jueves, 28 de abril de 2016

  
Pedernales: lo que se ha derrumbado es la noción de futuro
Este es el relato de un médico, Víctor Hugo Sevilla, residente en Pedernales, y que vivió minuto a minuto la tragedia desde su campamento médico improvisado. Él, junto a centenares de rescatistas y profesionales, atendieron a un pueblo devastado. Cada persona con la cual conversó, le puso al tanto de su personal tragedia.
25 de abril del 2016
JUAN CARLOS CALDERÓN / PLAN V
Victor Hugo Sevilla
Médico patólogo. Administrador hospitalario e investigador.
"Yo me libré del remezón, y además nunca me imaginé su dimensión. A los diez minutos del temblor en Quito, me llama la hermana de un amigo mío, la cual estaba hablando con él desde los Estados Unidos. Ella estaba hablando con su hermano y empiezan los gritos y el ruido y ella escucha eso en el teléfono hasta cuando se corta la señal. Y ella me llama desesperada a decir que la casa de sus padres se cayó, que ahí estaba toda la familia y que les ha pasado una desgracia. Me advierte de la situación y me señala que era en Pedernales. Intenté comunicarme con Pedernales, lo cual fue imposible, y poco a poco logro enterarme, tras comunicarme con una familia de allá y me cuentan todo". Así empieza su relato el médico patólogo Víctor Hugo Sevilla. Radicado desde hace año y medio en Pedernales, el reconocido doctor tenía en ese balneario costero un laboratorio clínico y un consultorio. Él estaba en Quito, de descanso, cuando sucedió el terremoto. Retornó de inmediato hacer lo que pudiera. Con un equipo básico consiguió de inmediato  donaciones de medicinas y el prestamo de unidades médicas y atendió a más de 130 pacientes diarios; comió atún todos los días, desayuno, almuerzo y merienda...
Sevilla es una fuente de primera mano. Por su consulta pasaron centenares de hombres y mujeres que lo perdieron todo, pero él cree que la pérdida más grande es la noción de futuro. Él traza una ruta a mediano plazo para este pueblo y advierte sobre el impacto de la tragedia sobre una población de 55 mil personas que se asentó en la informalidad, la desigualdad y la industria del camarón. Esta es su historia.
Tu estabas en Quito durante el terremoro.  No tenías información sobre el tema. Las primeras imágenes que aparecen en las redes sociales son las de Guayaquil…
Sí, el puente caído, los Supercines, pero ya se sabía que el epicentro fue a la altura de Pedernales y que la ciudad estaba desolada. Ya había esa situación. La casa de estos amigos, caída; el edificio donde tuve mi primer laboratorio desapareció. Ya tenía toda esa información. Entonces, decido regresar de inmediato a Pedernales.
¿Qué ves en el camino?, supongo que ahí te vas dando cuenta…
Yo tenía toda la imagen y las versiones de un amigo o de otro que en Quito habían sentido el temblor tan fuerte y largo y mi primer impacto fue en Santo Domingo. Precisamente en la salida a El Carmen había una casa que ya estaban derrocando, con el equipo caminero. Eso fue como a la una de la tarde. Es la primera imagen que me llega de que hay un grave problema. Llego a El Carmen y en el cruce hacia Pedernales había dos casas adosadas destruidas. Y en la ruta me impacta el éxodo, que ya se empieza a percibir. Veías cómo salía la gente en las camionetas y camioncitos típicos de Manabí, con los colchones y los electrodomésticos arrumados.  Era gente de Pedernales y cuando llego a un paradero, en una bomba de gasolina muy grande me bajé del carro a preguntar a la gente. Y una familia de ahí me decía que se iban pero no sabían a dónde. Ellos iban a Santo Domingo para ver si sus familiares los acogían. No había rumbo, lo importante era salir. Esa caravana era inmensa. Ya había en la ruta carros pequeños que iban con ayuda. Todos íbamos llevando algo, yo tenía el auto repleto de cosas. Pero aún no había camiones muy grandes, y el tráfico de ida a Pedernales era suave, pero el de salida era impresionante: lleno de vehículos con gente que llevaba sus pertenencias. Que huía.  En el kilómetro 34 se armó una enorme congestión por un derrumbe que obstruyó el paso casi toda la semana. Era un éxodo y era el domingo. Eso se ha mantenido, creo que hasta el sábado pasado Pedernales se convirtió en un pueblo fantasma.
