La cárcel ha sido todo un emblema de los casi diez años de gobierno de Rafael Correa. Es en la cárcel donde muchos de los conflictos políticos han terminado. Por uno u otro motivo, figuras de la oposición y la disidencia están o estuvieron presas. Le ha ocurrido a Fernando Balda, Galo Lara, Cléver Jiménez, Fidel Araujo, César Carrión, Manuela Picq, los 10 de Luluncoto, los 12 del Central Técnico, los 20 de El Arbolito… pero también ha habido ciudadanos retenidos que le han hecho alguna seña que no ha sido de su gusto durante el paso de su caravana. Incluso usuarios de redes sociales, como Sebastián Cevallos y Jannine Cruz, han pasado por una cárcel.
La idea de la cárcel no ha estado ausente de los días posteriores al terremoto. Al menos en tres ocasiones, Rafael Correa ha amenazado, en la zona del desastre, con encarcelar a quien grite o llore en su presencia. Estos episodios, grabados en Tv. o teléfono inteligente, han circulado en redes sociales de una forma impactante. Precisamente en ese página se recogen tres de esos videos. Los dos primeros ocurrieron en Muisne y el tercero en Manta.
Esto prueba que no es un ex abrupto. Correa usa en todos los casos un lenguaje parecido. No reacciona en forma improvisada: ya tiene un libreto ante el llanto, los gritos y el dolor de las personas afectadas. Su primer mensaje es señalar que no los soporta. Segundo mensaje: admite que lloren o expresen su dolor las personas que tienen parientes fallecidos. Esas manifestaciones funcionan, entonces, como umbrales que han llevado a más usuarios de las redes sociales a plantearse preguntas. ¿Esas manifestaciones ponen al Presidente ante los problemas evidentes de desorganización de su gobierno en esta tragedia? Coarta esas señales porque no las ve como la expresión más evidente del dolor sino como las pruebas irrefutables del fracaso gubernamental en este terremoto.
Es evidente que el llanto y las muestras de dolor son incontrolables. Vulneran a quien estén cerca. Correa, que es el orden, debe ser imperturbable. Abusa entonces del poder, para mantener el control. Y él solo concibe una forma de hacerlo: suscitar miedo. El mensaje es tan explícito como inequívoco: solo él decide qué quiere oír y ver. Él, que es el único que sabe qué hacer incluso ante el dolor, no quiere ser perturbado por personas que dejan que sus emociones o sentimientos fluyan…
Correa ha cuestionado a aquellos que lo han criticado afirmando que en el video la gente lo aplaude tras amenazar de meter presos a las personas que lloran o gritan a su paso. Para él es una muestra de que tiene la razón. No puede ser de otra manera. Es incapaz de ver que, ante la miseria, muchos ciudadanos estarán prestos a besar la mano que se le tiende… así porte un látigo.
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