narra en su enlace 472 dónde, cuándo y cómo disfrutó del estrenodel show turístico Royal Tour en Nueva York y en Chicago. Esta ostentación solo es comparable con la de la celebración en Roma, conforme la información que circula en las redes sociales.
Pero espantémonos aún más. Mientras tantos jóvenes, adultos, incluso niños, participan en las campañas solidarias con los distintos municipios de la patria, el correísmo y el grupo #AyPame se confabulan para avanzar hacia una consulta que, según su deseo, nos llevaría a la reelección indefinida, es decir a la opresión definitiva. ¡Cuánto oportunismo!
Estos hechos, apenas descritos en pinceladas, nos muestran la falta de empatía (ectapía es el opuesto) y la capacidad de desalmar, de quienes poseen a raudales el poder político, pero carecen de minúsculas capacidades de acción, planificación, ejecución y sobre todo de sentido de humanidad. ¡Cómo entender todo el menosprecio que habitan los actos descritos y las frases reproducidas y otras, muchas, muchas más, que todos hemos escuchado y leído!
¡¿Qué hacer?!
El compromiso del que habla Mauss, en palabras contemporáneas se puede traducir en la obligación que se impone quien recibe (la administración gubernamental), de dar cuentas a los donantes (estados, organizaciones, individuos), sobre la buena utilización de las aportaciones; no puede ni malgastarlas, ni festinarlas, ni destinarlas a otros propósitos. Algo de ello seguramente advierte la policía ideológica que pulula en los más altos círculos del correísmo. Intuye o sospecha que las ayudas envuelven un compromiso, un llamado a la correspondencia y de allí la discriminación entre unas y otras y el miedo a acogerlas todas. Por ello la coacción presidencial encerrada en su oferta de suprimir las sabatinas si la oposición votapor los nuevos impuestos. Por ello objetan que la sociedad civil organizada arrime el hombro y, más tarde, les pida cuentas… Temen el compromiso que pudieran asumir con la sociedad y con la ciudadanía y no quieren arriesgarse.
Es decir, hay un calculo político, politiquero me atrevería a calificarlo, en el tratamiento del desastre y de sus consecuencias. Un cálculo extremadamente peligroso a 10 meses de las elecciones. Un cálculo que dado el padecimiento que recubre a Ecuador es siniestro. Un cálculo que evidencia el modo como quienes conducen -erráticamente, por cierto- los destinos de nuestro país están sepultando todo rastro de humanidad y de sensibilidad en sus comportamientos.
¿Qué hacer, reitero? Reflexionar, conversar, compartir; no silenciarse, ni autocensurarse. Tampoco pensar que la solidaridad exige cerrar los ojos, taparse los oídos y enmudecerse. Podemos actuar y cavilar al mismo tiempo. Podemos ser fraternos y críticos simultáneamente. Quien nos diga lo contrario está equivocado.
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