"Me llamó la atención una casa que se había movido hacia la mitad de la vereda, estaba intacta pero en la mitad de la vereda. Y empezamos a ver los sitios donde se había muerto el amigo, la familia conocida, la paciente..."
¿Llegas el domingo en la tarde y ya estaban los rescatistas?
Llego y ahí estaba el destrozo. Y los rescatistas ya estaban, había una buena dotación de gente en labores de rescate; los bomberos de Chile, de Quito. Veo una destrucción total, y es cuando vas viendo los puntos de referencia de la ciudad, la casa esta, el negocio, el amigo, ves todo caído; y no importa el tipo de casa. Siempre observaba antes el hábito diario de la gente de Pedernales, que sale a la vereda, con sus asientos, a tomar el fresco de la tarde, el resuello suelen decir. Y era eso mismo pero en todas las veredas, todas las familias, hileras de personas sentaditas y perdidas, con esa expectativa de saber qué pasará. Eso duró el domingo y el lunes, y con la instalación de los albergues eso cambia.
¿Qué es lo primero que hiciste?
Fui a descargar y a entregar las cosas que traía. Fui donde esta familia amiga que no había comido durante todo el día. Ellos armaban ya su campamento de supervivencia y luego fui a ver mi laboratorio. Soy uno de los pocos afortunados, porque las piezas, los instrumentos estaban intactos aunque todo en el piso y mi departamento era un desastre. No estaba destruido para nada, pero estaba como si una cuadrilla hubiera entrado a rebuscarlo todo, los muebles patas arriba, todo en el piso, la cama corrida al extremo del cuarto. Yo vivía en el tercer piso de un edificio, de los más bonitos de la ciudad, además en el centro, pero está intacto comparativamente. Luego me di la vuelta por el parque, por el centro, con montañas de escombros; edificios con las lozas una sobre otra, como libros en una estantería. Me llamó la atención una casa que se había movido hacia la mitad de la vereda, estaba intacta pero en la mitad de la vereda. Y empezamos a ver los sitios donde se había muerto el amigo, la familia conocida, la paciente (calla). Ese dolor. Me fui al centro de salud a ponerme a las órdenes, pero curiosamente estaba abandonado. Todo se habían llevado al estadio, que estaba a reventar. Trabajé ahí el domingo en la tarde, con los médicos a cargo, pero ya se veían solo heridas pequeñas.
¿Qué tipo de heridas?
Algunas fracturas, más bien pequeñas. Laceraciones, golpes, alguna sutura en la cabeza. Ya todos los heridos graves habían sido evacuados. Hasta ese momento se habían atendido 1200 pacientes, se habían evacuado 230 por tierra; y dos por helicóptero. 
¿Estaba ya instalado el servicio de salud en el estadio?
Ya estaba y se veía un movimiento frenético de toda la gente. Me parece que hubo una respuesta bastante rápida. 
¿Además de la atención médica, qué más se podía hacer?
Me dediqué a buscar ayuda. Estuve dedicado a encontrar gente e insumos que nos apoyaran con atención médica, que me parecía insuficiente. Ver esa desolación (calla). El reflejo era esa familia que no había comido, 30 personas. El lunes a las once de la noche ya recibí el furgón para atender a la gente. Ahí teníamos cuatro consultorios, un área de farmacia, con medicamentos gratuitos donados por empresas privadas. Hicimos gestiones para que no se atendiera a los pacientes en el estadio de Pedernales. El lunes, martes y miércoles, a más de esa destrucción, el sol era una cosa espantosa. Creo que esto se dio porque esta dimensión tan grande del terremoto superó ampliamente la capacidad de organización. No solamente era gente inexperta en terremotos, porque nunca hemos tenido uno así, sino también en organización. Me encontré con neófitos, hasta desagradables, en ese punto. Era gente del Ministerio de Salud. Tuve la oportunidad de llevar esa unidad móvil, llevé una unidad quirúrgica, que llegó desde Cuenca, y una unidad odontológica. Efectivamente, en Pedernales ya no había heridos graves, pero había poblaciones más allá, personas que fueron rescatadas por motos. Y las estaban llevando a Santo Domingo, a Bahía de Caráquez y el trayecto a Pedernales era mucho más corto. Menos traumático. Pero pusieron el centro de atención en el estadio, donde estaba saturada toda la atención del desastre. El miércoles recién armaron los campamentos médicos cerca del centro de salud. En los pueblos había mucha gente herida.
