Simón Pachano
Lunes,
2 de marzo, 2015
¿Derecha
revolucionaria?
Una de las
ventajas de vivir en estos tiempos ecuatorianos es que cada día se aprende algo
nuevo. Por ejemplo, ahora nos hemos enterado de lo equivocada que estuvo la
humanidad al asociar la idea de revolución con la izquierda. Durante más de
doscientos años fue una creencia tan enraizada que hablar de izquierda
revolucionaria era una redundancia y derecha progresista era una contradicción.
Pero, ya que nuestro país está al revés, como guante sacado al apuro, ahora
tenemos una derecha revolucionaria y una izquierda contrarrevolucionaria. Esto
es así no solamente por la filiación y la trayectoria de quienes ocupan los
lugares más importantes en los círculos del poder, sino por lo que se desprende
de la opinión de la ciudadanía sobre su propia posición política.
En efecto,
la última encuesta de Habitus, realizada a comienzos de febrero en Quito y
Guayaquil, demuestra que los votantes de esas ciudades se definen
mayoritariamente como de centroderecha. Cuando se les consulta en dónde se
ubican, dentro de una escala numérica entre izquierda y derecha, un tercio de
ellos (exactamente el 33%) se adscribe a esta última, en tanto que solamente el
23% se reconoce como parte de la primera. El 28% se asume de centro y el 16% no
se define o no contesta. Por tanto, un primer dato a tener en cuenta es que el
electorado de las dos ciudades más pobladas no es exactamente el que se
identifica con el discurso del socialismo de este o de cualquier siglo ni el
que corea entusiastamente la música de los setenta.
Unas
cifras de mayor importancia para sustentar esa opinión se encuentran al
combinar la autoubicación con el apoyo al líder. Así, el 38% de quienes lo
apoyan fuertemente (o sea el voto duro correísta) se define como de derecha y
solo el 19% de izquierda. Entre quienes lo apoyan tibiamente (el voto blando)
también predomina la derecha, con 30%, frente a un 27% que se sitúa en la
izquierda. En el otro extremo, quienes manifiestan rechazo por él se dividen
casi por igual entre izquierda y derecha (27% y 28%, respectivamente, con el
31% en el centro). Por tanto, en contra de lo que sugiere la intuición y a lo
que se podría esperar después de ocho años de atosigamiento publicitario, el
votante mayoritario de la revolución correísta en las dos ciudades no es de
izquierda.
Si se
trata de buscar explicaciones para esta situación paradójica, seguramente
aparecerá el crecimiento de las clases medias urbanas, con sus anhelos de
estabilidad, afianzamiento y seguridad. La combinación entre la relativa
bonanza económica de los últimos años y un gobierno de mano dura encargado de
poner orden, respondería perfectamente a esos anhelos que, hay que subrayar,
son esencialmente conservadores. Si esta hipótesis es válida, un cambio en las
condiciones económicas, como el que estamos viviendo en este momento, podría
tener efectos decisivos sobre el comportamiento electoral de estos grupos.
Entonces, los integrantes de los círculos de poder se quedarían sin su
electorado natural, el de derecha revolucionaria.(O)
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