¿Cuál era la razón técnica para atender a los pacientes en el estadio?
Pudo haber sido una razón de seguridad. Porque ningún edificio daba seguridad. Otra razón pudo haber sido que ahí estaba el centro de atención de emergencias, y se buscaba incluirse en todo ese movimiento, donde estaba todo el Estado, el Municipio, los rescatistas, y hasta los muertos. Me pareció un desatino poner ahí a los pacientes. Las personas eran atendidas en el césped, los sueros se instalaban en los tubos de las carpas, y el centro de salud estaba abandonado. Fuimos a limpiar el centro de salud, estaba hecho un desastre pero lo limpiamos y adecuamos a la unidad médica y empezamos a atender ahí a unos 130 pacientes diarios.
¿Y psicológicamente, emocionalmente, cómo estaba la gente? ¿Hablabas con ellos, qué decían?
No podías hablar a la gente sobre el día de mañana. Llegaba, por ejemplo, un caso de hipertensión. Y no podías decirle a esa señora que debía hacer un tratamiento de quince días. Ellos no veían una perspectiva de quince días. No pues doctor, me voy a morir era la respuesta.  No, le decía uno, usted va a seguir viviendo y tenemos que mejorar la vida, así que usted tiene que controlarse. La gente no admitía que tenía un futuro. Eso fue como... (calla).
Como el fin del mundo, no admitía que la vida continuara...
Como que todo se acabó, como que no había perspectivas de otra vida. Les decía: mire señor, tiene que bajar de peso. Pero para qué voy a bajar de peso, si el edificio se me cae encima, para qué voy a cuidarme. Y esa era la respuesta de todo el mundo, esa resignación. Y eso fue todos los días, incluso cuando pasó ya la primera emergencia. La gente no asumiá un futuro para sí. No encajaba en el futuro, era un espacio vacío (calla). Me preguntaba: y usted de dónde es, como que te trataban de ubicar, como para decirte si usted no vive esto, para qué me recomienda. Era terrible, no hubo personas que no expresaran eso, y era mucho más notable en gente mayor de cincuenta años. 
¿La gente sentía eso por las pérdidas, por la incertidumbre, por el impacto...?
Todo el mundo decía que lamentaba su casa y las pérdidas humanas, y eso significaba, por ejemplo, que era la tía que traía a los dos niños que habían quedado huérfanos, que los cuidaba. Es decir, que debieron hacerse cargo no sólo de sí mismos sino de familiares sobrevientes. Ahí te iban contando todo el detalle de sus pérdidas. Hablábamos también con los líderes comunitarios y traíamos a la consulta a la gente de las comunidades. Pasamos el jueves y viernes atendiendo a grupos de las comunidades. Y la gente se había organizado de tal manera que había madres encargadas de los niños. 
"Inicialmente olía a mierda, a cloaca. Sin duda Pedernales no tenía agua potable ni alcantarillado antes del terremoto. Entonces habían pozos ciegos o tubería de aguas servidas que se habían roto".
¿En el impacto que esto tiene, cómo fueron resolviendo el tema de las medicinas, cuál era la medicación más común?
Creo que el gobierno enfrentó bien la situación inicial de medicinas. Lo que ahí se necesitaban eran analgésicos. El paracetamol era todo. Usamos también medicamentos para enfermedades crónicas que aparecen con más frecuencia en estos casos. Los dolores musculares de los diabéticos se agudizan terriblemente y la gente se desespera. A partir del jueves 21 ya cambió la consulta, ya no eran los golpes, eran las diarreas. Así que llevamos mucha cantidad de sales orales. Y el viernes aparecieron las enfermedades respiratorias. No te imaginas la presencia del polvo. Primero que estábamos a la interperie, todo el mundo durmiendo sobre la tierra, luego el polvo de las máquinas trabajando sobre los escombros, el polvo del transporte pesado, las volquetas. Ese era el panorama visual, pero lo olfativo era terrible. Fue mudando progresivamente.
¿A qué olía, a cadáveres?
Inicialmente olía a mierda, a cloaca. Sin duda Pedernales no tenía agua potable ni alcantarillado antes del terremoto. Entonces habían pozos ciegos o tubería de aguas servidas que se habían roto. Tenías fugas de esos líquidos en todas partes y un marcado olor a cloaca. Eso fue el domingo y el lunes, y ya el martes eso ya olía a muerte. Una intensidad imposible de soportar. No podías caminar por Pedernales por la putrefacción. Si el olor de un perro muerto huele como huele, imagínate lo otro. Pero el miércoles ese olor a muerto disminuyó. Y el día jueves ya casi no había, solo en algunos puntos.
Eso por la recolección de los cadáveres, ¿cómo se actuó en ese sentido? ¿Se usó la cal, finalmente? Muchos la pedían en las redes sociales...
Yo no ví que hacían con los cadáveres, pero todo el mundo tomó su fallecido, lo identificó, llenó el registro de defunción y lo enterró. Honestamente no sé dónde se enterraban, solo sé las historias que contaba la gente, como la de mi asistente, una enfermera, muy eficiente, una mujer extraordinaria. Me estaba contando cómo se cayó su casa en Pedernales, y al final de esa larga jornada del domingo, noté algo en su mirada, como de reclamo. Y me dice: "imagínese que yo pasé en el centro de salud hasta las dos de la mañana pero en mi vereda ya estaban los cuerpos de ocho parientes muertos.  Y por último, a las diez de la noche del otro día, ya tuvimos las partidas de defunción de diez de mis familiares".  Ocho se murieron en su casa y dos en otro lugar. Y ella estuvo trabajando, atendiendo a los sobrevivientes con su diez muertos sobre su alma y no dijo nada, no se quejó nunca. Estuve impactado y admirado (calla). Diez familiares y su mejor amiga muertos. Ahora, el rescate de la gente también es doloroso. ¿Cómo sacaban un cuerpo o un sobreviviente? Porque había un pariente que decía: esta es la casa de mi tío y mi tío estaba aquí. Así avisaban y orientaban a los rescatistas y al equipo caminero. ¿Y los que no reclamaban? ¿Qué pasaba donde habían muerto todos? Había sitios en los que te orientabas por el olor a muerto. 
Comentabas al inicio de esta entrevista sbre el éxodo de la gente de Pedernales y quería atarlo a la pérdida, porque pierdes seres queridos, amigos, familia, trabajo...
Pierdes horizonte. 
Casi muy poco se habla sobre lo que era Pedernales antes del terremoto y todo lo que se perdió para decenas de miles de personas. 
Mucha gente, que no lo conoce, pensaba que Pedernales era un pueblito pequeño, una caleta de pescadores artesanales. Una gente de Bolivia que me entrevistó me dijo que la ciudad era de construcción muy precaria y por eso se destrozó. Pero no es así. La actividad camaronera era la fuente de ingresos de la ciudad. Y produjo un efecto nocivo. Es una sociedad muy productiva, pero se trabaja solo tres o cuatro días al mes. La pesca en camaronera se da pocos días al mes. Y los camaroneros tienen ya su cuadrilla. La gente pobre trabaja en una o dos camaroneras y con eso viven, y el resto del día no hacen nada. La actividad de la gente pobre de Pedernales es muy informal y precaria. Los varones van a la pesca y las mujeres al procesamiento del camarón. Pero no es un trabajo fijo ni constante. Son muy pocos los que tienen estabilidad en esa actividad. En general, notas a la gente como muy conformes, muy calmados, como que las cosas no sucedían en Pedernales. Y es lo mismo con el turismo. Porque solo funcionaba en temporada. Ese modo de vida construye una sociedad difícil, porque tampoco es que se notara la pobreza. Ves esos edificios, los hoteles, pero la pobreza en Pedernales es muy profunda. Muchos informales entraban a mi consultorio y no podían pagar. 
"La actividad de la gente pobre de Pedernales es muy informal y precaria. Los varones van a la pesca y las mujeres al procesamiento del camarón. Pero no es un trabajo fijo ni constante".
Pedernales, con más de cincuenta mil personas es grande para la zona, es por la industria camaronera...
Cincuenta mil solo el casco urbano y doscientas mil personas, en la zona de influencia. Las cuatro parroquias y lo circundante. Pero es la cuarta zona de mayor pobreza del país. Es una contradicción terrible y produce, creo, el 12% del camarón exportable del país. (En la zona de Pedernales hay 11 000 hectáreas de piscinas de camarón en producción. Cada hectárea produce entre 15 a 20 quintales. Representa al menos que el 9% de la producción total del país). Eso representa entre 60 y 80 millones de dólares al año en la zona, pero no se ve para nada en Pedernales, esa riqueza no se ve.
¿Esas camaroneras entiendo que se perdieron?
El mayor daño es en todo lo que es obra física. Los laboratorios de larva se destruyeron, igual que los hoteles, porque eran mal hechos. En las camaroneras hay los muros, que son de tierra y piedra. Fui testigo de la destrucción de dos camaroneras. Era como si la energía del terremoto hubiera pasado por ahí. Rompió, abrió los muros, y se fue la pesca. Pero también hubo camaroneras que no se dañaron pero el camarón murió, porque no solo es la fractura de la tierra sino la expulsión de gases. De todos los que conozco, camaroneros, pueden rescatar una parte unos, nada otros.
¿Y la gente, a dónde va, en qué va a trabajar?
El éxodo se dio por eso además. Salieron sin saber dónde iban a parar. El dueño de la tienda más grande de la ciudad se fue para el Coca, con lo que pudo rescatar. Asumo que al menos tres de cada 10 personas se van, se fueron. 
¿Y las perspectivas de los que se quedan?
Pedernales creció en una bonanza imposible de entender.  Su espíritu era que podían hacer cualquier cosa, conseguir cualquier cosa. Había casas muy fastuosas, los carros de los adinerados eran gigantescos. Había una actitud prepotente, y nunca pensaban en el pueblo. Y creo que esto, este terremoto les hizo pensar en que todos los excesos los terminó el terremoto, de una sola. La gran preocupación de ellos era comenzar como hace treinta años, pero sin las ventajas de hace treinta años. Hubo un camaronero que me dijo: mira, cuando comencé invertía mil y cosechaba cien mil; ahora, siembro mil y saco mil trescientos. Además es un negocio de familia. Para mi no hay otra alternativa porductiva que el camarón. 
¿Y el turismo?
Esa es una pregunta muy dura. ¿Cómo recuperas los hoteles? De una veintena quedaron dos. Solo en Pedernales.  Pero anda y ve si alguien quiere hospedarse ahí.
¿Cómo viste la organización de la ayuda?
Después de esto tengo cierta confianza, no solo por la solidaridad enorme sino por la respuesta institucional. Los días del rescate había gente de todas partes del país, había apoyo institucional de Loja, de Guaranda, de Ibarra, mucho de Tulcán, de todo el Ecuador; vi empresas eléctricas del Coca, de Imbabura, de Quito; de Zamora llegó una brigada municipal que instaló el agua, en fin. Creo que la movilización del país fue espectacular, y eso muestra que tenemos una capacidad para responder. Eso es posible verlo ahora, no es solo cuestión de los burócratas que estaban ahí, muchos sin hacer nada o deambulando sin sentido. Quiero decir con esto que la organización tuvo fallas. Por ejemplo, Todo concentraron en el estadio de Pedernales, y la presión de la gente por comida era enorme, miles de personas gritando por agua y comida. Pero entonces ahí, en ese estadio entró todo el mundo y en el momento que se quizo dar entrada a la gente para que accedan a las vituallas y alimentos se armó el zafarrancho. Entonces tuvo que intervenir la Policía, parar, volver a empezar la columna, ordenar todo eso. Precisamente por ese absurdo criterio de concentrar todo, hasta los muertos. Luego se dieron cuenta, y ya separaron las donaciones del lugar, y ya no había la presión. Estaban en ese estadio la OMS, la Unicef, la Acnur, la Cruz Roja, los Médicos Sin Fronteras. Todo el mundo...
Pero se ordenó todo eso...
Te puedo decir que alguien puso un orden. El lunes y martes eso era un caos. Y me refiero específicamente a la atención a la gente.
Era complicado todo esto, y tanbién ordenar el tema de las donaciones y los voluntarios.
Había muchísimo voluntario y donaciones, cada uno por su lado, y los damnificados se dieron cuenta de inmediato. Entonces dividieron la familia y a la mamá la mandaron a un centro de distribución, al papá al otro, al hijo al otro. Acumularon lo que más pudieron, sin orden alguno. Y la gente se daba la vuelta en las columnas para recibir varias veces.
¿Eso afectó a otros sectores, a los rurales, donde aún se reclama que no hay ayuda?
"Los "vivos" ya estuvieron instalados desde el principio. Era la gente que acumulaba y acaparó la ayuda, porque tenían posibilidades de hacerlo".
Sin duda. La cuestión es que era correcto que se hiciera un solo centro de acopio y distribución. He estado en contacto con tres brigadas de apoyo. Una, de una empresa farmaceútica, que entregó muchas medicinas. La otra era de una constructora importante, que montó por su cuenta dos contenedores con alimentos, vituallas y medicinas, y fueron a entregar por su cuenta en Jama, Cojimíes, Chamanga. Y estoy seguro que nunca pudieron entregar bien, y creo que entregando en un solo centro de acopio y distribución, la gente tenía mayores oportunidades de recibir equitativamente. Porque los "vivos" ya estuvieron instalados desde el principio. Era la gente que acumulaba y acaparó la ayuda, porque tenían posibilidades de hacerlo. A nuestro lado alguna brigada de ayuda entregaba colchones y la gente se daba la vuelta y hubo personas que llevaron cuatro colchones cada una. 
Hubo críticas por la postura de los militares de que los damnificados se inscribieran para recibir las donaciones, y eso era complicado en esas condiciones. Y por eso las filas, los reclamos y las denuncias de los voluntarios en redes sociales de que les impedían llegar de modo autónomo o les requisaban las donaciones o las etiquetaban.
No vi nada de eso, En el centro de acopio, en el más grande no vi una sola etiqueta. Pero creo que debía haber orden. Había gente que traía solo atún. Comimos atún todo el tiempo. De mañana, tarde y noche. El último día encontramos unos vegetales, hicimos una ensalada y nos la comimos ...con atún.  
¿Con cuánta gente trabajaste en la atención de salud?
Tuve tres médicos, dos auxiliares de enfermería, mi hija Maricarmen, que es una maravilla, ayudó en todo. Y nadie más. 
¿Cómo ves el futuro?

Cuando llegué a Pedernales, en el 2014, advertí que era una sociedad sin estructura social. Y es notorio incluso en el liderazgo local. En Pedernales aparecía un negocio y luego desaparecía muy rápido. Veo a Pedernales como que sufrió una poda. Un corte al facilismo con que la gente obtenía y disponía de las cosas. La gente con alguna posibilidad no se hacía atender su salud en Pedernales. Se iba a Santo Domingo, Bahía, Guayaquil. Igual las compras no se hacían ahí. La gente que obtenía su riqueza de Pedernales no miraba a Pedernales. Si esta situación tan dramática hace que la gente se reconozca como sociedad, creo que Pedernales va a mejorar mucho. Los edificios, lo material se reconstruye, pero lo que no puede quedar en el piso es el tejido social, la comunidad, la identidad. Hay que levantar eso, empezando por terminar con la informalidad y la precariedad laboral. Hay que crear estabilidad. Si hay verdaderamente la intención de reconstruir Pedernales, la presencia de los técnicos, de los constructores, de los profesionales va a ayudar mucho. Hay que comprometerse en ese sentido de modo permanente. Hay que reconstruir la ciudad, las ciudades, pero no solo físicamente, sino con una base social que antes no ha habido. Si no teníamos nada en la corteza hay que encontrar lo que hay en el fondo. Pedernales es crucial para el país. La geografía y las comunicaciones lo ponen en un punto central y alternativo entre Manta y Esmeraldas. Pero lo veo difícil. Hubo un tiempo, el de mayor riqueza camaronera, que Pedernales no tenía vías, porque a la gente no le interesaba. Había tanta plata que preferian viajar a Guayaquil en avioneta, a depositar en los bancos. Y había un aeropuerto. Y la gente sacaba la plata en avioneta. Los hijos iban a estudiar en Guayaquil y Manta. Pero muchos hijos de camaroneros no reciben ese estímulo académico para sus hijos. Estuve con uno de ellos, cien hectáreas de camarón; le quedaba un millón doscientos mil dólares anuales de ganancia en el peor de los casos. Y decía que no le interesaba que su hijo estudie, si él no pasó el tercer curso y tenía tanta plata.  A una parte de la élite de Pedernales no le interesa la educación ni el tejido social, y eso se reproduce. El peor peligro para Pedernales es ese. El futuro yo lo veo por ahi, pero ahora hay que que resolver este grave problema del terremoto, esta aparente oscuridad, y luego luchar porque ojalá haya algo de luz.

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